SANTIAGO.- El 3 de enero pasado, un grupo de ex ministros, subsecretarios y militantes históricos de la DC publicó un documento de tres carillas que titularon "Progresismo sin progreso: ¿El legado de la Nueva Mayoría para Chile?".
Se trataba, en su mayoría, de autoridades de distintos ámbitos de los gobiernos de la Concertación, que realizaron una severa crítica al rumbo del Gobierno.
Ayer, nueve meses después, redactaron una declaración a propósito de la derrota que enfrentó la Nueva Mayoría en comunas emblemáticas, durante las elecciones municipales, señala
El Mercurio.
En el grupo destacan los ex ministros Eduardo Aninat, Mariana Aylwin, Pedro García y Hugo Lavados, además de los ex subsecretarios Clemente Pérez y Álvaro Clarke. También figuran Felipe del Río, Guillermo Le Fort, Gabriela Riutort, Ernesto Tironi, Ana Luz Durán, Mario Jerez, Luis Lizama, Jorge Araya, Mauricio Olavarría y Julio Bustamante.
El documento surge en medio del debate que se realizará hoy en el Consejo Nacional Extraordinario al que convocó la DC para abordar su relación con La Moneda y evaluar el resultado de las elecciones.
A inicios de semana, el partido había decidido congelar su asistencia a las reuniones del comité político y elevó el tono de sus críticas a la gestión del Ejecutivo y su responsabilidad en la derrota electoral.
A continuación, el texto íntegro del documento del grupo, denominado "Progresistas con Progreso", que consta de nueve puntos.
1) A principios de año advertimos a los dirigentes de la DC y al país que lo que la Nueva Mayoría estaba ofreciendo a los chilenos era "un progresismo sin progreso, que representa un serio riesgo de estancamiento y retroceso para la democracia, los derechos ciudadanos, la igualdad de oportunidades y el desarrollo económico-social". También propusimos levantar "una agenda movilizadora de las muchas voluntades que hoy están por comprometerse con un desarrollo mucho más vigoroso que un magro 2% y que responda a las demandas de equidad, prosperidad y de igualdad de oportunidades".
2) Lamentablemente, el tiempo ha demostrado que nuestras preocupaciones eran fundadas. La gente nos ha castigado por la fragilidad del empleo, las debilidades de gestión, la desaceleración y la improvisación. Lo ocurrido con el padrón electoral es un ejemplo más de una larga lista de equivocaciones.
3) La gente está aburrida y legítimamente decepcionada de la baja capacidad de gestión, de políticas que impulsan un estatismo vacío, y de la equivocada idea de que es posible redistribuir sin crecer, de que al Estado le basta querer para poder, y que las prioridades no importan porque igual alcanza para todo. Los recientes resultados electorales son el reflejo de aquello y de la enorme distancia que ha tomado la gente de los partidos políticos. La derrota de la Nueva Mayoría es la contraparte de un mal gobierno y del fracaso de su proyecto político. La DC confundida y desperfilada en medio de la Nueva Mayoría, ha pagado altos costos perdiendo votación y alcaldías. La Democracia Cristiana debe hacerse una autocrítica y pedir a La Moneda asumir también su responsabilidad y que rectifique el rumbo, retomando el camino de la gradualidad en las necesarias reformas que Chile exige, preocupándose de mejorar la gestión y priorizando los problemas más urgentes del Chile de hoy, para concluir con dignidad su período constitucional
4) Demandamos de nuestros dirigentes y parlamentarios mayor firmeza en la defensa de nuestras convicciones, y relacionarse desde nuestra identidad con el Gobierno y los partidos de la Nueva Mayoría, con el fin de recuperar el lugar que a la DC le corresponde en el centro político de nuestro país y representar a un electorado que quiere reformas serias, graduales y bien hechas y políticos comprometidos con el bien común y no con intereses sectoriales o personales.
5) La manera de construir unidad es hacerlo a partir de las coincidencias en el diagnóstico y las propuestas de solución. Lo que se ha venido haciendo los últimos años es juntar por inercia a los mismos actores y exigirse acuerdos o comprometer apoyos, sin que exista una real comunidad de ideas. Esta manera de proceder engaña a la gente y traiciona los ideales de los partidos que integran la coalición; se presenta una unidad que en realidad no existe y se hace con la excusa de que es necesario para dar gobernabilidad, pero esta no es posible cuando las diferencias se hacen evidentes en pleno gobierno. La enorme brecha que se observa en el país entre políticos y ciudadanía, en que un 65% de los electores no concurren a votar, no puede tomarse con displicencia.
6) Las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias son una oportunidad histórica para reordenar el cuadro político de Chile y consultarles a los chilenos qué tipo de sociedad quieren. Para ello es necesario que la Democracia Cristiana lleve candidato propio a la primera vuelta. No el camino propio, sino una candidatura que compita y que tenga voluntad de ganar y capacidad de llegar a acuerdos. De la misma manera, el nuevo sistema electoral de Chile para las elecciones parlamentarias permite que cada partido quede representado de acuerdo a lo que electoralmente representa en cada distrito o circunscripción.
7) A partir de estos resultados, es posible abordar con madurez y sinceridad los acuerdos necesarios para formar gobierno. Proceder de esta manera, no atenta contra la unidad, más bien la construye responsablemente y la hace sustentable y más sensible a todos los sectores políticos de la vida nacional.
8) Valoramos el encuentro histórico entre el humanismo laico y el humanismo cristiano en los gobiernos de la Concertación; este eje representa a buena parte de los chilenos, pero no es territorio exclusivo de algunos partidos presentes en la actual coalición de gobierno. Es necesario integrar a nuevos sectores políticos y sociales, con los cuales efectivamente existan visiones comunes de país. El país busca alternativas, y los que no estén preparados para renovarse perderán vigencia en el alma de las chilenas y chilenos.
9) Finalmente, llamamos a un gran Acuerdo Nacional que mire al largo plazo y que siente las bases para construir una sociedad moderna y desarrollada, que proponga al país una agenda de reformas económicas, políticas y sociales que hagan de Chile una sociedad más próspera, justa e inclusiva, que le dé prioridad al crecimiento económico y que responda a las inquietudes ciudadanas concretas, particularmente en educación, salud y pensiones.