SANTIAGO.- De "inoportuna e inútil" calificaron desde la ex Nueva Mayoría la visita que hará el Presidente Sebastián Piñera este viernesa Cúcuta (Colombia), ciudad fronteriza con Venezuela.
Ahí, tras un masivo concierto convocado por la oposición a Nicolás Maduro, se pretende ingresar ayuda humanitaria internacional al presidente encargado, Juan Guaidó, pese a la férrea negativa que ha expresado el régimen.
A pesar de las críticas al Jefe de Estado chileno, el gesto es parte de una cadena de acciones que han tomado los gobiernos de Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y del mismo Piñera frente al socialismo bolivariano de Hugo Chávez: en algunos casos profunda lejanía -con errores diplomáticos incluídos-, otros de protocolar simpatía y finalmente de rechazo total al heredero del régimen, Nicolás Maduro.
Según reconoció Carlos Ominami, ex ministro de Economía con Patricio Aylwin y senador durante 16 años, ha sido una relación marcada por cierta ambivalencia.
"Maduro no es Chávez. Chávez gobernó en condiciones democráticas, se sometió a referéndum revocatorio, ganó elecciones presidenciales, generó la Constitución en virtud de la cual hoy día Guaidó se autoproclamó Presidente encargado. La revolución bolivariana se descarriló, se descompuso a partir de la muerte de Chávez y hay alguna gente que solidarizó con Venezuela producto de la acción del Presidente Chávez, sin darse cuenta qué es lo que venía después (Maduro)", explicó.
El fallido golpe
La mayor tensión entre Chile y el Chavismo ocurrió en 2002 a raíz del intento de golpe para derrocar al líder bolivariano, que en ese momento llevaba tres años en el poder. Fue, como lo calificó El Mercurio en ese entonces, un "problema diplomático al interior del gobierno chileno" y lo cierto es que aún genera cierta incomodidad en la ex Nueva Mayoría.
El Presidente Ricardo Lagos, que en ese momento participaba en una reunión de emergencia junto al Grupo de Río en Costa Rica analizando la situación de Venezuela, aseguró que la "polarización" que allí se vivía "generó las condiciones" para la intervención militar y la autoproclamación del empresario Pedro Carmona como líder. Y la Cancillería -en ese entonces liderada por Soledad Alvear (DC)- emitió un comunicado lamentando que "la conducción del Gobierno venezolano haya llevado a la alteración de la institucionalidad".
Pese a que Carmona alcanzó a nombrar un gabinete, Chavez logró retener el poder y el impasse provocado por La Moneda se saldó con la salida del embajador chileno en Caracas, Marcos Álvarez.
Hoy, diecisiete años después, el senador José Miguel Insulza (que el día de la alteración en Venezuela ejercía como Vicepresidente) y otros dirigentes de la oposición se enfrentaron a la prensa al ser consultados por ese momento, descartando que el Gobierno de Lagos haya avalado un golpe de Estado.
Posteriormente en conversación con Emol, Ominami reconoció que la "actitud de Chile en ese momento fue un error".
"La sensación que tengo es que fue un grave error de Chile. Fue una especie de 'reconocimiento" apresurado y le costó el cargo al embajador de la época. Entonces efectivamente sí se cometió un error", puntualizó.
Su visión se contrapone con la del ex secretario General de la OEA, quien indicó a este medio que no se hizo un reconocimiento: "Otra cosa es que haya hecho una declaración explicando por qué había un golpe en Venezuela, echándole la culpa al Gobierno de que le hayan dado un golpe, eso es cierto, eso es verdad. Pero que el Gobierno de Chile haya reconocido alguna vez al gobierno de Carmona, eso no es así".
Tras este episodio, la relación entre Lagos y Chávez fue fría, pero mientras el venezolano criticaba abiertamente a sus pares de otras tendencias políticas, como el colombiano Alvaro Uribe, nunca incomodó al chileno, más allá de su permanente apoyo a Bolivia. De hecho, en 2005 Venezuela apoyó con fuerza la opción de Insulza para dirigir la OEA.
La "amistad" de Chávez
Luego, en el primer gobierno de Michelle Bachelet, la relación con Chávez se consolidó en lo que incluso llegó a parecer una amistad personal, llena de admiración -abiertamente expresada- del Mandatario por la representante chilena. Todo eso pese a que el líder caribeño había dicho (2003) que apoyaba la demanda marítima boliviana e incluso "soñaba" con bañarse en una playa de ese país.
Pero las buenas relaciones eran tal que el año 2007 ella habría comprometido personalmente, según consignó La Tercera en esa época, el voto de Chile para que Venezuela alcanzara un escaño en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sin embargo, esa decisión no generaba consenso en la política interna y la Democracia Cristiana era la principal opositora, partido que además tenía un puesto clave en materia internacional: su militante Alejandro Foxley era el canciller. La instrucción de la Presidenta fue finalmente abstenerse en la votación.
En su segundo mandato, ya con Maduro a la cabeza, Bachelet intentó mantener una buena relación, pero nuevamente su canciller, esta vez Heraldo Muñoz (PPD), aplicó una política de marcada distancia.
Aunque Bachelet no recibió a Lilian Tintori y Mitzy Capriles, esposas de los dirigentes opositores Leopoldo López y Antonio Ledezma -quienes sí se reunieron con los ex Presidentes Lagos, Eduardo Frei y Piñera-, tuvo gestos públicos hacía la oposición defendiendo a la ex diputada María Corina Machado. “No se atreva a detenerla”, le comentó en una reunión bilateral.
En 2017 llamó dos veces a consulta al embajador Pedro Felipe Ramírez después de que el Tribunal Supremo de Venezuela decidiera suspender las funciones del Parlamento, y posteriormente, le abrió las puertas de la embajada para dar asilo político al presidente del Partido Social Cristiano, Roberto Enríquez, quien aún permanece en esa residencia.
Y en el caso del Presidente Sebastián Piñera, quien ahora prácticamente lidera la ofensiva regional contraria al régimen de Maduro, muchos hacen hincapié en que esa postura contrasta con la imagen de él haciendo guardia de honor al féretro de Chávez cuando este murió en 2013.