SANTIAGO.- "Si uno elige un nombre local, complicado, eso limita la posibilidad de que un extranjero lo pueda usar fácilmente", afirmó este martes la ministra de Transportes, Gloria Hutt, cuando daba a conocer los detalles del ambicioso cambio que desarrolla el Ejecutivo: sepultar Transantiago para dar paso a Red.
Anclado en el buen recibimiento que han tenido los buses eléctricos, que serán los primeros en llevar el nombre del nuevo sistema, Red pretende modernizar el transporte. El cambio se haría completamente efectivo junto a la licitación del 50% del sistema, que se abrirá, aseguró el Gobierno, el segundo semestre.
Una de las exigencias para las firmas que quieran optar a formar parte de él será una cuota de buses eléctricos que cumplan con el nuevo estándar: utilización de energía limpia, accesibilidad para discapacitados, aire acondicionado y wifi. Como esos ya circulan 100, y otros lo harán a fin de mes.
Pero se trata, todavía, de una minoría. "El sistema que tenemos hoy, en un 90%, sigue siendo el mismo que hemos tenido desde 2012, que fue cuando se modificaron los contratos de concesión con los mismos operadores y la misma flota", comenta el ex subsecretario de Transportes y académico de la U. San Sebastián, Carlos Melo. Para él, este cambio de nombre es "una decisión un poco apresurada".
"Ahora vas a tener un cambio de nombre que básicamente va a estar apoyado en esta introducción de buses eléctricos y nueva flota, pero que solamente llega a un 10% de un sistema", agrega. "Es un cambio testimonial".
"La temporalidad no es la adecuada"
"Si se iba a tomar una decisión como esta, creo que la oportunidad para hacerlo era cuando ya hubiese avances importantes en cuanto a cambios más masivos para el sistema. Y hay una oportunidad para hacer eso: la licitación, que cuando asumieron estas autoridades declararon desierta", comenta Melo.
Con respecto a eso señala otro problema: desconfía de que los plazos, que ya han sido modificados antes, no se respeten. "Si empezamos a sacar la cuenta sumando los tiempos de Contraloría y de las licitaciones, recién a fines de 2020 podríamos tener un desembarco masivo de nuevos operadores y nueva flota con nuevos contratos. Recién ahí se podría hablar de un nuevo sistema", agrega.
"Hay gente que va a ver los nuevos buses y otra que no, entonces empezar a llamarle por el nuevo nombre puede ser confuso. ¿Por qué me van a hablar de otro nombre si sigo viendo lo mismo?"
Carlos Melo
"Hay gente que va a ver los nuevos buses y otra que no, entonces empezar a llamarle por el nuevo nombre puede ser confuso. ¿Por qué me van a hablar de otro nombre si sigo viendo lo mismo?", plantea. "Más allá de estar de acuerdo o en desacuerdo con la decisión de cambiar el nombre, que es algo que se ha discutido muchas veces, creo que la temporalidad no es la adecuada si no se aprovecha la oportunidad que realmente puede cambiar el sistema de forma importante, que es la licitación".
Sin embargo, sí ve una ventana de oportunidad que puede utilizarse con la operación. "Creo que en el mediano plazo el cambio de nombre podría tener un aspecto positivo si se logra que, de una vez por todas, se perciba al sistema de transporte público de Santiago como un solo sistema", explica.
"Históricamente ha existido esta dicotomía de Transantiago y Metro como dos cosas distintas, y la verdad es que el sistema es uno solo: por algo tiene tarifa integrada y te puedes mover utilizando combinaciones. Si el cambio de nombre Metro lo asume como propio y se incorpora a esta nueva imagen, entonces creo que sí puede tener una consecuencia positiva", concluye.