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Estudio señala que relaves mineros y Ruta 5 Norte agravaron daños en Chañaral tras aluvión de Atacama

Según un informe de académicos de la U. Católica, la acumulación de sedimentos mineros y el diseño vial, fueron las principales causas que obstruyeron la evacuación natural de la crecida del río que desembocaron en esa ciudad.

24 de Agosto de 2016 | 11:02 | Emol
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Retiro de escombros días después del aluvión que afectó Chañaral el 25 de marzo de 2015.

El Mercurio (Archivo)
SANTIAGO.- La revista científica Geophysical Research Letters publicó el primer diagnóstico preliminar post aluvión en Chañaral que realizaron académicos de Ingeniería de la Universidad Católica (UC), asociados al Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales (Cigiden), a casi un año y medio de una de las inundaciones más catastróficas que afectó a la Región de Atacama.

El estudio apoyado por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) abordó la geología y morfología de la zona, junto a las características hidro climáticas y los impactos del inusual evento registrado en marzo de 2015, que provocó 31 muertes, 16 desaparecidos y 164 mil damnificados, así como extensos daños en viviendas e infraestructura vial.

"Pese a que dicha tormenta presentó características únicas en la región, la acumulación de relaves mineros en la desembocadura del río Salado en Chañaral, que durante décadas elevó el nivel del terreno, y la construcción de la Ruta 5 Norte sobre estos sedimentos, fueron las principales causas que impidieron la evacuación natural de la crecida del cauce que sale por la ciudad", señaló Cristián Escauriaza, académico de Ingeniería UC y uno de los autores del diagnóstico.

Cristián Escauriaza:
"Asimismo, las causas de la inundación llevaron a que los niveles de agua alcanzaran hasta 4,5 metros de altura en Chañaral, con velocidades máximas de ocho metros por segundo, similar al poder destructivo de los grandes tsunamis registrados en el país"

El investigador del Cigiden agregó que una inusual combinación de factores climáticos contribuyó a generar un flujo de agua extremadamente alto en la desembocadura, llegando a un máximo estimado en mil metros cúbicos por segundo. Esto, dijo, es comparable con el curso del río Baker, uno de los más caudalosos de Chile.

"Asimismo, las causas de la inundación llevaron a que los niveles de agua alcanzaran hasta 4,5 metros de altura en Chañaral, con velocidades máximas de ocho metros por segundo, similar al poder destructivo de los grandes tsunamis registrados en el país", informó Escauriaza.

Para el director del Cigiden, Rodrigo Cienfuegos, la inundación de Atacama puso en evidencia las consecuencias que pueden tener el diseño de obras y la planificación de ciudades sobre la base de registros históricos insuficientes, donde además pueden existir escenarios de mayor incertidumbre climática.

"Lo anterior quedó demostrado con la inundación del Mapocho en abril pasado. Por eso resulta importante que la sociedad pueda valorar y visibilizar los ríos y quebradas para reconocer su valor y además sus peligros", precisó el profesional.

Cienfuegos destacó que existe una posibilidad real que este tipo de eventos vuelvan a ocurrir, por lo cual llamó a complementar las capacidades y los conocimientos ya instalados en el país, principalmente en el desarrollo y la planificación del territorio. Esto con el propósito de avanzar en sistemas de alerta que anticipen las condiciones climáticas y permitan evaluar sus impactos.

En el diagnóstico físico del evento aluvional participaron además los investigadores Jorge Gironás, Lina Castro, Vicente Zuazo y Andrew Wilcox, académico de la universidad estadounidense de Montana.

Área de estudio


La investigación comprendió la cuenca del río Salado, que resultó severamente dañada por las inundaciones, tras recibir la precipitación total máxima durante el evento.

Tras los desbordes registrados, la morfología de la desembocadura del caudal resultó visiblemente alterada. También se produjo una erosión costera considerable.

La última gran inundación en el río Salado ocurrió en 1972. Antes de ese período, se conoce poco de las inundaciones registradas.

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