SANTIAGO.- La hija de Pedro Cayuqueo tiene 12 años y pasó por sexto básico hace poco. En ese momento, el periodista y escritor se encontró con que los textos de historia que tenía que estudiar en el colegio seguían diciendo lo mismo que cuando era él quien los hojeaba, en las salas de clases del Colegio Santa Clara en Nueva Imperial.
Decían cosas como esta: "Machi: curandera, hechicera". En su infancia, le enseñaron también "bruja". "Yo tenía una tía que era machi y eso era muy fuerte: que se dijera que mi tía Magdalena era una bruja, porque yo la encontraba una mujer maravillosa, bondadosa y querible", recuerda.
"Episodios como ese tuve muchos en mi infancia, y puedo asegurar que los niños mapuche hasta el día de hoy los siguen teniendo. Quizás en menor cantidad, pero todavía se mantiene esta mirada de la historia de Chile que es la del siglo XIX, de la utopía del Chile blanco, sin indios", profundiza Cayuqueo en conversación con Emol.
Esa disonancia que detecta es una en la que también está fijando sus ojos el Ministerio de Educación, que decidió recientemente iniciar una revisión de los textos de Historia, Geografía y Ciencias Sociales en lo que se refiere al pueblo mapuche y otros originarios de Chile.
Es parte del "Acuerdo Nacional por el Desarrollo y la Paz de la Araucanía" que impulsa el Gobierno y para eso se conformó una comisión compuesta por dos académicos, además de dos representantes de cada pueblo originario. Está previsto que en abril comience la revisión de los libros, y en mayo el análisis. Los cambios se podrían empezar a ver en 2020.
Conciliar relatos
La noticia es algo que Cayuqueo celebra. "Esto se viene demandando hace mucho tiempo por parte de los pueblos indígenas en Chile, no solamente en el caso mapuche. También lo han hecho historiadores e intelectuales aymara, rapa nui, kawésqar. Que esto se haya anunciado y que ahora se venga a concretar me parece un paso importante", afirma.
Para muchos la deuda de Chile con sus pueblos indígenas es todavía inconmensurable, aunque se han dado algunos pasos. Por ejemplo, el pasado 7 de marzo la Cámara de Diputados aprobó una propuesta que reconoce como genocidio lo ocurrido durante el poblamiento austral con las etnias Selk'nam y Aónikenk, conocidas como onas y tehuelches. El hecho fue considerado por actores políticos y sociales como un hito "histórico".
"Chile se ha construido sobre un genocidio a los pueblos originarios que lamentablemente se ha silenciado en la historia oficial, y el más grave es el que sucedió con los pueblos australes, donde hubo naciones indígenas que fueron exterminadas", comenta Cayuqueo.
"Hay un choque cultural entre lo que el niño mapuche absorbe de su familia y lo que el sistema escolar le está diciendo, y eso afecta su autoestima y su capacidad de sentirse orgulloso de ser indígena"
Pedro Cayuqueo
"Esa especie de holocausto indígena que se vivió en Tierra del Fuego tiene que ser transparentado para que las nuevas generaciones tengan una mejor compresión de lo que son las relaciones interétnicas que deben existir en Chile. Una educación pertinente, intercultural y respetuosa con la verdad histórica ayuda a construir modernidad", dice.
—Lo que tiene por delante la comisión es intentar conciliar dos relatos diametralmente distintos, ¿se puede lograr?
"Hay un desafío gigante en este esfuerzo de conformar una comisión, y es el de encontrar personas que logren dar con la tecla indicada para que esto no se transforme en una lucha de trincheras historiográficas o culturales. Tenemos que darnos cuenta de que no existe una historia mapuche y aparte una historia chilena, o una historia chilena separada de la historia mapuche. Esa es mi opinión. Yo creo que existe una historia del territorio que habitamos, que es social, política y cultural, pero que nos incluye a ambas sociedades".
—¿Cuál es la clave del trabajo que tendrá por delante esa comisión?
"Lo que se tiene que lograr es hacer conciliar una historia común que nos plantee el desafío de construir una sociedad donde la convivencia intercultural sea la utopía. Tampoco podemos caer en reduccionismos o fanatismos, y que los pocos puentes que nos unen sean dinamitados por posiciones ideológicas irreconciliables. Yo creo que la historia de Chile tiene mucho de historia mapuche, y la historia mapuche también está marcada por lo que es la historia de Chile. Tenemos que lograr dar con un relato común que nos convoque a construir —en este territorio que habitamos, en este rincón del mundo— una ruca común para todos".
Un mapuche en clases de Historia
Lo que ocurre para un niño mapuche —criado en el seno de su familia, escuchando de la boca de sus padres y abuelos la historia de su pueblo— al entrar al colegio es algo que Cayuqueo califica como un "evidente choque cultural". "Existe una diferencia de enfoque, de cómo se explica la historia nuestra", dice.
Por eso decidió escribir el libro "Historia Secreta Mapuche" (2017, Catalonia). "Lo que intento hacer es contar a la sociedad chilena aquello que nunca les contaron de nosotros, y también a mi gente mapuche busco entregarle herramientas y mayores antecedentes con respecto a su propia historia, porque al igual que cualquier chileno que va a la escuela siendo un niño, tampoco se la contaron", relata.
—El libro lo ha llevado a contar esa historia en colegios y escuelas, ¿qué se ha encontrado en esas visitas?
"Los niños mapuche me comentan que la historia de Chile nos trata y retrata pésimo, como una tribu primitiva, como 'cazadores y recolectores', indios salvajes, violentos, borrachos. 'Buenos para nada', decía Barros Arana, que es el padre de la historiografía chilena y un prócer para este país. Ese retrato, que está muy en la corriente de lo que se llamó en el siglo XIX 'civilización versus barbarie' y que es un racismo muy marcado de aquella época, sigue permeando los textos educativos".
—¿Qué consecuencias tiene ese enfrentamiento con la historia para un niño o niña mapuche?
"Claramente hay un choque cultural entre lo que el niño mapuche absorbe desde la comunidad y de su familia, y lo que el sistema escolar le está diciendo cotidianamente, y eso afecta enormemente su autoestima, su capacidad de sentirse orgulloso de ser indígena y de ser mapuche, de tener una cultura milenaria".
—¿Qué es lo que arriesga Chile al generar esta disonancia en su relato histórico?
"Nos estamos perdiendo la oportunidad gigantesca de que el niño chileno conozca de verdad una cultura maravillosa, sofisticada y desarrollada que existió siglos antes de que existiera Chile y que todavía se mantiene sobreviviendo, y también estamos perdiendo la posibilidad de que el niño mapuche no se sienta atacado en el sistema escolar, porque eso lo va a llevar necesariamente a una posición de estar a la defensiva hacia lo que le enseñan, y eso también va a incubar un resentimiento en él que puede estallar mucho más adelante en violencia".
—¿Qué pasó con usted cuando le enseñaron la Guerra de Arauco y le hablaron de la Conquista?
"Digamos que entre la cancha de fútbol y la biblioteca, yo prefería estar en la biblioteca. Desde niño fui muy lector y me devoré muchas crónicas antiguas de cronistas españoles, entonces a muy temprana edad tuve muchísimas herramientas para llevarle la contra a mis profesores y debatía en clases constantemente".
Una de esas discusiones giraba en torno al 'Desastre de Curalaba'. "Yo le decía a mis profesores que por qué lo enseñaban como desastre, si era una victoria, y se generaba un debate interesante en clases. Efectivamente terminaban reconociéndome que deberíamos celebrar esa victoria que en el sistema escolar se enseña como desastre porque, yo supongo, los historiadores del siglo XIX se sentían más descendientes de españoles que del pueblo mapuche, entonces lo veían como una derrota de sus ancestros", cuenta.
El "conflicto chileno"
Para Cayuqueo, lo que se expresa en los textos de historia es una problemática mayor, que subyace a toda la sociedad chilena. "Siempre se ha planteado esta idea de sociedad mirando hacia Europa o Norteamérica, este mundo anglo. Lo caucásico, lo rubio, lo blanco. Como dice nuestro gran poeta Elicura Chihuailaf: el chileno desconoce que así como es bella la rubiedad, también es bella la morenidad. Quizás el gran problema de Chile es que no se ha reconciliado con el espejo", plantea.
"El chileno tiene rasgos indígenas muy marcados y es hijo de madre indígena, porque los españoles no llegaron con muchas mujeres a esta parte del mundo. Es un tema que yo reflexiono, y digo que quizás no existe el 'conflicto mapuche' y quizás lo que existe y estamos padeciendo hace bastante tiempo es el 'conflicto chileno'", comenta.
—¿Cuál es ese conflicto?
"Chile tiene un conflicto consigo mismo. Los mapuche tenemos claridad de muchas cosas: de dónde venimos, quiénes son nuestros ancestros, estamos recuperando cultura, identidad, memoria, lengua y territorio también, por supuesto. Pero tenemos unos vecinos al lado que tienen conflictos serios con su identidad. ¿De dónde vienen? ¿Quiénes son sus ancestros? ¿Descienden de los barcos o de los indígenas? Es algo que se arrastra hace mucho".
"Los mapuche sabemos de dónde venimos y quiénes son nuestros ancestros, pero tenemos unos vecinos al lado que tienen conflictos serios con su identidad. ¿De dónde vienen? ¿Quiénes son sus ancestros? ¿Descienden de los barcos o de los indígenas?"
Pedro Cayuqueo
Dice que lo ha visto mientras escribe el segundo tomo de Historia Secreta Mapuche, que se va a centrar en el siglo XX. "Para el centenario de Chile, en 1910, había revistas capitalinas donde recomendaban cómo blanquear la piel, un fenómeno social muy extendido en Chile en ese momento. Chile, en el siglo XXI, sigue todavía rindiéndole culto a cánones de belleza que son foráneos y que no representan lo que somos como sociedad mestiza e intercultural", cuenta.
—Y eso que describe, ¿cómo se puede trabajar?
"El caso neozelandés es muy interesante, porque lo que operó en Nueva Zelanda hace ya tres o cuatro décadas no fue solamente que se legislaran algunas leyes, se avanzara en reconocimiento y se hicieran políticas públicas pertinentes con los maorí, no. Fue algo mucho más profundo. En Nueva Zelanda hubo una discusión que involucró a todos los estamentos de la sociedad —columnistas de los periódicos más importantes, intelectuales, artistas, la sociedad civil, las universidades— en torno a una pregunta fundamental: ¿Qué somos los neozelandeses? ¿Somos británicos en la polinesia o somos polinésicos? ¿Qué somos, después de 200 o 300 años de vivir en esta isla, en medio del Pacífico? ¿Seguimos siendo descendientes de británicos o a estas alturas ya somos polinésicos?"
—Es una pregunta que lo replantea todo.
"Y la respuesta determinó la resolución del conflicto con los maorí. Si la respuesta hubiera sido 'seguimos siendo británicos en la polinesia', entonces había que fortalecer la cultura británica y los lazos con Inglaterra, y lo maorí hubiera quedado fuera, seguirían siendo estos indígenas ancestrales de la isla que están desapareciendo y que para desarrollarse se tendrían que transformar en británicos. Pero fue todo lo contrario: la respuesta de la sociedad neozelandesa fue que, a esas alturas, eran polinésicos, y si eso eran, lo que estaban haciendo con los maorí era terrible, era una vergüenza y tenían que cambiarlo, mejorarlo, y dejar de excluir".
—¿Chile no está en el mismo punto que Nueva Zelanda todavía?
"Mi esperanza es que esto cambie mediante la herramienta principal de cambio cultural que existe en el mundo, y que todavía no ha sido reemplazada por nada, que es la educación. Lo que más requiere Chile en este minuto es un cambio cultural profundo respecto de cómo ve y cómo entiende su relación con los pueblos originarios, porque Chile todavía no se hace esa pregunta fundamental: ¿Qué son los chilenos? ¿Descendientes de españoles en este territorio, o a estas alturas ya son descendientes y primos de los pueblos originarios que le pusieron nombre a los cerros, a los ríos, a los valles y a la costa de este territorio maravilloso que habitamos juntos? Esa pregunta fundamental es cultural, es filosófica, y es una pregunta que tengo la esperanza de que algún día nos hagamos todos".