SANTIAGO.- "Tengo puras ganas de ahorcar al Bam Bam", decía uno de los 35 mil usuarios que llamó el sábado 10 de febrero de 2007 al Call Center de Transantiago el día de su debut, reflejando el rechazo que generó el nuevo sistema de transportes, y que para mala suerte del ídolo del fútbol nacional, Iván Zamorano, él era el rostro oficial.
Ni el anuncio hecho a último minuto por el entonces ministro de Transportes Sergio Espejo de dar tres días de gratuidad en el pasaje, logró calmar a los cientos de vecinos que debieron agolparse en los paraderos desde las 5:30 horas a la espera de que pasara un bus que les sirviera.
"No tengo idea qué micro tomar, revisé el mapa pero estoy confundido"; "No veo pasar ninguna micro, esto está desértico"; "Esperé cuatro horas por una micros desde Quilicura hasta Escuela Militar", son algunos de los testimonios que hace nueve años recogía la prensa nacional, evidenciando que ni los santiaguinos, ni las empresas de Transporte, ni el propio Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet en su primer mandato, sabían cómo manejar el adiós a las micros amarillas, adiós que se había comenzado a gestar en el período anterior con el Presidente Ricardo Lagos.
"A las cinco y media de la mañana habían 630 máquinas y nuestra expectativa era que anduvieran dos mil" (de una flota total de 5.100), fue el lapidario informe del subsecretario de Transporte, Danilo Núñez al día siguiente, agregando que se detectaeron 42 puntos críticos en el Gran Santiago, donde la peor parte se la llevaron quienes intentaron movilizarse desde Quilicura, Américo Vespucio, Matta y Grecia.
A lo anterior se le sumó que los usuarios verificaron que en algunos casos, en aquellas rutas que antes podían hacer de una sola vez, desde ese día implicaba hacer hasta cuatro trayecto más. O sea la confusión fue total, ya que este innovador sistema prometía simplificar la red.
"Antes me servía una locomoción, la 238. Ahora tengo que hacer cuatro cambios. A mí no me sirve el Transantiago y como no me sirve a mí, a mucha gente tampoco. ¿Ustedes creen que nos van a hacer un favor con todo esto?", se cuestionaba una pasajera, mientras que otra del recorrido 407, aseguraba que "normalmente me demoro una hora y diez minutos, pero llevo dos horas y veinte viajando".
Así fue el primer día del nuevo sistema de transportes: con modernos pero insuficientes buses, recorridos confusos, problemas de frecuencia y una infraestructura diseñada, pero que no se alcanzó a construir para ese día, entre otras falencias.