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Académico que investiga la degradación en la costa de Quintero describe el "ciclo macabro" de la contaminación en la zona

Manuel Bravo está encargado del Laboratorio de Química Analítica y Ambiental de la PUCV y ha estudiado las consecuencias de la acumulación de metales pesados en suelo, el aire y el agua desde 2010. "El riesgo es gigante", asegura.

03 de Septiembre de 2018 | 15:14 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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Agencia Uno
SANTIAGO.- Hace dos años, Manuel Bravo —académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y encargado del Laboratorio de Química Analítica y Ambiental del plantel— empezó a estudiar lo que se encontraba en el sedimento del fondo marino en la bahía de Quintero. "Ahí, a 20 metros de profundidad y no al nivel de la arena en la superficie, los niveles de cobre eran horribles, altísimos", cuenta.

Su equipo se dedica al menos desde el año 2010 a estudiar eso: las consecuencias que han causado las emanaciones de las empresas de la zona en el agua, pero también en el suelo y el aire en el sector de Puchuncaví, Quintero y Ventanas. "Lo que queremos hacer es ver cómo va evolucionando esto y determinar qué tan eficientes han sido algunas nuevas normativas que se le han aplicado a los procesos", explica el académico.

Su trabajo entrega luces sobre la realidad que enfrenta la zona, que hace más de una semana fue protagonista de un episodio tóxico que terminó con más de 300 afectados. En el lugar, los habitantes exigen explicaciones y la intervención del Estado, pues aseguran que los niveles de contaminación ponen en riesgo sus vidas y afectan su salud.

—Organizaciones locales tomaron muestras del agua de pozo que consumen familias en Ventanas y encontraron altos niveles de arsénico, plomo y aluminio. ¿Qué consecuencias puede traer la exposición a estos elementos?

Cualquier metal pesado que se consuma de manera regular en el agua potable se tiende a acumular y puede generar una serie de trastornos. Los primeros órganos que se empiezan a afectar son el hígado y los riñones, y de ahí se pueden generar efectos incluso a nivel motor y de sistema nervioso. El nivel de exposición claramente va a generar un efecto. Desde el punto de vista práctico, el riesgo es gigante.

—¿Se ha encontrado alguna relación entre las patologías de la zona y la exposición a estos elementos?

—El valle de Puchuncaví, que es donde se observan los mayores niveles de metales pesados en el ambiente, se conoce generalmente como la zona donde hay más prevalencia de ciertos tipos de cáncer. No es difícil establecer una correlación entre el nivel de metales pesados del ambiente y los problemas concretos y puntuales a la salud, porque hay literatura al respecto, aunque ese cáncer no se genera después de un día viviendo en el sector, sino que de varios años y una exposición prolongada.

—¿Qué pasa con los planes de descontaminación como el anunciado recientemente por el Presidente Sebastián Piñera?

—Esos planes hablan de disminuir lo que hoy día se está descargando al medio ambiente, lo que está muy bien, pero no es un plan con efecto retroactivo. Es necesario hacerse cargo de lo que ya se descargó y que se acumula en el suelo. Una vez que el metal llega al suelo, pasan muchos años antes de que el sector se recupere. Si esperas que el medio ambiente reaccione y solucione el problema, eso va a tomar años. Hoy existen alternativas, hay innovaciones tecnológicas para recuperar un suelo y que vuelva a ser un valle como lo fue en algún minuto, pero si se sigue contaminando, ese esfuerzo se pierde.

—¿Cuáles son los efectos de la contaminación del suelo? ¿Cómo actúa ese mecanismo?

—Puchuncaví, Quintero, Ventanas y todos los sector alrededor tienen alta presencia de cobre, arsénico, cadmio y plomo en el suelo, pero claramente no vinieron del suelo, porque es imposible que se hayan generado como una planta. El suelo se contamina fundamentalmente por descargas de material particulado que sale de las chimeneas de las empresas que trabajan con este tipo de sustancias. Normalmente queda en la fracción superficial del suelo, entonces la forma más común en que la gente se puede contaminar es producto de que se levante el polvo con el viento o al barrer. Normalmente se inspira o de traga. Esos metales entran y pasan a la sangre.

—¿Qué pasa con los suelos que se usan para cultivo?

—Las plantas que crecen en el sector y que son para consumo humano también son una vía de ingreso fundamental. Se genera un ciclo horrible, porque si las plantas están contaminadas y vienen animales, ellos se alimentan y empiezan a acumular metales pesados en sus cuerpos. Después eso lo ingieren los humanos, ya sea a través de la carne, la leche, los huevos, lo que sea. Es un ciclo macabro para la salud por los efectos que produce.

—Los habitantes cuentan que hace muchos años los terrenos de esta zona eran completamente fértiles y que hoy las siembras demoran mucho en producir.

—Es que el efecto de los metales pesados también existe sobre los sistemas naturales. Muchos de los microorganismos que vivían en el suelo en esos sectores se mueren y no son capaces de degradar materia orgánica para convertir nutrientes para las plantas. Eso afecta la calidad del suelo y el tipo de plantas y productos que se pueden generar. El suelo, en el fondo, deja de ser fértil.

—¿Y qué diagnóstico puede realizar sobre la contaminación del suelo?

—Tenemos un estudio que demuestra que claramente tiene niveles elevadísimos de cobre, arsénico, plomo, cadmio y otros elementos como molibdeno y mercurio. Es fácil, de acuerdo a la literatura científica, establecer una relación entre esos metales y la presencia de ellos mismos en los minerales de cobre. Para eso hay que entender que, en estos casos, lo dramático no es tanto lo que entra a las empresas, sino lo que sale como producto de su propia operación. Por ejemplo, si el carbón cae al mar mientras se descarga eso no es tan grave: lo más grave es lo que sale de la chimenea, porque lo que hace es descargar el residuo que no se eliminó. En el caso del concentrado de cobre, como el valor agregado viene del mineral de cobre, casi ni se pierde cobre. Lo que sí sale es lo que no sirve, y eso habitualmente son altos contenidos de arsénico, de plomo, de cadmio, entre otros.

—En el caso de Chile, la economía se basa en gran medida en el cobre. ¿Cómo se puede compatibilizar esa necesidad de procesarlo con los efectos del proceso mismo?

—Hay varias maneras de procesar el cobre, pero los más contaminantes son los que se ocupan aquí. Se trata de un proceso pirometalúrgico en el cual se produce una transformación del mineral de cobre a alta temperatura y que justamente genera en algún minuto material particulado y gases, que por muchas medidas tecnológicas se trata de controlar, pero aun así terminan en el medio ambiente. Es lo que hace el plan de descontaminación: controlarlas, pero uno esperaría que la descarga fuera cero, porque la gente no tiene por qué estar recibiendo contaminantes que vienen de un proceso productivo.

—¿Existen alternativas para que esos excipientes no se produzcan?

—Hay innovaciones tecnológicas para poder modificar estos procesos, pero la mayoría de ellas sigue siendo de alto costo o bien en algunos casos no ha mostrado eficiencia alta: sería caro el proceso y es probable que el reingreso económico como ganancia no sea tan rentable. Son más lentos, o más caros, o menos eficientes, pero de haberlos, los hay. A nivel de investigación hay bastantes sitios donde se ocupan algunos de estos procesos, que resultan ser un poquito más amigables con el medio ambiente, pero desde el punto de vista económico no son tan favorables.
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