El primer ministro británico, Keir Starmer, enfrentado a los peores disturbios ocurridos en el Reino Unido en 13 años, preside este lunes una reunión de crisis tras un fin de semana de gran violencia de la extrema derecha contra mezquitas e inmigrantes.
El final del fin de semana y los cientos de detenciones efectuadas por la policía suscitaron esperanzas de una vuelta a la calma en un país conmocionado por las imágenes de los últimos días: ataques a albergues de solicitantes de asilo y mezquitas, saqueo de comercios, enfrentamientos con la policía.
La violencia estalló tras un ataque con cuchillo que se cobró la vida de tres niñas hace una semana en el noroeste de Inglaterra. Fue alimentada por rumores y especulaciones en internet sobre la identidad del sospechoso, difundidas por "influencers" de extrema derecha.
Tras adoptar una postura dura en los últimos días contra quienes calificó de "matones de ultraderecha", Starmer convocó al gabinete de crisis, compuesto por ministros y representantes de la policía, a última hora del lunes en su residencia oficial de Downing Street, en Londres.
El domingo por la tarde, el primer ministro acudió a la televisión para asegurar a los alborotadores que "lamentarán" haber participado en los altercados de los últimos días, directa o indirectamente, "al haber provocado estas acciones en internet".
El líder laborista, un ex abogado de derechos humanos y ex responsable de la fiscalía británica que llegó a Downing Street en julio, prometió que su gobierno hará "todo lo necesario" para llevarlos ante la justicia cuanto antes.
La violencia supone un gran reto para Starmer, elegido hace sólo un mes tras liderar la aplastante victoria de los laboristas sobre los conservadores.
Diputados de todo el espectro político le han instado a que convoque al parlamento, actualmente en receso estival, incluidos la exministra del Interior ultraconservadora Priti Patel y el ultranacionalista líder de Reform UK, Nigel Farage, conocido por sus posturas antiinmigración.
Retórica política anti inmigración
Desde el ataque con cuchillo del pasado lunes en Southport, en el noroeste de Inglaterra, se multiplicaron los disturbios y los enfrentamientos entre la policía, los manifestantes y, en ocasiones, los contramanifestantes antirracistas en numerosas ciudades británicas, desde Liverpool en el noroeste hasta Bristol en el suroeste, pasando por Leeds y Sunderland, en Inglaterra, o Belfast en Irlanda del Norte.
El domingo, estas concentraciones, bajo el lema "Ya es demasiado" en referencia a la llegada al Reino Unido de migrantes que cruzan el Canal de la Mancha en barcas neumáticas, desembocaron en ataques contra dos hoteles que albergaban a solicitantes de asilo.
En Rotherham, en el norte de Inglaterra, varios centenares de personas se concentraron, rompieron ventanas, provocaron incendios y lanzaron proyectiles contra los agentes de policía, mientras otros gritaban consignas como "Expúlsenlos".
Al menos diez policías resultaron heridos, pero ningún empleado del hotel ni ningún huésped, según la policía local.
En Tamworth, cerca de Birmingham, en el centro del país, la policía dijo que había intervenido cerca de un hotel que había sido atacado por un "gran grupo de individuos". "Lanzaron proyectiles, rompieron ventanas, prendieron fuego y atacaron a la policía", agregó.
El Reino Unido no vivía una ola violencia de este tipo desde 2011, tras la muerte de un joven mestizo, Mark Duggan, a manos de la policía en el norte de Londres.
Según los medios británicos, más de 400 personas han sido detenidas en la última semana.
La policía ha responsabilizado en particular a la English Defense League, un grupo de ultraderecha creado hace 15 años, cuyas acciones contra la inmigración se han visto a menudo marcadas por exabruptos.
En términos más generales, algunos comentaristas y responsables políticos creen que el auge de la retórica anti inmigración entre los políticos británicos ha legitimado a los manifestantes.