Cuando niña, Mabel Arjel (48) estaba acostumbrada a ver televisión en su casa en Punta Arenas. También a prender los interruptores y enchufar electrodoméstico nunca se detuvo a pensar. "Crecí con luz, pero después llegué donde no había luz", cuenta al teléfono desde Isla Queullín, en la comuna de Calbuco en la Región de Los Lagos. Como las otras 113 familias de la isla, no tiene suministro eléctrico. Nunca ha tenido. "Siempre nos decían: 'ya viene la luz', pero nunca se concretaba nada. Nunca", dice.
Queullín es la isla más alejada del archipiélago de Calbuco y está formada por barrancos que alcanzan hasta 60 metros. En ella viven 114 familias —un aproximado de 600 habitantes— y hasta allí solamente se puede llegar en embarcación. Las oficiales salen los días lunes, jueves, viernes y domingos, y son las que traen el combustible para los generadores, la única forma de tener electricidad en ella.
Las viviendas de la isla forman parte de las 5 mil a nivel regional que no cuentan con suministro eléctrico de manera constante y Los Lagos es, a su vez, la región que lidera el déficit energético, con el 17% de los casos a nivel nacional. Así lo mostró el Mapa de la Vulnerabilidad Energética que presentó este martes el Gobierno y que pretende, a un ratio de 2.500 viviendas anuales, electrificar a todo el país.
En el archipiélago de Calbuco, la única que falta es Queullín, a pesar de que en 2017 el Consejo Regional aprobó el uso de más de mil millones de pesos para concretar un proyecto mixto de energía eólica-solar y de diésel, que venía de 2014. "Hace diez años se empezó a trabajar en proyectos de electrificación del archipiélago y se ha ido logrando en todas las islas, pero nos faltaba esta, que se demoró más de lo que pensábamos", dice a Emol el alcalde de la comuna, Rubén Cárdenas.
El jefe comunal asegura que la licitación ya fue adjudicada y que el proceso está "en la mitad". "Estamos en la parte administrativa y en septiembre comienza el trabajo de lleno en terreno. Estamos ad portas de que, de aquí a un año, la gente cuente con luz", asegura.
Mientras, la vida en la isla sigue de manera anacrónica, en medio de cierta incredulidad ante la promesa eléctrica. "Moriremos, decían algunos, y no habrá energía. Hoy hay un proyecto: lo tenemos aquí al frente y está a punto de realizarse. Se veían tan lejano, como imposible. Era como un sueño que a lo mejor cuándo... Y ahora esperar un par de meses más no es nada. No es nada", dice Arjel.
Vivir sin luz
Arjel desembarcó en la isla hace 28 años, cuando se casó. "Llegué y no había televisión. Las pocas que habían funcionaban con batería. Tampoco había generadores. Habían lámparas Petromax (a parafina) o simplemente mecheros a parafina y bueno, la vela. Toda la vida nos ha acompañado la vela", recuerda.
En esos años, su marido trabajaba en la pesca. "El gas era algo que uno no podía darse el lujo de comprar. Muchas veces me tocaba calentarle la leche a mis hijos con un mechero, porque no tenía ni siquiera un termo como para tenerles agua caliente en las noches cuando se despertaban. Cuando colgaba los pañales blancos en la cocina en las noches, amanecían hollines por los mecheros", relata.
$90 mil gasta por mes en luz
Dice que en sus 28 años en la isla ha escuchado muchas promesas que nunca se concretaban. "Nadie se interesaba porque somos una isla con tan pocas viviendas. No sé si los gobiernos pensaban que éramos poco aptos, o cuál habrá sido el impedimento", se pregunta. Cuenta que enviaron cartas, que incluso un curso que viajó a Santiago en Octavo Básico llevó una petición formal.
Por ahora, la única manera de obtener electricidad es a través de generadores que funcionan con combustible. "Yo camino cerca de 40 minutos para comprar 20 litros de combustible, o lo que puede dar el bolsillo, y de ahí, cuidándolo, se puede tener luz unos diez días", calcula. El motor, dice, gasta dos litros diarios para tres o cuatro horas de luz. Ella las usa para ver las noticias, cargar los celulares y hacer que el refrigerador vuelva a congelar. Mensualmente gasta cerca de 90 mil pesos en obtener energía.
Como es un problema comunitario, los habitantes se organizan para hacerle frente. "Para cargar combustible nos ponemos de acuerdo y pagamos el flete a medias. Las camionetas nos cobran 3 mil pesos hasta las bencineras, y entre dos ya baja un poquito el costo", comenta. Pero la comunidad, asegura, está esperanzada. "Es un sueño que se veían tan imposible y hoy lo tenemos aquí, a la vuelta de la esquina", concluye.