SANTIAGO.- A poco menos de un año de que aplacara la revolución de 1851-marcando así el predominio de Santiago sobre el resto del país- el Presidente
Manuel Montt concretó en la capital una idea traída desde Perú: una institución para el tratamiento de "dementes", bautizada como
La Casa de Orates de Nuestra Señora de Los Ángeles.
El recinto, cuyo nombre moderno es Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak, volvió a la palestra mediática esta semana tras el hallazgo de un antiguo y misterioso túnel bajo la Avenida La Paz mientras la empresa Enel realizaba trabajos.
Y es que dicho pasadizo conecta la actual Facultad de Odontología de la U. de Chile, en Independencia, con el mencionado Psiquiátrico, en Recoleta. Es más, las primeras informaciones hablan de que esto podría ser parte de una red subterránea que conectaba a diversos centros de salud del sector de La Chimba entre mediados del siglo XIX e inicios del siglo XX.
La idea de levantar una centro de atención para "enajenados", cuando en Chile este tipo de patologías no eran elevadas a la categoría de enfermedad y no existía medicación para ellos, vino del entonces intendente de Santiago, Ángel Ramírez. Durante un viaje a Perú conoció la Casa de Locos de San Andrés y, al volver a Chile y ser nombrado intendente, llevó a cabo un proyecto que permitiría prestar socorro a los "dementes". El 8 de agosto de 1852 se levantó la Casa de Orates, situada en un principio en el barrio Yungay.
Hacinamiento y "abandono" de enfermos
Antes de ello, las personas con esa clase de trastornos en la ciudad permanecían encerradas en sus casas, en las cárceles, o deambulando por las calles. Mientras que quienes provenían de familias con mayor poder adquisitivo eran enviadas a Lima.
Al poco tiempo, según consigna un documento del Ministerio de Salud, se advirtió sobre las malas condiciones en las que residían estas personas. De hecho, en mayo de 1854, el sacerdote Juan Ugarte renunció al cargo de presidente de la junta directiva al mando del establecimiento, acusando "la miseria y el abandono de los enfermos, hacinados cual inmundos cerdos en un rincón de la república y en peor estado que los más infames criminales".
Tras su salida, el Gobierno de Montt invirtió un total de $20 mil para comprar al arzobispado capitalino un sitio de cuatro cuadras para construir el nuevo edificio. Se le encargó al arquitecto Fermín Vivaceta la edificación de la obra cuyo ingreso era por la calle Los Olivos, en la actual Recoleta.
Crédito: M100/El Mercurio.Cultura
En ese período, la institución era administrada por una junta directiva que tuvo constantes problemas con internistas que se desempeñaban en el lugar. Uno de los médicos destacados fue el doctor argentino Ramón Elguero, quien llegó al recinto en 1860 y se empeñó por calificar a la locura como una enfermedad recalcando que debía ser tratada por los médicos.
Pese a ello, las condiciones en las que vivían los enfermos no cambiaron demasiado. Según documentos de la época, en 1890 habían centenares de pacientes, en su mayoría crónicos, hacinados en habitaciones de tres por cuatro metros en las que dormían hasta 17 personas. El encierro se extendía desde las 19.00 horas hasta las 07.00 horas, producto de la falta de personal.
Túnel, división y nuevo nombre
Según el texto del Minsal, ya se tenía registro de túneles en La Casa de Orates, pues en 1905 se abrió la Avenida Cementerio (hoy Avenida La Paz), "lo que determinó la construcción de un túnel para unir la casa con la sección que quedaba al poniente de la avenida".
Fue en 1920 cuando el entonces subdirector del establecimiento, doctor Jerónimo Letelier, dividió el recinto en tres secciones: Hospital Psiquiátrico, para ingresos voluntarios y de observación; Manicomio, para alineados peligrosos y antisociales; y Asilo de Temperancia, para adictos. Mientras en 1901 trabajaban cinco médicos, en 1925 la planta pasó a ser de 25 profesionales de distintas especialidades.
En 1927 la parte del Hospital Psiquiátrico pasó a ser bautizada como la Clínica Universitaria de Psiquiatría, hasta que en 1959 fue traspasada a la Universidad de Chile. Y todo lo que no correspondiera a dicha clínica, pasó a denominarse Manicomio Nacional, que contaba con atención de urgencia y tres servicio de pacientes agudos a cargo de los doctores Isaac Horwitz Barak, Octavio Peralta Varela y Agustín Téllez Meneses.
Incendio
Años después, en 1946, la central telefónica de la Compañía de Bomberos de Santiago recibió en la mañana del 16 de febrero una alarma de que había fuego en dependencias del Manicomio Nacional ubicado en las calles de Avenida La Paz y Los Olivos. Fueron 13 las personas fallecidas producto del siniestro que destruyó gran parte del recinto.
Tras años de discusión en el Congreso, el Servicio Nacional de Salud invirtió $150 millones en el recinto que volvió a levantarse en 1956, esta vez bajo el nombre de Hospital Psiquiátrico.
Las antiguas dependencias de pacientes agudos fueron reemplazadas por unas más modernas, el entorno hospitalario mejoró y la atención se tornó más profesional, transformándose en el establecimiento para tratamientos psiquiátricos más grande del país. Y en 1988 tomó el nombre de Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak, en honor a quien actuó como su director y jefe del servicio en 1978 y especialista en el tratamiento de pacientes alcohólicos, quien falleció ese mismo año.