SANTIAGO.- Marcela Paz Gabler, chilena de 50 años, frenó su automóvil en el centro de Porlamar, en Isla Margarita, al ver que unos jóvenes estaban siendo golpeados. Eran pasadas las diez de la mañana del jueves. El día en que se había convocado a un paro nacional en toda Venezuela. Se bajó corriendo de su vehículo. "¡Déjenlos, déjenlos!", recuerda que gritaba, hasta que un policía se le acercó y le puso unas especies de esposas en las muñecas.
Todavía no lo puede creer. Estuvo tres días presa, sin contacto con su familia o algún conocido. A los 12 años llegó a vivir a Venezuela con su familia. "Nos vinimos por la dictadura de Pinochet. Mi padrastro era un perseguido político (...) Es la primera vez que me pasa algo así", cuenta. La acusaron de decirle un garabato a un policía. Pero ella piensa que fue porque a todos los acusan de "guarimberos", de participar en las "guarimbas", las protestas que se han hecho habituales desde abril pasado en Venezuela.
"Me pusieron unas amarras como si fuesen unas esposas, que me dejaron las muñecas moradas; marcadas. Yo más bien decía que era chilena, que tenía lupus, que cómo hacían eso. En ningún momento los agredí. Se me fueron encima unos seis, y armados... Cuando llegamos al comando les pedía que me dijeran por qué me habían detenido, pero no respondían. Pedí prestar una llamada, y le avisé a mi hermana".
Dice que dormían en el suelo (no había colchonetas, ni menos camas) o en sillas. Ella lo hizo en una silla. Y para alimentarse les ingresaban comidas que llevaban organizaciones de derechos humanos o familiares de detenidos. Al tercer día la llevaron a audiencia a los tribunales. "Las celdas tienen manchas con excremento y sangre. Me descompensé y me subió la presión. Como soy chilena, llamaron a un médico. Tenía una crisis hipertensiva. El médico extendió un informe, se lo llevaron al juez, y el juez me dejó libre".
Fue la única en salir. A veces piensa en irse del país, por lo difícil de la situación. "La crisis hospitalaria y de salud es gravísima. Se están muriendo muchos niños, porque se los comen los parásitos (...) Por lo que recuerdo, esto está peor que la dictadura de Pinochet. Es mucho peor", sostiene.