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Urbanista critica sesgos de género en las ciudades: "No se arregla con más luces para que las mujeres se sientan seguras"

Liliana de Simone inició el proyecto Ciudad&Género para abordar un problema: que se considere a un único modelo hegemónico de ciudadano al momento de planificar el espacio urbano, lo que no solo deja fuera a las mujeres sino también a ancianos, niños y personas con movilidad reducida.

01 de Mayo de 2019 | 09:16 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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El Mercurio
SANTIAGO.- Hay un término filosófico que Liliana de Simone —arquitecta, doctora en Estudios Urbanos y académica de la U. Católica— utiliza mucho para hablar de temas que no se relacionan, en lo aparente, con la filosofía: la "otredad", esa noción de que el otro es un individuo diferente que ayuda a la construcción de la propia identidad. "Es fundamental que empaticemos con la otredad, que entendamos qué significa ser otro más que creer en una abstracción de que somos todos iguales", dice, mientras analiza la forma en que todavía se construyen las ciudades.

De Simone tiene una crítica desde hace años: el espacio urbano está construido pensando en un único modelo hegemónico de ciudadano —un hombre, joven, sin problemas de movilidad— y pasa a llevar a todos los que se escapan de ese prototipo. Para eso se apoya en estudios y ejemplos, y tiene una visión particular: en ese proceso, quienes terminan siendo más perjudicadas son las mujeres y todo aquello que se puede asociar con lo femenino. Por eso fundó en 2009 Ciudad&Género, una iniciativa que busca, en primera instancia, visibilizar el problema.

"Si no tenemos visibilidad de los sesgos de género al momento de planificar ciudades y políticas públicas, de responder a los problemas de la gente en sus barrios y sus ambientes construidos, mucho menos vamos a lograr soluciones. La gente no los ve porque en la división sexual del trabajo, la esfera de lo doméstico ha estado tradicionalmente privada de publicidad", explica en conversación con Emol.

Plantea una pregunta que, asegura, casi nadie se cuestiona: ¿Cuáles son las cosas que consideramos domésticas? "El cuidado y la violencia se perciben como domésticos, pero también ciertos temas de cómo nos movemos las personas en la ciudad, lo que no es privado y de hecho es bastante público, pero tiene una percepción doméstica. Es bastante importante, porque cuando uno empieza a destrabar la manera como binariamente vemos el mundo —hombre y mujer, masculino y femenino, doméstico y público— empezamos a tener mayor conciencia", agrega.

Profesora invitada en la U. de Berkley en California, la urbanista ha profundizado sus estudios acerca de cómo se manifiesta esta diferencia en el transporte, el urbanismo y el consumo. Es también profesora de la cátedra Género y Ciudad de la U. Católica, que tuvo el año pasado su primer curso en el Instituto de Estudios Urbanos con 80 alumnos de todas las áreas. El interés por el tema, asegura, va en ascenso. "Estamos viviendo un momento radical", dice, "y yo, por lo menos, soy optimista".

Fijar la vista en la realidad femenina


—Has estudiado mucho la forma en que se manifiestan estos sesgos de género en el espacio público, ¿qué has visto en la realidad chilena?
—Un ejemplo muy evidente es la tarjeta Bip!, que tiene problemas desde que se planteó como política pública. ¿Cuál es su premisa? Que para moverte desde un punto A, como tu casa, a un punto B, como tu trabajo, puedes tomar el metro y dos buses y se te va a cobrar una sola tarifa, porque se asume que no todos viven cerca de un Metro y que todos merecen las mismas oportunidades. Eso soluciona la redistribución económica, pero no hace un reconocimiento de las diferencias que implica enfrentar esa situación al ser mujer.

—¿Y cuáles son esas diferencias?
—Las mujeres suelen tener otras trayectorias para moverse en la ciudad, que es lo que llamamos viajes poligonales, porque pasan por muchos puntos. Salen desde ese punto A que es su casa, pero primero van a dejar a un hijo a la sala cuna, después van al consultorio a vacunar a un abuelito, después pasan al municipio a hacer algún trámite y recién entonces se van al trabajo. A la vuelta pasan primero a comprar el pan para la once y recién entonces se van para la casa. ¿Cuántas veces pasó la Bip! esa persona? ¿Cuántos trayectos se le cobraron? Esa diferencia no se reconoció en el diseño de esa política.

"Si ponemos el foco en las mujeres, probablemente también pongamos el foco en otros grupos abyectos o escondidos, grupos con los que las autoridades no están empatizando"

Liliana de Simone
—Entonces la clave sería fijar la vista en la particularidad de cada realidad.
—Claro, por ejemplo pasa también en los procesos de participación ciudadana de los proyectos urbanos. Cuando uno hace una reunión antes de construir un parque, llega un 80% de mujeres y un 20% de hombres, pero los que levantan la mano para hablar son, en su mayoría, el 20% masculino. Y después, cuando termina, las mujeres empiezan a acercarse de a una a decir que que no quisieron hablar frente a todos, porque les daba vergüenza, que consideran que hay una luminaria mal puesta, que el acceso debiese ser por otro lado, o que su hijo no pudo venir, pero ella vino en representación de él.

—Y tú, que llevas tiempo estudiando esto, ¿a qué atribuyes ese recelo a participar de forma pública?
—Por un lado las mujeres no se sienten preparadas para hablar en público, porque no se les ha dado educación cívica para emitir una opinión y sentirse responsables de ella, pero también ocurre que acuden a hablar en representación de otros. Por eso tienes que formular instrumentos de planificación que reconozcan la participación ciudadana de las mujeres en todos sus roles. Quizás no van a hablar de la forma en que esperamos, pero sí van a emitir opiniones de manera divergente. Además su opinión es valiosa, porque por sus roles culturales, las mujeres están más en conciencia de las diferencias.

—¿Cuál es la solución, entonces, para que participen?
—Son muchos factores, porque tampoco se trata de hacer más reuniones. Muchas veces pensamos que las mujeres tienen más tiempo de participar en estas actividad y no, es todo lo contrario. Existe un concepto que se llama "pobreza del tiempo" y hay estudios que demuestran que las mujeres que cumplen roles productivos y reproductivos sienten que les faltan cuatro horas al día para hacer sus cosas. Cualquier mujer que tenga una familia y trabaje te lo va a decir, independiente de su segmento socioeconómico, tenga nana o no tenga nana. Muchas autoridades piensan que la solución es aumentar las instancias de participación, pero ¿eso es mejor o peor para la vida actual de las mujeres?

Pensar en el otro


—Hay países en América Latina, como México o Colombia, que han desarrollado políticas drásticas para combatir los consecuencias de estas diferencias, como separar el espacio para hombres y mujeres en los vagones de metro. ¿Es el camino que debería seguir Chile?
—Hay algo que es fundamental, y es que no se puede llegar y aplicar lo que está funcionando en Barcelona, Ciudad de México o en Medellín. Es necesario traducir a la cultura, la idiosincrasia y las prácticas locales. Cuando hablamos de urbanismo género-consciente, hay cuatro aspectos básicos: primero redefinir los roles de género, después traducir a fórmulas locales, pasar a formular con aplicaciones que sean integrales y tengan en consideración los presupuestos disponibles, y sólo entonces la aplicación. No se soluciona solamente poniendo más luces para que las mujeres se sientan más seguras, en lo absoluto: se necesitan enfoques que sean estratégicos.

—Los detractores de las políticas con enfoque de género dicen que son, a su vez, discriminadoras. ¿Cómo aportan estas opciones al resto de la sociedad?
—Si ponemos el foco en las mujeres, probablemente también pongamos el foco en otros grupos abyectos o escondidos, grupos con los que las autoridades no están empatizando. Hay estudios que muestran que los proyectos que tienen enfoque en los derechos de las mujeres terminan siendo buenos también para niños y niñas, para la comunidad LGBT, los ancianos, las personas con movilidad reducida. Cuando rompes con la idea de que todos somos iguales —todos medimos 1.70 metros, tenemos dos manos y dos pies, nuestro cuerpo no cambia con la edad— empiezas a ver un montón de otros tonos en el arcoiris y logras que muchas otras personas sean representadas, aunque el proyecto no esté directamente apuntando a ellos. Es un urbanismo desde el enfoque de que todos cabemos, y todos tenemos que estar presentes.

"Hay que tener cuidado de no hacer ordenanzas que quedan muy bien en el papel y tienen mucha cobertura mediática, pero que se han aplicado solo dos veces y ninguna llegó a tribunales, y que no necesariamente se aplican a la realidad de una mujer caminando por la calle"

Liliana de Simone
—Y en Chile, ¿qué se está haciendo?
—Hay ejemplos maravillosos que están naciendo de las bases y hemos descubierto que hay muchas iniciativas que están caminando hacia ese lugar. Hay muchas mujeres empoderadas en municipios muy pequeños, hay muchas alcaldesas haciendo cosas magníficas y que están cambiando la manera como se hacían las cosas tradicionalmente. Yo soy optimista. Si bien son cosas muy emergentes y estamos atrasados frente a lo que está pasando en Colombia, que tiene políticas de enfoque de género mucho más aplicadas y una Secretaría de las Mujeres en Medellín, yo creo que vamos para allá y vamos rápido.

—¿Cuál es tu opinión de las iniciativas que han buscado frenar el acoso callejero, como las ordenanzas municipales, que lograron poner el tema en el debate?
—Hay que tener cuidado de no hacer ordenanzas que quedan muy bien en el papel y tienen mucha cobertura mediática, pero que se han aplicado solo dos veces y ninguna llegó a tribunales. Aunque son experiencias comunicacionales potentes, no necesariamente se aplican a la realidad de una mujer caminando por la calle, que no va a denunciar porque quizás no tiene tiempo, porque tiene que llegar al trabajo o porque tiene un hijo en la casa. Ese tipo de situaciones hay que bajarlas, hay que empatizar con distintos tipos de mujeres, porque no somos todas iguales y las violencias a las que estamos expuestas son distintas.

—Pasó en Casablanca que un juez se burló de la ordenanza anti acoso. La realidad cambia también al alejarse de la Región Metropolitana...
—Hay una escala tiempo espacio que es fundamental entender: si tú te alejas del centro de donde se hablan estas cosas, a veces es como si viajaras en el tiempo. Es iluso pensar que porque en Santiago pusimos una ordenanza, en todo Chile va a haber un cambio. Quizás necesitamos pensar en políticas y estrategias específicas para cada región. Ser mujer no es lo mismo en Antofagasta en las minas, en Puerto Montt en las salmoneras o en Santiago en una oficina; no es lo mismo ser estudiante acá que en Concepción. Es un problema especialmente difícil para nuestro país, que tiene una geografía local.
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