SANTIAGO.- Desde un aeródromo ubicado a cinco kilómetros de la catedral donde se encontraba refugiado, junto con otros 10 sacerdotes y tres religiosas en Bangassou, fue evacuado el misionero chileno
Yovane Cox. Aunque ya se encuentra a salvo, lejos de un lugar donde hubo
enfrentamientos entre musulmanes fundamentalistas y los Anti Balakas ("Defensores del Pueblo"), en
República Centroafricana, el relato que hace el sacerdote de los días previos es estremecedor.
Aunque estuvo en la catedral de Bangassou, el lugar no era seguro. Tenían que dormir en una misma habitación de la casa del obispo, junto a otros refugiados, y se turnaban para hacer guardia nocturna: "Después de las nueve de la noche, cualquier ruido era de balas. Había que mirar por las ventanas para estar atentos por si el peligro se acercaba demasiado a nosotros.
12 añoslleva Cox en República Centroafricana, país azotado por la guerra desde 2012.
Fue una experiencia muy fuerte, también de mucha fragilidad, puesto que uno escucha las armas, los gritos de guerra, de muerte, de insultos, que pasan tan cerca de tu casa, que uno se siente totalmente desprotegido, débil ante esa situación y totalmente incapaz de hacer algo", narra el sacerdote a "El Mercurio".
Y, con dolor, confiesa: "Aquí los niños juegan a matar gente, se fabrican armas para jugar. Eso traerá una generación entera dañada por la violencia. Por eso, hay que hacer algo, para darle un nuevo gusto a la vida".
Conoce la historia completa del sacerdote en la edición de hoy de
"El Mercurio".