SANTIAGO.- "A veces seguimos haciendo esa distinción entre la 'vida real' y las vida en las redes sociales, como si no fuera real. La vida ahí —para un adolescente, hoy día, en el año 2019— es muy real: tanto o más real que lo que ocurre presencialmente", explica a Emol la jefa de desarrollo de contenidos de la Fundación Todo Mejora, Rocío Faúndez.
Y profundiza: muchas de las relaciones más significativas de la juventud y su espacio de reconocimiento está situado en ese contexto. "Por lo tanto, cuando en el espacio online te hostilizan, te acosan y te ridiculizan, incluso personas que no conoces directamente o cuando es toda tu comunidad educativa, el nivel de daño a la salud mental que se produce es súper gigante", añade.
El fenómeno del acoso online o ciberbullying, que nació de la mano de internet y las redes sociales, no deja de crecer en el país. Así lo demostró la última Encuesta Nacional de Juventud, realizada por el Instituto Nacional de la Juventud (Injuv) y Adimark cada tres años, que registró que un 21% de jóvenes entre 15 y 29 años ha sido víctima de ciberacoso. La cifra es nueve puntos mayor que la obtenida en 2015.
La medición también registra un alza importante en las situaciones de violencia física y psicológica en el lugar de estudios, que alcanzaron un 25,2%. En la encuesta anterior, la cifra era de 20,6%. En Todo Mejora, una organización que se dedica a promover el bienestar de niños, niñas y adolescentes que sufren bullying y comportamiento suicida asociado a discriminación, las cifras son esperables.
"Los resultados nos hacen muchísimo sentido con el trabajo que nosotros hacemos y con lo que vemos todos los días. Tenemos una línea de atención que funciona a través de una app, y lo que vemos es justamente eso: el ciberacoso, que hasta hace poco era algo que no se conocía y se nombraba poco, ha empezado a aparecer recurrentemente", agrega Faúndez.
"Desnormalizar" la violencia
Quienes también se dedican a trabajar para erradicar el acoso entre jóvenes son Evanyely Zamorano y Emanuel Pacheco, padres de Katy Winter, quienes hoy dirigen la Fundación Katy Summer. Para ellos, el aumento de las cifras es un reflejo de la "mayor conciencia" que hoy existe en torno a este fenómeno.
"Anteriormente, ante alguna situación que vivían en su colegio, los chicos no la reportaban como bullying, porque de alguna forma la sentían normalizada. Muchos adultos también normalizan episodios de violencia como algo común y corriente, que ellos sobrevivieron cuando jóvenes y que forma parte del proceso formativo de los niños", dice Pacheco a Emol.
"Es importante evitar esa dicotomía, como si algunos chicos fueran víctimas y otros victimarios, porque la evidencia te muestra que son roles que se van asumiendo en distintos momentos y que muchas veces los que han sido víctimas son victimarios a su vez de aquellos que perciben como más débiles"
Rocío Faúndez, Todo Mejora
"Nosotros vemos con buenos ojos que los números aumenten, porque de alguna forma van mostrando lo que es la realidad y van permitiendo darle voz a aquellos niños que no se atreven a decir que están viviendo agresiones porque creen que en su comunidad los van a normalizar. Hablar de esto ayuda a que se desnormalice. No porque nosotros como adultos lo hayamos 'sobrevivido' significa que nuestros hijos tengan que vivirlo", agrega.
El diagnóstico se asemeja al que tienen en Brave Up!, una organización que previene, educa, mide y facilita la detección de casos de acoso escolar y ciberacoso mediante charlas, talleres, diagnósticos y la aplicación de tecnología. Para Felipe Zanoni, director de programa, el alza corresponde a que la gente "tiene más conciencia de lo que es el ciberacoso".
"Por el trabajo que realizamos con los estudiantes y apoderados, y por los datos que hemos logrado levantar a través de nuestros instrumentos de medición, vemos que la gente muchas veces no entiende qué es el ciberacoso. Han proliferado campañas y actividades orientadas a comunicar de qué se trata, y esta encuesta refleja en que la gente tiene más conciencia", explica a Emol.
"Nosotros vemos en los datos que trabajamos que la gente puede identificar lo que es la violencia, pero muchas veces no lo sabe calificar como ciberacoso. Hoy hay más claridad respecto a lo que es ser víctima. En general la sociedad se ha dado cuenta de que esto es un problema que hay que enfrentar", añade, aunque advierte: "Esto no corresponde a una actitud más práctica de parte de los apoderados. Hay mayor conciencia, pero esto no se condice con mayor cuidado. Nuestra postura es que no hay que prohibir, sino que hay que educar. La tecnología va a seguir ahí, y cada vez más".
Poner el foco en salud mental
Además del aumento en cifras de acoso, la encuesta reveló indicadores preocupantes en sintomatología depresiva: un 40% de los jóvenes se ha sentido con pocas ganas de hacer cosas, 11,5% presenta problemas persistentes para dormir, un 5,3% no se siente capaz de superar sus problemas y un 8.3% tiene poca confianza en sí mismo, panorama que se complica aún más en mujeres.
Para la Fundación Katy Summer, existe una relación directa entre estas cifras y las de bullying. "Es necesario que los colegios se hagan cargo de la salud mental de los alumnos que han sido víctimas de bullying y de aquellos que lo realizan, porque creemos y hemos visto que es la precariedad en el tratamiento de la salud mental de los alumnos la que gatilla que se vuelvan agresivos contra otros o terminen hiriéndose a sí mismos", dice Pacheco.
5,8% de los jóvenes accede a tratamiento en salud mental, pese a que 5,5% ha pensado en terminar con su vida
Con él coincide Faúndez, desde Todo Mejora. "Es importante evitar esa dicotomía que se suele hacer, como si algunos chicos fueran víctimas y otros victimarios, porque la evidencia te muestra que son roles que se van asumiendo en distintos momentos y que muchas veces los que han sido víctimas son victimarios a su vez de aquellos que perciben como más débiles, o que puede ser una estrategia para reposicionarse dentro de la escala social de la escuela", explica.
"La ansiedad es simplemente parte del circuito del miedo y los entornos hostiles hacen que la violencia, las agresiones y el acoso se normalicen. Por lo tanto, hoy día lo que estamos haciendo es demostrar que no es normal y que no debemos normalizar", dice Zamorano, madre de Winter.
A ellos les preocupa el lugar que la salud mental de los jóvenes parece tener en las prioridades presupuestarias del Estado. "Lo que se invierte en salud mental es menos del 2% del presupuesto del Ministerio de Salud, mientras países con ingresos similares a los de Chile han logrado invertir un 6 o 7%, que es lo que aconseja la OMS", explica Pacheco. "Si nos preocupa de verdad la salud mental de los jóvenes, tenemos que empezar a generar instancias para que nos hagamos cargo de ello, tanto con recursos como con instancias superiores".
Un desafío "conjunto"
Según la encuesta, sólo un 5,8% de los jóvenes están en un tratamiento asociado a la salud mental y un 43,7% considera nada o poco posible costear este tipo de consultas. La cifra es peor en los rangos socioeconómicos más bajos, donde llega a un 55,6% y en los sectores rurales, donde alcanza 53,8%.
"60% de quienes nos contactan tienen 19 años o menos y es un público que no llega a pedir hora a los consultorios y no accede a salud mental, no solo por lo caro que resulta, sino porque además el público adolescente es uno que en general se acerca poco a lo que percibe como muy institucional. Es importante que puedan acceder a instancias que perciban como un espacio seguro, no amenazante, confidencial y desprovisto de juicios", dice Faúndez.
"La ansiedad es simplemente parte del circuito del miedo y los entornos hostiles hacen que la violencia, las agresiones y el acoso se normalicen. Por lo tanto, hoy día lo que estamos haciendo es demostrar que no es normal y que no debemos normalizar"
Evanyely Zamorano, Fundación Katy Summer
En ese sentido, la tecnología vuelve a cobrar un rol relevante. "Se tiende a ver las tecnologías solo como una amenaza y lo que nosotros vemos es que en realidad las tecnologías pueden también ser un espacio para aproximarse y desarrollar intervenciones innovadoras hacia este público, porque los adolescentes hoy en día no llaman por teléfono", agrega.
"En las escuelas hay todo un antagonismo con el tema de las tecnologías y los celulares, y lo que nosotros vemos es que lo más importante es que el mundo adulto se transforme en mentor digital de los niños, niñas y adolescentes. Hay que ir pensando en cómo incorporar las tecnologías con estrategias pedagógicas, más que en prohibirlas, porque eso es una ilusión: ese es el mundo que hoy día están viviendo", añade.
Además del bajo acceso a tratamiento, preocupa la cifra en torno a ideación suicida: un 5,5% de los jóvenes declara que alguna vez ha tenido ganas de terminar con su vida y un 1,8% admite que ese sentimiento es permanente. En Chile, desde hace un año es obligatorio para los establecimientos educacionales tener protocolos de prevención de riesgo suicida y de intervención en caso de la ocurrencia de uno dentro de la comunidad educativa.
"Es algo que los establecimientos muy recientemente están empezando a asumir y sienten que es un desafío que los sobrepasa, pero la verdad es que es una tarea conjunta que se tiene que abordar entre las familias, el sector de salud y el de educación. Es la única manera de abordar este desafío hoy, porque ningún sector por sí solo se puede hacer cargo", concluye.