SANTIAGO.- En una noche, los alrededor de seis mil habitantes de Santa Olga perdieron todo. No solo sus casas, sino también su propio pueblo. Los incendios forestales que afectan a gran parte de la zona centro-sur del país arrasaron con casi la totalidad de esta localidad ubicada a 15 kilómetros de Constitución.
Como ellos, son muchos los damnificados que está dejando esta catástrofe y en quienes el impacto psicológico está aún por verse, según concuerdan diferentes especialistas expertos en manejo de crisis y emergencias consultados por
"El Mercurio".
"Por sus características, el impacto del fuego es mucho mayor que el de otras catástrofes, como un terremoto", explica Ana María Arón, psicóloga y directora del Centro de Estudios y Promoción del Buen Trato, de la U. Católica.
"Deja cenizas, escombros, aire contaminado y el olor a quemado que dura mucho tiempo, y es un recordatorio permanente de lo que ocurrió", asevera a partir de su experiencia apoyando a familias por los incendios que afectaron a las regiones del Maule y del Biobío en 2011.
La manera en que ha ido avanzando el fuego en esta oportunidad es un factor que agrega una dificultad adicional. "En estos eventos potencialmente traumáticos lo que puede generar el daño no es el evento en sí, sino como la persona lo vive. Pero la hipótesis es que a mayor magnitud del evento, es potencialmente más traumático", agrega el psicólogo Humberto Marín, de la Sociedad Chilena de Psicología en Emergencias y Desastres.
Y en este caso particular, se trata de "un incendio que ha arrasado con varias regiones, generado muertes, grandes pérdidas y al que no se le ve un fin inmediato".
Lo habitual en este tipo de situaciones es ofrecer apoyo y manejo de crisis una vez que ha pasado la emergencia. Se debe esperar, literalmente en este caso, a "apagar el incendio" o al menos mitigarlo antes de intervenir.
"Lo inmediato es cubrir las necesidades básicas, techo, comida, abrigo, y luego viene el apoyo emocional", precisa Karolina Fernández, encargada del área de psicología de emergencia de la ONG Psicólogos Voluntarios, creada en 2010 para ir en ayuda de los afectados por el terremoto del 27-F. "No saco nada con contener a alguien que no tiene dónde dormir", y, en particular, sabiendo que el fuego sigue allá afuera.
Sí se están comenzando a llevar a cabo intervenciones de emergencia, unos "primeros auxilios psicológicos", como precisan los expertos. Se trata de brindar elementos básicos a los afectados, como seguridad, conexión con redes, calma y esperanza. "Esto implica tener un lugar donde descansar, donde expresar emociones y un espacio de privacidad", dice Marín.
"Estudios internacionales muestran que no todas las personas afectadas por situaciones traumáticas van a generar trastornos a mediano o largo plazo; solo un pequeño grupo. Este tipo de intervenciones apunta a disminuir ese grupo".
Miedo, angustia, dificultades para dormir y un estado de permanente alerta son síntomas habituales en quienes viven estas experiencias. "Pueden aparecer estados que se confunden con la depresión, como desaliento, cansancio y desánimo. Pero también pueden surgir sentimientos de malestar, de odio y de buscar responsables", comenta el psicólogo Alberto Iturra, experto en manejo de crisis, y quien participó en el apoyo a los mineros rescatados de la mina San José, en 2010.
"Son personas que están viviendo pérdidas sociales y económicas; que necesitan ayuda para evaluar y superar esas pérdidas y para empezar un camino nuevo".
Generar y potenciar redes con familiares, amigos y comunales es fundamental, agrega Fernández. "Cuando pierdes una casa, la recuperación es más difícil; no solo es una pérdida material, sino también simbólica, porque se pierde un pedazo de historia personal".
En el caso de poblados como Santa Olga, las intervenciones grupales son aún más necesarias. "Es algo parecido a lo que ocurrió en Chaitén, una comunidad que desaparece. Es una población que quedó desarticulada y que requiere volver a formarse, a partir de una historia común", dice Arón, quien enfatiza en la necesidad de preparar a las escuelas de estas zonas para tener protocolos de intervención con los niños que sean reubicados.
"Un país que tiene tantas catástrofes como Chile, debiera estar absolutamente preparado para enfrentarlas".
Cuidar a los que cuidan
Se estima que alrededor de 4 mil personas están trabajando en labores de control y extinción del fuego, entre brigadistas, bomberos, funcionarios de las FF.AA., municipales y de gobierno.
"Es importante introducir el concepto de que son víctimas indirectas de las catástrofes y que requieren de intervenciones de apoyo, que no siempre se realizan", enfatiza la psicóloga Ana María Arón. "Eso ayuda a minimizar el impacto y el duelo (por compañeros muertos), y les da herramientas para continuar. Se trata de cuidar a los que cuidan".