SANTIAGO.- Entre 1975 y 1978, el ex senador Camilo Escalona pasó sus días de exilio en Cuba. Había aterrizado desde Austria, donde consiguió asilo político tras el 11 de septiembre de 1973, pero fue en La Habana donde volvió a desplegar con intensidad su actividad política.
Cuatro décadas después, con Raúl Castro en el Palacio de la Revolución y toda una generación fuera del poder, Escalona, en entrevista con
El Mercurio, retoma su mirada de la isla y cómo su decisión de prohibir esta semana el ingreso de la ex ministra Mariana Aylwin terminó convulsionando las relaciones entre la DC y el PC.
—¿Cómo evalúa usted que el gobierno de Raúl Castro haya prohibido el ingreso de Mariana Aylwin a Cuba?—Mi posición es la del Partido Socialista. En la situación internacional que vivimos, naturalmente que es un hecho que lamentamos, porque se sitúa en un escenario que no se corresponde con las perspectivas que abrió el ex Presidente Obama en su decisión de abrir relaciones diplomáticas con Cuba. Soy de los que saludaron efusivamente el escenario nuevo que se abría hace casi un año, porque siempre he pensado, y ahora más todavía, que la relación de Cuba con los países de América Latina debe ser amistosa y no de confrontación. Naturalmente, eso implica también que la autoridad cubana sea capaz de aportar en esa dirección, y esta prohibición, como los hechos lo han demostrado, al final de cuentas se volvió contra el propio gobierno cubano.
—¿Cómo interpreta la reacción del régimen cubano? ¿Una señal hacia la disidencia? ¿Al gobierno del Presidente Donald Trump?
—Estamos regresando a 50 años atrás, a una confrontación en donde las campanas se tocan desde Washington. Las declaraciones del Presidente Trump son un paso atrás tremendo, es deshacer todo lo que hizo el ex Presidente Obama, es pensar que por la vía de una beligerante retórica se puede inducir una evolución interna de Cuba. Esa política fracasó durante casi 60 años, pero es lo que él intenta hacer ahora de nuevo y, naturalmente, el liderazgo cubano lo que está diciendo es que en ese terreno ellos tienen una respuesta contundente que dar, que les dio resultado durante muchas décadas. Entonces, se llega nuevamente a un punto muerto.
—¿Cree que ese escenario de hace 50 años se ha extrapolado también a la Nueva Mayoría, a raíz de la prohibición de Cuba para el ingreso de Mariana Aylwin?
—Tenía nueve años cuando fue la elección presidencial del año 1964 y la experiencia demostró que fue en ese escenario donde se quebró la relación entre la Democracia Cristiana y la izquierda chilena. En el centro del quiebre histórico estuvo la relación con Cuba. Hay que enfriar la cabeza, porque no podemos volver a 50 años atrás. Esta experiencia ya la vivimos: una confrontación entre un proyecto democratacristiano —que levantó la idea de la revolución y libertad— y un proyecto de la izquierda, que levantó la idea de la vida chilena en democracia, pluralismo y libertad. Se confrontaron enceguecidamente, y la ausencia de frialdad y el exceso de pasión condujeron a que se abriera la puerta para un desenlace catastrófico para la democracia chilena el año 73.
"No podemos repetir esa experiencia. Muchas personas hoy recuerdan estos acontecimientos como si estuviéramos viviendo una mala copia, y de nuevo vamos a despertar de una pesadilla; lo importante es que no ocurra aquello. El quiebre hoy de la Nueva Mayoría no es un tema que se pueda analizar en las viejas categorías de izquierda, centro y derecha. Hoy el quiebre de la Nueva Mayoría afectaría la estabilidad democrática, pues golpearía decisivamente la capacidad del Gobierno de dirigir el país.
"El Gobierno no puede prescindir de la base de apoyo que tiene y que lo sustenta, y para eso llamo a la buena voluntad, aquella que se derrochó a raudales en la segunda mitad de los años 80 para encontrar una solución que respete la dignidad de las partes y que evite una fractura irreparable.
—¿Cuán crítico es el actual escenario?
—Veo un escenario muy crítico. Lo que ha pasado es que rebrotó la cultura de confrontación de los 60, pero cuando ya la Guerra Fría terminó, de manera que ahora ya no tiene sentido escalar el conflicto de la manera como se escaló. Son muchas las razones para caminar hacia un reencuentro como el ex Presidente Patricio Aylwin lo dijo en tantos de sus mensajes: el tema de Cuba no puede dividir a los demócratas chilenos.
—¿Que tan decisivo resulta que el PC haga un gesto en ese sentido?
—Las partes en este caso, el PC y la DC, debiesen reiniciar contacto. Primero en privado y luego públicamente, de forma que sin menoscabo de ninguna de ellas se apunte a una salida.
—Pero el PC chileno, quizás a diferencia de otras organizaciones comunistas en el mundo, mantiene un lazo histórico y de disciplinada lealtad hacia Cuba. Su declaración oficial señaló que antes de emitir una opinión definitiva sobre el caso era necesario requerir formalmente la posición del gobierno cubano.
—No voy a hacer recomendaciones a ninguno de los partidos por separado. Creo que la gravedad de la situación que se ha configurado dentro de Chile hace necesario un gesto en ambas partes, sería un avance, ahora que la beligerancia del lenguaje se pudiese controlar. Creo que los demócratas chilenos no han luchado 50 años para llegar al mismo punto, abriendo la puerta a la derecha por su incapacidad de entenderse.
—¿Cree usted que el actual conflicto de la Nueva Mayoría, marcado por las diferencias entre el PC y la DC, sea el de mayor profundidad desde su fundación?
—En un conglomerado que se constituyó hace menos de cuatro años, de manera que no ha logrado atravesar la prueba del tiempo todavía, el valor de la conducción política es encontrar una solución. Hay que unir y no dividir. Lo digo porque la cuerda se está estirando tanto, que se puede cortar, y cuando ya se haya cortado no habrá más que lamentaciones.
Junta nacional de la DC
—Algunos analistas han planteado que, con miras a la junta nacional del 11 de marzo, un cuadro de crecientes diferencias con los comunistas puede terminar fortaleciendo a los DC que apuestan por llegar con un candidato presidencial propio en noviembre y no competir en las primarias de la Nueva Mayoría, como sostiene la senadora Carolina Goic. ¿Cuál es su análisis?
—Los liderazgos deben darle una nueva vuelta. Si la primera vuelta se justifica como expresión de un testimonio que va a situar una controversia irrefrenable entre la izquierda y el centro, si es para eso la primera vuelta, no se justifica… No cabe ninguna duda de que hoy estamos caminando en dirección hacia una polémica que rememorará un escenario ya vivido, pero traumático: el de los 60.
—Usted también ha señalado que si la DC lleva candidato a primera vuelta se cierra el ciclo de entendimiento del centro con la izquierda. ¿Lo sigue creyendo?
—En el escenario que hay hoy, más de un candidato, dos o tres candidatos conducen a la derrota, de eso no me cabe duda.
—¿Por eso dijo que la senadora Goic era valiente, al proponer que el partido compita en las primarias de la Nueva Mayoría?
—Ella hizo una declaración que apuntaba a competir en la primaria; eso en el clima de su partido no deja de ser una afirmación de mucha valentía política, pero después vino esta avalancha que nos ahoga, y naturalmente que la tentación de cada cual bailar su propio baile se dibuja en el horizonte, pero si cada cual baila su propio baile, de lo que estoy seguro es que no será un ballet el espectáculo.
"En este escenario confrontacional es difícil la situación que ella tiene. Si hay un liderazgo político en el que se condensa la tensión, es en el suyo; porque el clima político de la junta nacional es completamente diferente".
—¿Qué rol debe desempeñar el Ejecutivo, en medio de las diferencias de un conglomerado que lo sostiene políticamente?
—El Gobierno tiene que promover el diálogo. En la intolerancia, que ha brotado como erupción volcánica, la solución comienza por el diálogo, y en eso el Gobierno es un actor principal.
—Uno de los focos del debate ha girado en torno a la posición del senador Alejandro Guillier, quien no condenó a Cuba ante la situación de Mariana Aylwin.
—Trataría de no mezclar lo electoral con lo político en esto.
—¿Por qué?
—Se reafirma mi esfuerzo personal de tantos años: los partidos son lo esencial, no las figuras, por carismáticas que sean. Aquí se reafirma que, para que haya gobernabilidad democrática, los partidos políticos son el actor principal. Claro, entiendo que estamos en época de precampaña y (el ex Presidente) Piñera y otras personas tratan de hacer su negocio. Eso no es más que una cuña que pasa. La solución es responsabilidad de los partidos, porque cuando se derrumba la democracia los partidos son los que caen destruidos.