SANTIAGO.- Fue un debate prominente en 2018, enmarcado en el movimiento feminista, y que se tomó las redes sociales y las conversaciones de sobremesa: la necesidad planteada por las mujeres de que el lenguaje las visibilizara y que los plurales dejaran de ser exclusivamente alusivos al género masculino.
Expresiones como "todes" o "todxs" se han vuelto cada vez más comunes, y han provocado reacciones mixtas en la ciudadanía. Hay quienes defienden su uso como una reivindicación histórica, mientras otros rechazan una "deformación" del lenguaje.
Pero el debate no se ha limitado al género. También han surgido demandas de reivindicación con respecto al lenguaje para otros grupos de la población, como aquellos que están en situación de discapacidad, la manera recomendada de llamarlos, en lugar de "minusválidos".
Hoy, es otro el grupo que pide un cambio en el lenguaje con el que se refieren a sus integrantes, y se trata de una demanda que es, además, una prioridad para el gobierno: el de los adultos mayores, a quienes a menudo se les llama "abuelitos" o "tatitas".
"Esos términos son peyorativos porque en el fondo lo que hacen es sentar bases sobre el desempeño que tienen los adultos mayores en la sociedad, y ese desempeño se relaciona con una falta de fuerza, una 'nueva debilidad', como si fueran guaguas, pero grandes", explica a Emol la lingüista Viviana Ávila.
"Todas esas maneras de denominarlos, en el fondo, los desconfiguran como un sujeto adulto, menospreciando sus características de persona. Es lo mismo que pasa con los niños", añade.
Un fenómeno "nuevo"
"Las palabras influyen en cómo se construyen las realidades", asegura a Emol la Primera Dama, Cecilia Morel, quien trabaja directamente en la política de envejecimiento del Gobierno. "Hablar del 'abuelito' o del 'tatita' son eufemismos para no decir 'una persona'. Para las personas mayores, el verse reflejadas de una manera que no son empieza a cambiar su autoestima", agrega.
"La autoestima es el resultado de un reflejo de lo que yo pienso que soy y lo que me están dando los otros. Si resulta que no calza eso, va a empezar a haber un conflicto y va a terminar destruyendo la imagen que tengo de mí misma y creyendo la imagen que me están reflejando los demás", añade.
"No sé si la gente tenga conciencia y valorice al adulto mayor. Proponer un cambio de lenguaje es una política poco efectiva, porque para cambiarlo deben también cambiar las condiciones culturales"
Viviana Ávila, lingüista
Para Morel, en el fenómeno también influye que los adultos mayores sólo son consultados en temas relativos al envejecimiento, y no son una voz que se use a menudo para hablar sobre otros tópicos que toquen a la sociedad. "No es que sea caridad ni un cariño, es lo que corresponde", asegura.
Se trata de una preocupación que también comparte el ministro de Salud, Jaime Mañalich, quien explica que se trata de un fenómeno "nuevo". "Nunca antes la humanidad se había enfrentado a que la expectativa de vida era de 80 u 81 años y subiendo, en el caso particular de nuestro país", expone.
"¿Cómo hablamos? ¿Cuál es el lenguaje correcto? ¿Tenemos que usar el mismo lenguaje que usamos con los millennials o es otra forma de relacionarse con ellos? ¿Cómo los educamos? ¿Cómo los empoderamos?", se pregunta el secretario de Estado.
El cambio como requisito
El lenguaje impacta en el funcionamiento de la sociedad. Así lo explica Ávila, quien además es académica de la U. Adolfo Ibáñez y la U. Técnica Federico Santa María. "Los diminutivos generalmente tienen carácter peyorativo, porque cuando algo se disminuye, se disminuye también la configuración de ese referente. Ese es el problema con llamarlos abuelitos: se hace mucho énfasis en una falta de capacidad", explica.
Para lograr ese cambio, el Gobierno planea erradicar esas denominaciones de, por ejemplo, los servicios de salud. Pero la lingüista advierte que los cambios no llegan por mandato de una autoridad y que el proceso, en realidad, es más complejo.
"No es llegar y proponer que nadie les diga 'abuelitos' y todos les digamos adultos mayores, porque así no funcionan los cambios en el lenguaje", explica. "No sé si la gente tenga conciencia y valorice al adulto mayor. Proponer un cambio de lenguaje es una política poco efectiva, porque para cambiarlo deben también cambiar las condiciones culturales", asegura.
A su juicio, la demanda se enmarca en un contexto. "Pienso en las propuestas de lenguaje inclusivo y en la poca acogida que reciben, porque estas campañas aluden a grupos que no son 'prestigiosos' dentro de la sociedad. En general, los términos con los que se les menciona están en una situación de desventaja. Se demuestra así que es una población que está oprimida respecto del resto", dice.
Por eso el cambio en el lenguaje llegaría como consecuencia de un cambio en la concepción que la sociedad tiene de estos grupos: la niñez, la discapacidad, los adultos mayores y las mujeres. "Si se quieren cambiar las palabras que ya se usan para mencionar una existencia que alude a referentes que están oprimidos, entonces sí cambia la manera de configurar el pensamiento de las personas con respecto a ellos", concluye.