SANTIAGO.- "Esta es como una pesadilla que no tiene fin", dice Gustavo Aravena Gallardo (32), quien fue formalizado junto a su padre, Raúl Aravena Lisboa (58), el pasado 2 de agosto luego de dar muerte un día antes a un delincuente que había realizado un portonazo en su casa.
El lunes 1 de agosto, Gustavo salía de su casa en su Mitsubishi blanco y mientras se bajaba a cerrar el portón del estacionamiento, se dio cuenta de que un joven se bajaba de un auto verde donde iban otras cuatro personas.
El sujeto, identificado como Juan Andrés Toro Jorquera (27), se subió al Mitsubishi y se fue con él. Gustavo y su padre lo persiguieron hasta que el delincuente se bajó del auto y siguió su escape a pie. Le dieron alcance en una acequia.
Gustavo, en su declaración del 15 de agosto, contó que abrazó al ladrón para inmovilizarlo, a lo cual el joven puso resistencia y amenazó con cobrar venganza. "Mi papá tenía un palo redondo (que estaba en la acequia), que era como un tubo, y le pegó", reconoció el hijo y agregó que "yo le pegué combos". Toro murió unos momentos después.
En entrevista con
El Mercurio, padre e hijo cuentan lo que fueron los días posteriores al hecho que les cambió la vida y que hoy los tiene con arresto domiciliario total en su casa en San Bernardo.
Hace ya 19 días que los Aravena cumplen esta medida cautelar. Raúl dice que ayuda a su señora a barrer y que pintó el living-comedor de la casa. Gustavo en tanto, está aprovechando de descansar. "Tengo hartas ganas de trabajar, pero hasta el momento no puedo salir de la casa. El jefe no me va a decir nada. Él piensa que nadie está libre que le ocurra esto, que le podría haber pasado a cualquiera", indica el hijo.
Sin embargo, no siempre fue así de tranquilo. Tras la primera formalización se les decretó prisión preventiva y fueron derivados al centro de detención Santiago 1. Era la primera vez que conocían una cárcel.
La "pesadilla" carcelaria
El padre manifiesta que desde el principio los reos los reconocieron, les gritaban "matachoros" y los amenazaban con "arreglar cuentas" ahí dentro. "Yo iba más asustado. Reconozco que soy cobarde. Si pasaba algo, tenía que defenderme, pensaba", dice Raúl.
Asegura que no dormía, pensando todo el tiempo "en lo que nos pasó".
Gustavo, por su parte, expresa que "en la cárcel nunca nos sentimos respetables. Yo pasaba frente a un módulo y me tapaban a garabatos. En ningún momento me sentí seguro. Gendarmería sabía que nosotros no éramos delincuentes, entonces ellos nos cuidaron hasta el último. Y también un grupo de reos que estaban en ese módulo que era de conducta, para salir luego a sus casas. Hicieron una reunión entre todos y dijeron que nadie tenía que decir que nosotros estábamos ahí. Para protegernos".
Sin embargo, el tramo que tenían que cruzar para recibir a sus visitas o abogados, donde habían reclusos de todos los módulos, era donde más recibían amenazas.
En un principio, la jueza de garantía de San Bernardo que revisó la causa decretó la prisión preventiva porque el hecho no fue en legítima defensa. "No hubo una acción de repeler un mal inminente, una agresión ilegítima que era inminente. Y eso se condice con los antecedentes del fiscal: hay una distancia razonable (desde) donde se produce el hecho hasta donde es detenido y hallado el cuerpo del occiso (1,6 km)".
No obstante, la fiscal Roxana Fernández solicitó el arresto domiciliario al surgir dos nuevos antecedentes: un informe del Servicio Médico Legal que señala como "indeterminada" la causa de muerte (para lo cual se necesitan exámenes toxicológicos e histológicos) y la colaboración de los imputados al dar su declaración.
"Si se hubiera acercado gente a ayudarnos, no hubiera pasado esto"
La lección que Gustavo sacó de todo el asunto es que "estamos en Chile (...) Hay que dejar que a uno le roben, que le quiten todo nomás. Porque no se puede hacer nada".
Comenta que el delincuente estaba vivo cuando comenzaron a pedir ayuda, pero nadie se acercó. Sólo una persona se ofreció a llamar a Carabineros.
"A lo mejor, si se hubiera acercado gente a ayudarnos, no hubiera pasado esto que pasó (...) Esta es como una pesadilla que no tiene fin", manifiesta. "Yo pienso que hasta el día de mi muerte voy a estar afectado con esto que pasó".