Hace solo unas semanas, a fines de noviembre, los ciudadanos suizos votaron un paquete de medidas para enfrentar la pandemia del covid-19, una iniciativa sobre el trabajo de enfermería y otra sobre el procedimiento de elección de los jueces federales.
Esta es una de las cerca de cuatro veces al año en que, en promedio, los ciudadanos suizos votan entre 10 y 20 asuntos políticos distintos a nivel federal, sin considerar otros temas a nivel cantonal (similar a las regiones chilenas) y comunal.
El país es reconocido por su sistema de democracia directa, en la cual los ciudadanos son considerados "el cuarto poder". Es por eso que su experiencia surge como una a observar en momentos en que miembros de la Convención Constitucional se han mostrado a favor de incluir instrumentos de democracia directa en la Constitución.
Sin ir más lejos, el embajador de Suiza en Chile, Arno Wicki, expuso en las audiencias públicas de la comisión de Principios constitucionales sobre el punto.
"Los mecanismos de democracia directa no son una panacea, no se pueden reproducir en cualquier contexto de manera simple y esperar que tengan los mismos resultados", ha repetido Wicki en distintas instancias. A su juicio, "hay que manejar las expectativas y estudiar bien el funcionamiento, y sobre todo las estructuras de incentivos que hay detrás de estos instrumentos y así evitar un pensamiento ingenuo o demasiado ideológico".
Un contexto particular
El embajador de Suiza en Chile explica a "El Mercurio" que para entender su sistema, lo primero es conocer el contexto suizo, un país federal que tuvo sus orígenes en cantones con una historia de más de 700 años donde ya se utilizaban elementos de democracia directa, que luego se debatieron e incluyeron cuando nació el Estado moderno en 1848.
Además, "tenemos un concepto que dice que solo se delega al nivel más alto lo que no se puede hacer a nivel más bajo. Por ejemplo, el Estado central solo se ocupa de temas que los cantones no pueden resolver y los cantones solo se ocupan de los temas que el municipio no puede hacer. Entonces, lo máximo se hace en la comunidad, lo que va creando una conexión más firme con la ciudadanía", afirma Wicki.
El sistema político suizo es un parlamentarismo donde el Congreso tiene solo cuatro sesiones al año, cada una de tres semanas de duración. Los parlamentarios ejercen esa función a tiempo parcial y al iniciar el proceso legislativo, cada ley se consulta con las partes involucradas.
En términos de democracia directa, son dos las herramientas principales. Por un lado está la iniciativa ciudadana a través de la cual la población puede proponer modificaciones a la Constitución, para lo cual deben reunir 100 mil firmas en un plazo de 18 meses. También cuentan con el referéndum popular legislativo, a través del cual, al reunir 50 mil firmas en 100 días, se fuerza a una votación nacional respecto de una ley ya aprobada por el Parlamento.
"El referéndum legislativo es una suerte de veto", dice Wicki, para quien lo principal no es el hecho de hacer una votación, sino el efecto preventivo. "Los partidos políticos, la clase política, saben muy bien que deben consultar a la ciudadanía y actores relevantes antes de legislar (...). Un parlamentario suizo no puede levantarse el lunes y, porque los medios de comunicación están llenos de un tema, decir 'ahora vamos a legislar esto'".
Entre los aspectos positivos, el embajador destaca "la participación de la ciudadanía en los asuntos políticos y los efectos positivos que eso tiene en términos de la confianza de los ciudadanos y el Estado. También tiene un efecto de control de poderes, control del trabajo del Parlamento y del Gobierno, y en general, de la clase política. Y creo que, al final, la democracia directa sirve como un parámetro político, para medir mejor lo que pasa en la ciudadanía, cuáles son realmente los temas que preocupan".
El sistema suizo no conoce el referéndum revocatorio de mandato de autoridades, explica Wicki. Para él, esto se explica porque en la propia Constitución "hay incentivos a la cooperación política (...). Estoy convencido de que uno de los factores del ‘éxito’ de Suiza es que perdemos menos energía en conflictos y eso permite canalizar más la energía política hacia soluciones".
Los plebiscitos, entendidos como una convocatoria de la autoridad política para consultar sobre un determinado tema a los votantes, tampoco existen en Suiza, ya que las consultas nacen "desde abajo", desde la ciudadanía.
Entre las fortalezas de la democracia directa que Wicki mencionó a los convencionales está la necesidad de buscar consensos y hacer consultas sectoriales por parte de las autoridades, que aumenta la cercanía del pueblo hacia el Gobierno, da más legitimidad a las autoridades, genera confianza entre el ciudadano y el Estado, promueve la integración de las minorías a nivel institucional y político y un electorado informado y activo.
Amenazas latentes
Con todo, el embajador de Suiza en Chile reconoce algunos límites o riesgos de la democracia directa.
Por un lado, el compromiso de que se respetará la decisión de la ciudadanía puede imponer decisiones difíciles de ejecutar. "En ese sentido, es un aprendizaje. Los suizos, por ejemplo, han votado contra el aumento de vacaciones, contra nuevos subsidios sociales, a favor de la reducción de la deuda pública, a favor de nuevos impuestos", ejemplifica.
Por otro lado, plantea que se puede incrementar la volatilidad e inestabilidad política con “un grupo pidiendo una cosa, otro grupo lo contrario y al final tener un popurrí de decisiones populares que quizás en sí no van a tener consecuencias positivas para el desarrollo del país”, dice.
Asimismo, menciona que se debe cuidar el no caer en populismos y que estos instrumentos sean capturados por grupos políticos. "Los instrumentos de democracia directa no tienen color político. Hay que evitar que grupos políticos piensen que pueden capturarlos para su propio interés", afirma tajante.
Finalmente, Wicki reflexiona que mientras la iniciativa popular puede introducir nuevas ideas y reformas, el sistema de consensos y consultas puede hacer que las reformas sean más lentas e incluso frenadas por los referéndums. "El sistema suizo es más lento, lo que también tiene efectos positivos entendiendo que la actual política se focaliza muchas veces en temas de interés inmediato y poco en soluciones de fondo", sostiene.