SANTIAGO.- "Madre, estoy viviendo con el corazón abierto. La vida se me iba como lágrimas en la lluvia y yo seguía mirando el sol bajo los puentes. Pero la sonrisa ha vuelto y los ojos brillan. Hoy luzco un tono fascinante. Sonrío, madre, el don de esta vida volvió como lagartija alada. Madre: estoy vivo, estoy en el mundo de la vida".
Fue la carta que recibió Mirna Salamanca en 1997. Aunque venía firmada por Richard Kimbal, la mujer sabía que el emisor había sido su hijo Ricardo Palma, uno de los cuatro presos fugados meses atrás de la Cárcel de Alta Seguridad e intensamente buscados por la fuerza policial.
Casi veinte años más tarde y radicado con asilo político en Francia, Palma Salamanca, ex frentista condenado por el asesinato de Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards, sigue concentrando la atención de policías y autoridades.
Pero cuatro años antes de protagonizar esa fuga en helicóptero, "El Negro", cayó preso. Su período por la cárcel estuvo marcado por vaivenes emocionales y la preocupación de su familia, ambos hechos que lo diferenciaron de otros condenados por delitos terroristas.
"Una gran depresión"
—¿Estás comiendo? —le preguntó a Palma el abogado Adil Brkovic, de la Comisión de Defensa de los Derechos del Pueblo, en una visita. Eran los primeros días tras su detención.
—No.
—¿Te están dando comida?
—Sí.
—¿Por qué no comes? —insistió.
—No quiero.
—¿Cómo estás durmiendo?
—Mal, los interrogatorios, estoy nervioso.
La conversación, contenida en un reportaje publicado por El Mercurio el 26 de abril de 1992, ocurrió luego de que su madre recurriera al organismo al notar la ausencia de su hijo. Palma solía desaparecer de su casa por periodos y por eso no levantó sospechas, hasta que comenzó abril.
"Palma Salamanca nunca fue una persona que fuera un líder de los eventos que ocurrían al interior, como motines, tomas o peticiones colectivas; no era de cuestionar el régimen al que estaban sometidos"
Claudio Martínez, ex director de Gendarmería
Había sido detenido el 25 de marzo, y entre ese día y el 4 de abril permaneció en dependencias de Investigaciones. Cuando recibió la visita de Brkovic, llevaba ocho días incomunicado. Palma le informó al abogado que al principio fue interrogado semidesnudo y que lo mantuvieron esposado de manera permanente.
Cuando fue detenido, Palma tenía 22 años. Había ingresado al FPMR a los 16 y no había recibido instrucción militar en Cuba. Su corta edad al entrar a la dinámica carcelaria habría sido clave para la forma en que se desenvolvió, una vez adentro. Así, al menos, lo recuerda Claudio Martínez, director de Gendarmería en ese momento.
"Él, cuando cae preso, era muy joven", rememora en conversación con Emol. "La información que nos llegaba de sus custodios y de los profesionales que lo atendían era que aparentemente estaba pasando una gran depresión y eso explica que no comiera mucho. Había períodos en que lloraba".
Para evitar que la situación "pasara a mayores", Gendarmería le puso vigilancia especial. "Nos preocupamos de que no ocurriera nada grave a partir de ese estado de ánimo que él tenía y de su situación psicológica", dice.
El rol de la madre
La actitud de Palma se mantuvo durante los primeros meses en que estuvo detenido y Martínez recuerda que las cosas mejoraron cuando fue trasladado a la cárcel de San Miguel. Antes, asegura, tampoco convivía con los demás miembros del FPMR, según la información que a él se le reportaba.
"La impresión que yo tengo es que su relación fundamentalmente era con su familia. Quienes estaban preocupados por su periodo de prisión eran ellos. Normalmente no era parte de las preocupaciones del colectivo (FPMR)", agrega el ex director de Gendarmería.
La atención de su familia alcanzaba tal punto que su madre interpuso un recurso de amparo ante la Corte de Apelaciones por "injusto aislamiento" de su hijo en 1993, cuando ya estaba en San Miguel. Había sido destinado al sector denominado "La Platina" tras ser interrogado en el Palacio de los Tribunales.
"Me resulta inconcebible pensar que la única razón que aparecería justificando el agravamiento de la reclusión, consistente en el descrito aislamiento, pudiese provenir de la circunstancia de que mi hijo Ricardo Palma Salamanca no aceptó al ministro don Alfredo Pfeiffer Ritcher el ofrecimiento de delación compensada que le propuso en el último interrogatorio, según así me lo manifestó en la última visita que pude hacerle", aseguraba la mujer.
Al propio Martínez le tocó atender a Mirna en algunas ocasiones. "Naturalmente, estaba muy preocupada por el tema y por lo que estaba ocurriendo con él. También pude apreciar, desde un punto de vista más humano, cómo ella fue envejeciendo durante este periodo, en las veces que fue a solicitar información o a preguntar respecto a las condiciones de vida de su hijo", cuenta.
Se trataba, según Martínez, de "información que no era cierta respecto de su situación". "Palma Salamanca nunca fue una persona que fuera un líder de los eventos que ocurrían al interior, como motines, tomas o peticiones colectivas; no era de cuestionar el régimen al que estaban sometidos", comenta.
De muertes y fútbol
Antes de llegar a San Miguel, a Palma Salamanca lo reportaron muerto. Mientras permanecía internado en la calle 5 de la ex Penitenciaría, participó de un incidente. A pesar de que sólo recibió algunos golpes, fue dado por fallecido.
En octubre de 1992, cuando un grupo de ocho reos pertenecientes al FPMR se fugaron de la ex Penitenciaría en lo que fue calificado como un "sangriento escape", debido a los enfrentamientos armados, varios radioemisoras volvieron a darlo por muerto. Pero Palma Salamanca no formaba parte del grupo y, consignaba La Segunda en octubre, "gozaba de buena salud".
3 Cárceles estuvo Palma Salamanca
Una vez radicado en el penal de San Miguel, la convivencia del ex frentista se vio mejorada. Solía compartir más con los demás integrantes del FPMR, incluso participando en partidos de fútbol. Era precisamente lo que hacía en febrero de 1994 cuando debía ser notificado de la pena de presidio perpetuo por el asesinato de Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards.
En un informe de tres carillas enviado por el ministro Pfeiffer a la presidencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, quedó constancia de que cuando Silvia Pérez, secretaria de la institución, concurrió a notificar a Palma y a Mauricio Hernández, se demoraron "cerca de media hora en salir so pretexto de que se encontraban jugando fútbol".
"Al presentarse ante la ministra de fe, se negaron a escuchar la lectura del fallo y a contestar si se conformaban o apelaban, motivo por el cual ella se limitó a entregarles a cada uno sendas copias de la sentencia definitiva", consta en el documento.
"Recuperar 22 años de vida"
Su último traslado, hasta la Cárcel de Alta Seguridad, estuvo "más marcado por las gestiones de los familiares por romper el régimen", recuerda Martínez, aunque asegura que no se trataba de un fenómeno exclusivo de Palma Salamanca, sino de todos los reos asociados al FPMR.
Hoy, su hermana Marcela Palma asegura que el tiempo que vivieron durante su encierro fue complejo y que él, desde entonces, se ha dedicado tratar de "construir la vida y no vivir reactivamente". Cuando se reencontró con él en Francia, luego de dos décadas de incomunicación, también hubo ese ánimo.
"Yo quería recuperar 22 años de vida con mi hermano. Quería caminar por la calle con él y poderme tomar una cerveza riéndonos de tonterías", le dijo a T13 Radio.
"Cuando tomó la decisión de ingresar al Frente, no fue una decisión baladí (...). Sabíamos que podría traer consecuencias", añadió.