Miles de desplazados internos por la guerra en Siria llevan años viviendo en un campamento en el desierto, donde dependen de una ayuda que les llega con cuentagotas.
El conflicto en Siria estalló en 2011 con la represión de las manifestaciones prodemocracia y se fue complicando con el paso de los años, con la implicación de actores regionales, potencias extranjeras y grupos yihadistas en un territorio cada vez más fragmentado.
El campamento de
Rokbane se encuentra en el desierto, cerca de la frontera con Irak y Jordania, países que cerraron sus puertas a los refugiados sirios.
"Estamos atrapados", se lamenta Jaled, un policía de 50 años que desertó y que prefiere no dar su apellido por motivos de seguridad.
"No podemos ir (a otras regiones) de Siria porque nos busca el régimen, y no podemos entrar en Jordania ni en Irak", añade.
Jaled huyó de su región en el centro de Siria hace ocho años para escapar de las atrocidades de los yihadistas del Estado Islámico y de las fuerzas del régimen.
El campamento de Rokbane se encuentra en un enclave protegido por una base militar de la coalición internacional antiyihadista liderada por Estados Unidos.
El régimen sirio controla las zonas aledañas y el paso de la ayuda depende de su buena voluntad.
Rokbane se creó en 2014, en plena guerra, y llegó a tener más de 100.000 refugiados, pero hoy solo quedan 8.000.
"Viven de pan y té"
Empujados por el hambre, la pobreza y la falta de cuidados médicos, un gran número de desplazados se marchó, especialmente desde que Jordania cerró su frontera en 2016.
La ONU describe la situación en el campo, donde no ha entrado ningún convoy de ayuda humanitaria desde 2019, como "desesperada". Los alimentos entran de contrabando y se venden a precios exorbitantes.
Pero los desplazados podrían dejar de recibir estos escasos suministros ya que afirman que los puestos de control del régimen detuvieron todas las rutas de contrabando hacia el campamento hace aproximadamente un mes.
"Mis hijas viven de pan y té. La comida empieza a escasear", dice Jaled, contactado telefonicamente por AFP.
La mayoría de las familias subsisten gracias al dinero que envían sus parientes en el extranjero o con los salarios de unos 500 hombres que trabajan en una base estadounidense cercana, por 400 dólares al mes, explica Mohamad Derbas al Jalidi.
Este padre de 14 hijos, que dirige el consejo local del campo, dice que el régimen lo busca por haber ayudado a desertores al principio de la guerra.
"Si no temiera por mis hijos y por mí mismo, no me habría quedado en este desierto", afirma.
Deportados de Jordania
Los únicos nuevos llegados al campo cada año son unas pocas docenas de sirios deportados por las autoridades jordanas al salir de prisión, según el consejo local del campo y el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Desde inicios de 2024, 24 sirios han sido deportados, entre ellos Mohamed al Jalidi, un mecánico de 38 años que estuvo encarcelado en Jordania por tráfico de drogas.
Dice que teme ser detenido si regresa a su región natal de Homs, controlada por las fuerzas gubernamentales sirias y donde ya no tiene casa ni familia.
"Mis parientes están todos en Jordania, y todos los que estaban en Siria murieron o se fueron".
Un funcionario jordano declaró a AFP bajo condición de anonimato que el reino "no ha obligado ni obligará a ningún refugiado sirio a regresar a Siria".
"Como una cárcel"
"Este campo tiene las peores condiciones de vida", según Muaz Mustafa, de la asociación Syrian Emergency Task Force, con sede en Estados Unidos, que visitó Rokbane.
Su grupo consiguió transportar ayuda por vía aérea, con la asistencia de la base estadounidense.
"Pero lo que primero necesitan, incluso antes que alimentos, son médicos", afirma Mustafa, que menciona el caso de un recién nacido con problemas respiratorios y partos complicados.
Tras una solicitud de donaciones, Mohamed, de 22 años, pudo viajar a Homs, en el centro de Siria, para someterse a una operación de hígado.
Unos meses después, escapó del servicio militar en Siria huyendo a Líbano. "Cualquier lugar del mundo es mejor que Rokbane", dijo el joven contactado por teléfono.
Hace dos años que no ve a su madre ni a sus dos hermanos, estos últimos siguen varados en Rokbane. "Mi familia sabe que nunca saldrán (...) Ese campo es como una cárcel".