SANTIAGO.- "Mañana a cobrar", decía un video de nueve segundos donde un estudiante de Quilpué exhibía un arma de fuego y mencionaba el nombre de una profesora. El registro se viralizó y causó temor en la comunidad educativa: personal uniformado llegó al Colegio Aconcagua de Quilpué y los apoderaron retiraron a los estudiantes.
Horas después, un joven se entregó a Carabineros presentándose como autor del video. Una semana antes, a mediados de agosto, otro video circuló por WhatsApp en la comunidad del Instituto Nacional, donde alguien mostraba y apretaba el gatillo de un revolver.
Este jueves, un escolar de 17 años fue detenido en Temuco por portar un arma de fogueo adaptado para munición calibre 22 en el recinto educacional. Ninguno de los casos recientes terminó con la concreción de un ataque, pero a fines de mayo, en el Patagonia College de Puerto Montt, un alumno de 1° medio disparó a un compañero de curso.
Los episodios han generado preocupación, en un contexto mundial en el que otros países han sido testigos de complicados casos de violencia armada en los recintos educacionales, como es el caso de EE.UU, donde "existe una historia marcada por el uso de armas y por problemas en la regulación de las mismas", como explica el académico de la Facultad de Educación de la U. Diego Portales, Gonzalo Muñoz.
"No creo que podamos comparar lo que ocurre en Chile con lo que viene ocurriendo hace ya algunos años en países como EE.UU. En Chile este tema es un fenómeno reciente y completamente excepcional", asegura a Emol. Aunque la evidencia muestra, asegura, que "no estamos frente a una escalada de violencia escolar", los casos sí deben ser enfrentados con "estrategias de prevención integrales".
Entender el fenómeno
"Las razones y causas de este tipo de fenómenos son múltiples y, por cierto, trascienden a las instituciones escolares, que deben enfrentar la violencia escolar desde su misión formativa", explica Muñoz.
Para profundizar en los motivos que permiten que estas situaciones se generen, el investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) y académico de la Escuela de Psicología de la U. Católica, Christian Berger, explica que son varios los factores que operan.
"Darle a la escuela atribuciones y labores policiales, como revisar los carnets, la desvirtúa de su tarea esencial, que es educar integralmente y crear un ambiente formativo donde la violencia no tenga cabida"
Gonzalo Muñoz, académico UDP
"Hay un factor de imitación. Efectivamente mientras más programas de televisión y noticias hay con armas, se imita, pero también tiene que ver con la experiencia de los estudiantes, que cada vez están más solos y cada vez con más necesidad de ser reconocidos de alguna manera", asegura.
Berger también enfatiza en que la situación en Chile todavía está lejos de considerarse una crisis. "La violencia en las escuelas no ha aumentado, de hecho, las estadísticas muestran que ha disminuido. Aparecen más en la prensa, pero las estadísticas aseguran que son menos frecuentes que antes", comenta.
Para el académico, existe otro factor a considerar: quiénes son hoy en día los estudiantes. "El cuerpo estudiantil ha ido cambiando con medidas como la Ley de Inclusión y otros factores que han hecho que las escuelas sean diversas. Ya no tenemos un modelo de alumno único que se relaciona de una misma manera con los profesores, pero el modelo formativo es para todos igual", dice. "Tenemos alumnos muy diversos, y las estrategias tienen que ser mucho más complejas también".
Abordarlo "integralmente"
Para enfrentar la situación, ambos expertos aconsejan partir por el control de las armas. "En Chile la tenencia ilegal de armas en un delito y debe ser enfrentada desde esa perspectiva por la institucionalidad policial", dice Muñoz. "A la escuela lo que le corresponde es priorizar la prevención de la violencia y la construcción de espacios seguros para los estudiantes, lo cual solo es posible por medio de un abordaje multidisciplinario y del compromiso de toda la comunidad educativa", añade.
Con él concuerda Berger. "Lo primero es que no haya acceso a las armas. Suena a una obviedad, pero si no hay acceso a las armas, estas cosas no pasan. Tenemos que tener un mejor control de armas y no puede haber niños que tengan acceso a armas. Los colegios, como instituciones, tienen poco que hacer respecto del porte de armas, pero lo que pueden hacer es trabajar más con las familias, de manera que vayan tomando precauciones", comenta.
Lo que aconseja Berger es abordar el problema desde la psicología educacional, e ir "generando espacios de participación con los estudiantes". "Que un alumno amenace a un profesor con un arma tiene que ver con que no se siente escuchado, a tal nivel que llega a amenazar para que lo escuchen", plantea. "Hay que generar espacios de participación, de escucha y de organización más efectivos".
Ambos, también, concuerdan en desaconsejar una práctica: "Darle a la escuela atribuciones y labores policiales, como revisar los carnets, la desvirtúa de su tarea esencial, que es educar integralmente y crear un ambiente formativo donde la violencia no tenga cabida", dice Muñoz.
"En general, las medidas de sanción o de control punitivas o de castigo no son muy efectivas. Las políticas que se está pensando en implementar aquí, como el control de mochilas o los detectores de metales, no han sido efectivas a nivel mundial y lo que muestran es que más que bajar el uso de armas, lo que hacen es generar mucha rabia, mucho miedo y una cultura escolar negativa", añade Berger.
En ese sentido, también pone el foco en que el rol del profesor no debería ser, a su juicio, el de controlar este tipo de situaciones. "Darle esa responsabilidad al profesor es una locura", comenta. "Estás poniendo el foco en que los profesores tengan miedo y estén atentos a si hay armas en las salas o las mochiles se ven sospechosas, en vez de tener profesores dispuestos a conectarse con sus estudiantes. La labor del profesor no es ser un policía: es contener, acompañar y generar ambientes saludables para sus alumnos", concluye.