SANTIAGO.- En las cuatro esquinas de la Avenida Plaza y República de Honduras hay grupos similares: mujeres y hombres que rondan los 20 años hablando por teléfono, personas usando chalecos reflectantes naranja y otras comunicándose por radio. Fueron cerca de 4 mil estudiantes los que salieron del edificio de la Universidad del Desarrollo pasadas las 10 de la mañana, pero ahora, cuando ha pasado poco más de una hora, quedan sólo algunos cientos.
"Hechos como este producen mucho daño, inquietud, desagrado. Estábamos en procesos académicos regulares y esto no debe ocurrir en ninguna institución de educación", explica el secretario general del plantel, Gonzalo Rioseco, mientras la universidad es inspeccionada por personal del GOPE y perros policiales. Alertados por una llamada anónima, buscan ahí algún artefacto explosivo. Hace pocos minutos descartaron que hubiera uno a pocas cuadras, en el DUOC UC.
Su discurso, a la sombra de un árbol, es interrumpido por una ráfaga de pequeñas explosiones. Aunque los estudiantes y funcionarios se sobresaltan y devuelven la mirada al edificio, a los segundos se tranquilizan. A pocos metros, en el estadio San Carlos de Apoquindo, se realiza el tradicional "banderazo" que antecede a un "clásico". Mañana la UC se enfrentará a la "U". Las explosiones, lejos de ser bombas dentro de la UDD, son petardos futboleros.
La emergencia en el DUOC UC fue más corta debido al tamaño del edificio y las clases se retomaron con mayor rapidez. En la UDD, en cambio, los minutos pasan bajo un sol que lentamente empieza a quemar a los estudiantes. "Debimos haber traído el monoï", bromea una alumna, en referencia a la marca de bronceador de moda entre los jóvenes.
Sentados en grupos en los pastos que flanquean Plaza, los estudiantes ríen, conversan y se hacen señas para reconocerse a lo lejos. "Parece que estuvieran haciendo un picnic", comenta una funcionaria a otra. Algunos, en efecto, están compartiendo jugos y galletas.
¿Otro simulacro?
Rocío Pérez también está sentada en el pasto, a las afueras del recinto. Con 19 años, la estudiante de Nutrición se quedó junto a tres amigas esperando que el GOPE anuncie el veredicto. "Nosotras teníamos control media hora después del momento en que nos evacuaron", cuenta.
Una semana atrás, Pérez fue partícipe de un simulacro de emergencia que comenzó igual al episodio de este viernes: con un ruido de sirena y la orden de evacuar. No duró más de 15 minutos y lo consideró rutinario. Ni siquiera se llevó su mochila y pertenencias de la sala. La diferencia hoy fue sutil: antes los evacuaron a los patios interiores. Hoy, cuando notó que los llevaban fuera del campus, entendió que algo había pasado.
"Nos enteramos de lo de la bomba cuando estábamos afuera, porque alguien preguntó y empezó a correrse la voz", relata. No recibió información oficial hasta que se topó con la coordinadora de su carrera en un café cercano, quien le dijo que avisarían por correo si las clases se suspendían. Para su mala suerte, el mail dijo lo contrario: como se realizarían en el campus de Medicina, en Avenida Las Condes, la calendarización seguía de forma normal.
"Pero no podemos irnos todavía, porque como creímos que era un simulacro dejamos todo adentro", comenta resignada. Como todos los estudiantes presentes, está esperando.
La visita de Lavín
Cuando faltan 10 minutos para el mediodía, una camioneta grande que dice "Las Condes" se estaciona en la esquina y de ella baja el alcalde de la comuna, Joaquín Lavín. A su alrededor se hace silencio y son cientos de ojos los que lo miran dirigirse al teniente coronel Jorge Estay para pedir un reporte de la situación.
En seguida se acerca a las autoridades de la universidad, y por último se dispone a hablar con la prensa. "Acontecido viernes", dice para comenzar. Lavín entrega cifras: se evacuó en total a 7 mil alumnos, 3.500 en la UDD y 3.500 en el DUOC, y entrega también un reporte más blando. "Se generó una especie de psicosis que hay que tratar de controlar", dice.
Se refiere a los rumores que señalan que los colegios de los alrededores —el Cumbres, el San Nicolás de Myra y la Scuola Italiana— también habían sido evacuados, o que estaban en peligro. "Nunca hubo ninguna amenaza. La amenaza directa que se recibió fue en la UDD y el DUOC", aclara el jefe comunal, tajante.
El alcalde dice frases como "no es la primera vez que esto pasa", "esto no es tan inusual" y "son cosas que pasan", pero dice también, con cierto orgullo, que la evacuación salió bien. "Todos saben lo que hay que hacer", asegura.
"Es lamentable que personas hagan esto porque generan estas amenazas anónimas que ellos estiman como bromas, pero no lo son, y que provocan un trastorno grande en la vida de las personas", afirma. También entrega una noticia: la municipalidad se hará parte de una acción legal contra quienes resulten responsables, que la universidad prepara.
Tras algunos minutos, el alcalde ya no está. Después de subirse a la camioneta, se dirige al Parque Arauco. Allí, se rumorea, un grupo asaltó la tienda Gucci del Distrito del Lujo.
Alertas simultáneas
Ahora, veinte minutos después del mediodía, es el teniente Estay, subprefecto de los servicios de Santiago Andes, quien entrega un reporte: el GOPE está en la etapa final de la inspección. Ahonda un poco en lo que fue la denuncia: no se detalló el lugar donde se habrían puesto los explosivos, se trató de una sola llamada alertando ambas situaciones y el teléfono ya fue rastreado. Pero esa arista la trabaja un equipo investigativo, y no él.
"Esto significó una gran cantidad de recursos que se despliegan en la zona: de Carabineros, la PDI, la misma municipalidad. Es una cantidad no menor", dice. En el mismo estadio, donde el "banderazo" termina, había resguardo policial, aunque no fue necesario: no hubo incidentes. Dos jóvenes que visten poleras de la UC y cargan una bandera celeste lo confirman: estuvo tranquilo.
El teniente enumera: el "banderazo", los avisos de bomba, el robo en Gucci, que efectivamente ocurrió. "Uno no puede llegar a una conclusión respecto de si esa llamada fue verídica o no, pero son situaciones que han ocurrido de manera paralela, que alguna luz a uno le puede dar", sugiere.
Se le consulta directamente si se maneja la teoría de que los avisos se hayan realizado para concentrar el apoyo policial en esta zona y llevar a cabo el asalto. "Son distintas líneas investigativas que van a llegar a una conclusión, ahora no puedo dar ninguna versión de manera irresponsable. Nosotros actuamos de acuerdo al protocolo", comenta.
El oficial asegura que los llamados que avisan de posibles bombas proliferan. "Es una práctica común, yo diría que a nivel nacional. Se reciben muchas en liceos y colegios, que muchas veces son falsas, pero uno no puede descartar que sean verídicas, por lo tanto tiene que ser responsable", señala.
El retorno
Cuando son las 12:36, una masa de chalecos naranja empieza a moverse con dirección al recinto. El teniente Estay, de forma escueta, lo confirma: "Está totalmente descartado". Señala que se revisó todo y no se encontró nada, y también que Carabineros detuvo a quienes asaltaron Gucci. Se sube al auto policial y enfila hacia el Distrito del Lujo.
El secretario general de la UDD, Gonzalo Rioseco, todavía a la sombra del mismo árbol, entrega más detalles. "Podemos iniciar el proceso de ingreso", cuenta. Conforme al protocolo interno —que exige tener capacitados a funcionarios y algunos alumnos para guiar este tipo de situaciones, que son quienes visten los chalecos—, los primeros en entrar son los que fueron entrenados.
Calcula que el reingreso total demorará 20 minutos, y que a las 13:00 horas se podrán retomar las actividades normales, incluyendo un congreso de Ciencia Política que organiza la Facultad de Gobierno y que tiene entre sus invitados a algunas personalidades extranjeras. La inauguración fue el miércoles. "Por suerte", comentan.
A pesar de tratarse del primer aviso de bomba para el recinto, Rioseco se muestra conforme con el desempeño. "La universidad siempre ha tomado resguardo de este tipo de eventos y el plan está coordinado con especialistas que enseñan cómo se procede en estos casos. Por suerte funcionó espléndidamente bien, fue todo bastante ordenado dentro del desagrado", asegura.
Mientras el ejército naranja pasa por su lado, Rioseco hace un comentario dirigido. "No cabe sino hacer el llamado a la gente que realiza estas cosas a que realmente tomen conciencia del malestar y la incomodidad que producen a tantas personas", dice. "Al momento de evacuar, vi a varios alumnos en situación de discapacidad, en silla de ruedas... Tomen conciencia de que no es forma de llamar la atención, ni procurar algún fin que desconocemos".
Una mujer que lleva puesto el chaleco toma un megáfono rojo y cuando faltan 20 minutos para la meta autoimpuesta dice, fuerte y claro: "Se puede ingresar al campus". Detrás de ella, los cientos de alumnos enfilan hacia el edificio a paso lento.
Cuando finalmente dan las 13:00 horas, en la calle sólo quedan los autos que transitan por fuera de la universidad.