SANTIAGO.- El 30 de diciembre de 1996 se produjo en Chile la fuga más espectacular de la historia penal del país. Ese día, un helicóptero Bell Long Ranger -especialmente acondicionado con ametralladoras y blindaje- se posó sobre la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) y ante la pasividad de los gendarmes que dispararon 188 tiros, subieron a cuatro reos tras lanzar un canastillo desde la aeronave.
La acción, que demoró 59 segundos, fue un duro golpe para el Gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle e incluso puso en jaque la transición. Los fugados eran cuarto miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, todos condenados por delitos terroristas ocurridos después del retorno a la democracia: Mauricio Hernández Norambuena, Ricardo Palma Salamanca, Pablo Muñoz Hoffmann y Patricio Ortiz Montenegro.
Los dos primeros cumplían presidio perpetuo por el asesinato del senador Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards. El primero, además, fue uno de los fusileros en el atentado contra Augusto Pinochet en 1986. Muñoz Hoffmann cumplía una pena por el asesinato del coronel Luis Fontaine y por el atentado al general Gustavo Leigh, mientras que Ortiz Montenegro tenía una sentencia de 20 años por maltrato a la obra de Carabineros con resultado de muerte.
A pesar de que el ministro del Interior de la época, Carlos Figueroa (DC), y la ministra de Justicia, Soledad Alvear (DC), presentaron sus renuncias, el único funcionario público que perdió el puesto a raíz de este episodio fue el director de Gendarmería, Claudio Martínez (militante PS).
Dos décadas después de este hecho, Martínez repasa los meses previos y posteriores a lo ocurrido -que alejándose de los convencionalismos califica de "rescate" y no de fuga-, incluyendo cómo las protestas de los reos y sus familiares, sumado a un crítico informe de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara, lograron "quebrar" el régimen de seguridad del penal. "Si eso se hubiera mantenido, estoy convencido que esta fuga no se hubiera producido", cuenta.
¿Cómo y cuando se enteró del rescate?
Iba en camino a Curacaví a realizar un trámite en una notaría. Al día siguiente me iría a Chillán a pasar el Año Nuevo en la casa de familiares. Cuando bajaba por el túnel Lo Prado escucho en la radio de Gendarmería, que estaba instalada en mi vehículo personal, una conversación interna donde se decía: "Helicóptero azul y blanco". Inmediato lo asocié con la Cárcel de Seguridad. Tomé el teléfono y llamé al jefe del Departamento de Seguridad y preguntó qué pasó. "Jefe, un helicóptero sacó de la CAS a Palma, Salamanca y Hernández Norambuena", me dice.
¿Informó inmediatamente a sus superiores políticos?
Cuando oí esta conversación tuve la intuición que estaba pasando algo grave. ¿Qué tiene que ver un helicóptero en la vida cotidiana de Gendarmería? Podía haber una fuga, una explosión, que alguien disparara, pero un helicóptero no. Le avisé al ministro subrogante de Justicia, que en ese momento era José Antonio Gómez, y le dije: Rescataron a los asesinos de Jaime Guzmán. Después me llamó el ministro del Interior y le comenté lo mismo y me fui de vuelta a Santiago.
¿Le pidieron que se fuera a La Moneda?
Para mi era grave la situación por la forma y los personajes. De inmediato me di cuenta que se desencadenaría una crisis política, pero antes de ir a La Moneda pasé a la cárcel y ahí recogí unas vainas de metralletas de guerra que dispararon ellos. Cuando llegué al palacio estaban reunidos el director de carabineros, el de investigaciones, los ministros de Justicia e Interior y comenzaron a salir los antecedentes. Después dimos una conferencia de prensa con Gómez contando lo sucedido, pero no teníamos muchos datos.
¿En un momento surgió la tesis de que hubo ayuda interna desde la propia Gendarmería?
Alguien sugiere o pregunta respecto a la reacción de los gendarmes, pero eso fue aclarado en las horas siguientes. A los pocos días me invitaron a un programa de televisión donde divulgaron el audio de un cassette que un interno le grababa a su pareja en el momento del rescate. Así se pudo saber que la operación duró 59 segundos. En los meses previos, estos tipos traen dos irlandesas y durante varios viajes que realizan a la zona sur pasaban sobre la cárcel para hacerse una idea de cómo era (...) los sobrevuelos no estaban restringidos, porque el penal estaba en el polígono del antiguo aeropuerto de Cerrillos.
La "fuga del siglo" o "escape espectacular" fueron los conceptos utilizados para llamar esta hecho, que el FPMR bautizó como Operación Vuelo de Justicia ¿Cómo fue el rescate?
Ese día, el helicóptero deja al piloto verdadero en Rapel, blindan la aeronave y pasan por la cárcel a vuelo rasante a las 15 horas, cuando los gendarmes hacían sobremesa. El helicóptero llevaba una ametralladora en cada lado, como en Vietnam, y pegan una ráfaga. El tipo que graba dice: ‘mijita hay disparos’ y luego le cuenta que se van los subversivos y se escucha la ovación de 5.000 presos. El helicóptero se para de tal manera que las astas llegan casi al borde de los muros y lanzan el canastillo. Cuando lo quiso hacer el juez (Lamberto) Cisternas, en la reconstitución de escena no pudo. Uno de los reos se fue colgando y se pegó en el muro y no cayó. Ellos prepararon todo muy bien, ya que muchas fugas son en verano y a esa hora, cuando la temperatura sobrepasa a lo 30 grados y los gendarmes recién almorzaron. Fue un ataque sorpresivo, fuera de todo antecedente histórico.
¿Nunca se contempló que pudiese haber una fuga o un rescate desde la CAS?
Teníamos una cierta sospecha de que algo podía ocurrir. Hubo un período muy largo de silencio de ellos: se portaron bien e hicieron pocos reclamos y, además, no hubo atentados a gendarmes. En esos años yo usé chalecos antibalas durante harto tiempo y hubo un antecedente de que se buscaría secuestrar a mis hijos para realizar un canje con presos condenados por delitos terroristas. Yo estaba muy custodiado. En las fotos de la época se puede ver que había sacos de arena alrededor de la cárcel porque todas las señales que nos llegaban es que podría haber un asalto a la mexicana: volar los muros y entrar a sacar gente. Nunca tuvimos una advertencia de los organismos de seguridad competente que nos dijera que pudiera haber una acción aérea, por lo que todas las precauciones eran a nivel del suelo.
"El Gobierno no tuvo respaldo político"
Aunque la operación contó con una gran infraestructura logística y recursos económicos, para Claudio Martínez el rescate se logró gracias a las protestas de los mismos internos y de los familiares de estos, que denunciaron el traslado de los reos condenados por delito terrorista desde la cárcel de San Miguel al nuevo penal de alta seguridad.
¿Cómo se fue configurando el escenario para el rescate?
El operativo mismo fue impecable, pero hay dos elementos que construyen el escenario para que sea posible. Ellos dan una larga batalla por no usar el locutorio, con huelgas de hambre y recurriendo a organismos de Derechos Humanos. Usar el locutorio significaba una cosa dura en esa época: impedir el contacto físico entre el preso y sus visitas. Si eso se hubiera mantenido, estoy convencido que esta fuga no se hubiera producido. Cuando quiebran el locutorio, esta cárcel deja de ser de seguridad.
¿Cuando logran romper esta regla?
Desde el comienzo. El Gobierno no tuvo un respaldo político para aplicar las reglas de una cárcel que respondiera al perfil de una de alta seguridad. Ellos rompen esto y también el régimen de visita, pues se permitieron visitas conyugales y esas fueron decisiones políticas, no técnicas.
¿Esa decisión la toma el Ministro de Justicia, que en ese tiempo era Soledad Alvear?
Así es.
¿Pero por qué Hernández Norambuena y Palma Salamanca utilizaban la misma celda?
Estaban juntos por una razón legítima: Dejar a la tropa sin contacto con los jefes. Pero lo que podría ser una fortaleza, se transforma en una debilidad. Sin embargo, la clave de esto es que rompen el régimen de seguridad y transforman una cárcel segura, en una común y corriente.
¿La comisión de DD.HH. de la Cámara visitó la Cárcel de Alta Seguridad y elaboró un informé crítico del penal?
Eso es muy importante. Además de que se quiebra el régimen, el otro elemento clave es que días antes del rescate la totalidad de los integrantes de esa comisión, de derecha y de izquierda, entre ellos Andrés Chadwick (UDI), firman un acuerdo cuestionando el régimen de la CAS. Posteriormente Chadwick niega haber participado en esa reunión, pero apareció su firma y eso lo hace responsable.
¿Pensó en algún momento que la flexibilidad en la CAS se utilizara para relajar también las medidas de seguridad en Punta Peuco?
No. Yo viví los dos procesos. En algún momento tuvimos esa tesis, que podía usarse para negociar, pero eso lo han intentado después, aunque no queda nadie en la CAS, pero no hay relación. Lo claro es que nadie, ni de derecha ni de izquierda, quiso ponerse duro con esta cárcel. No sólo el Gobierno, sino que nadie. Con la resolución de la comisión de DD.HH. de la Cámara, el Ministerio de Justicia se quedó sin apoyo y ahí son todos responsables.
"Fui el único que presentó la renuncia escrita"
Meses después del rescate, Martínez fue designado agregado cultural de la Embajada de España. Aunque el nombramiento fue criticado, su profesión –arquitecto- lo empujó a tomar esa destinación pese a que entre los ofrecimientos se incluía liderar una misión diplomática en otro país.
La razón fueron las amenazas que recibió mientras lideró Gendarmería y en las semanas posteriores a la fuga. De hecho, relata que hasta un año después de que el helicóptero se llevara a los cuatro frentistas, mantuvo protección policial, incluso en España.
Usted fue el único que asumió una responsabilidad y renunció ¿Que pasó con el resto?
Los responsables políticos eran el Ministro de Justicia, el Ministerio del Interior y el director de seguridad pública, que en esos años era Mario Papi. Se dice que todos renunciaron, pero el único que la presentó escrita fui yo y cuando la redacto, me dirigí directamente al Presidente de la República.
Dos meses después de presentar su renuncia se va de agregado cultural a España. ¿Recibió algún tipo de amenaza posterior a la fuga?
Claro. Yo estaba amenazado permanentemente. Tuve amenazas de grupos de ultraderecha, en el proceso de Punta Peuco y el ingreso de Manuel Contreras a ese penal, y también de grupos de ultraizquierda por lo que me sacaron de Chile en una semana. Pero después de la fuga seguí en una situación incomoda, ya que debía reinsertarme de una manera familiar y laboral y le propuse al Gobierno salir fuera de Chile y me nombraron agregado cultural en España. Tuve más opciones, entre ellas ser embajador en otro país, pero prefería esta opción que se relacionaba más con mi profesión. Me fui tres años a España y estuve un año con escolta. En una ocasión llamaron a la embajada y alguien preguntó derechamente por mí, yo era una persona visible y conocida y se tomó esa decisión del escolta. Después los temores pasaron.