Joaquín Morales Solá es uno de los analistas políticos más importantes de Argentina: columnista de La Nación de Buenos Aires desde hace 30 años y un observador permanente de lo que ocurre en Latinoamérica. Desde el otro lado de la cordillera, en un país que está entre el calor, las vacaciones y el covid, se detiene a compartir su mirada sobre el momento actual chileno.
—¿Cómo se ve lo que está ocurriendo en Chile desde la perspectiva argentina?
—Lo primero que tengo para decir sobre esto es que Chile ha sido un ejemplo en materia de respeto a las instituciones y de sus leyes, todos estos años desde la restauración democrática, y espero que esto siga así. Espero que los constituyentes tengan sentido común. Espero que la Asamblea Constituyente de Chile redacte una Constitución que siga el ejemplo de estos años de respeto a la institucionalidad.
—Hace 110 años, un intelectual chileno escribió el libro "Nuestra inferioridad económica", donde culpaba a Argentina de todos los males de Chile. Desde ese momento, en que Argentina era un país que tenía un PIB per cápita como el de Estados Unidos, la historia mostró un declive institucional y Chile fue en ascenso, ¿cree que la institucionalidad juega un rol central o responde a otros factores?
—Es fundamental el tema institucional. La decadencia argentina es fundamentalmente producto de su dirigencia política y de la falta de institucionalidad. La falta de respeto a la institucionalidad. En 1911, la Argentina era uno de los principales países del mundo en materia económica; tenía una economía más poderosa que muchos países de Europa y la fue degradando la dirigencia política y la falta de respeto de la institucionalidad a partir del acceso al poder del peronismo en 1946. Después se entró en un círculo de golpes militares recurrentes, que también agredió mucho a las instituciones y los dirigentes políticos. Ya llevamos 38 años de democracia desde 1983 y la verdad es que la falta de institucionalidad; la falta de comprensión de la política, de las razones de la economía, los proyectos épicos, elefantiásicos, de la política en un país que muchas veces estaba atravesando el desierto; la incapacidad de la política de llegar a acuerdos básicos hizo a la Argentina un país en decadencia permanente.
—Hay un contraste con la historia de Chile…
—Hoy, Argentina mira a Chile y mira a Uruguay como ejemplos de progreso, estabilidad, institucionalidad. Y eso no tiene que ver con ninguna razón económica, sino simplemente con la falta de institucionalidad, las políticas populistas que hicieron una sociedad populista. Cualquier chileno que venga a vivir a la Argentina se asombraría por lo que cuestan los servicios públicos en dólares, por lo barato que son, porque eso termina pagándolo por otro lado. Toda esta tergiversación de la vida nacional es producto de la escasez intelectual de su dirigencia política y de la mezquindad también de sus dirigentes políticos.
—En la Casa Rosada vi un cuadro de Evita con la frase "Donde detectamos una necesidad, ahí nace un derecho". En Chile, hoy se discute sobre los derechos sociales. ¿Cuánto cree que el que los derechos sociales estén expresados en una Constitución permite suplir efectivamente esas necesidades?
—Es importante que la Constitución prevea ciertos derechos básicos sociales, pero no todos los derechos, no la precisión de los derechos sociales, porque eso va cambiando con el tiempo. En la Constitución están las garantías y los derechos de los ciudadanos, como el derecho a la libertad de expresión, a vivir en una sociedad libre, el derecho a que se respeten las libertades públicas y privadas. Después, con los derechos sociales más precisos, la Constitución, me parece, que no tiende a legislar a favor o en contra, sino dejar eso en manos de los respectivos gobiernos, que tienen sus respectivas ideologías, encuadrándolo dentro de la letra y del espíritu de la Constitución.
—Decía que muchos en Argentina miran a Chile, pero paradójicamente, en Chile muchos miran a Argentina como un camino a seguir: derechos sociales bien establecidos, políticas de fijación de precios, de subsidios, un fuerte sindicalismo, ¿Qué debiera tener en alerta Chile respecto a la experiencia argentina para no repetir errores?
—La Argentina tiene algunos derechos establecidos desde hace muchísimo tiempo como, por ejemplo, el derecho a la educación, inclusive universitaria, primaria y secundaria. Pero nadie que no sea un argentino puede conocer el defecto enorme que es para la economía y para la vida cotidiana un sistema de subsidios porque levanta muchísimo la presión y la carga impositiva y degrada la calidad de los servicios públicos. En Argentina lo hemos vivido la semana pasada con una ola de calor enorme y ha habido cortes de luz que han dejado a miles de personas sin electricidad cuando estábamos con sensaciones térmicas de 42 o 43 grados.
—¿Y respecto del sindicalismo?
—El sindicalismo en Argentina es fuerte. Creo que es uno de los problemas que tiene Argentina. Ha sido uno de los obstáculos para el progreso. No la existencia, pero sí la fortaleza de ese sindicalismo que cuenta con muchos recursos económicos, porque tienen la medicina privada en sus manos, entonces cuentan con enormes recursos, tienen mucho poder y esto impide, por ejemplo, acomodar las relaciones laborales a los progresos económicos del mundo, que son muchos, sobre todo a partir de los avances tecnológicos de los últimos tiempos.
Según los estudios que se han hecho en los últimos años, uno de los principales motivos de la decadencia argentina es el enorme peso del sindicalismo, que se lo dio Perón, pero que también se lo dieron los militares. El sindicalismo tiene que existir, pero para defender el salario y las condiciones de trabajo de los trabajadores, no para estar participando activamente en la vida pública y en la construcción de las políticas del Estado.
—Uno de los problemas de Latinoamérica es el populismo, estos proyectos elefantiásicos que mencionaba o la "solución fácil" a los problemas. En una institucionalidad que se está construyendo, como el caso chileno, ¿cuáles deben ser los mecanismos institucionales para limitar o enmarcar ese populismo?
—El populismo es producto de la pobreza. Es imposible no hablar de populismo en la Argentina cuando un país que tuvo, que tenía hasta hace 40 años, 35 años, un 5% de pobreza hoy tiene casi el 50%. Entonces, ahí aparecen las fórmulas populistas, sean estas de izquierda o de derecha. La forma de enfrentar el populismo simplemente es que la política clásica, la política con sentido común, la política sensata ofrezca soluciones a los problemas que existen, que son reales en muchos sectores sociales. Y creo que hay un olvido por parte de la dirigencia política tradicional de esos problemas y ahí es donde surgen los populismos. Ahora, debo también aclarar que el populismo necesita una cuenta bancaria importante de parte del Estado, con capacidad de hacer giros de dinero importantes a la sociedad. Pasó con Hugo Chávez en la época del boom petrolero en Venezuela; pasó con los Kirchner en Argentina en los años del boom del precio de la soja. Un populismo sin dinero no existe.
—La inflación en Argentina ha sido un tema central durante mucho tiempo. En Chile, por el contrario, durante 30 años hemos tenido una inflación bajo el 10%, de la mano de un Banco Central autónomo. En base a las experiencias chilena y argentina, ¿cómo debiese ser la institucionalidad del Banco Central?
—Todos los países que han progresado económicamente han tenido, o tienen, un Banco Central absolutamente independiente. Uno de los problemas de la inflación argentina es la dependencia del Banco Central respecto del poder político y la autoridad económica política. La Constitución reformada de 1994 le da autonomía e independencia, pero eso no se ha cumplido nunca. Sería lamentable, muy lamentable, que Chile entrara en la variante de quitarle la independencia a su Banco Central. El ejemplo argentino es muy claro: la dependencia del Banco Central respecto de la autoridad política es un factor muy negativo para el proceso económico.
—Otro aspecto muy discutido en Chile es el rol de los privados para las soluciones públicas. ¿Qué opina sobre el rol de los privados?
—En el sistema de salud, si uno ve los países nórdicos o la propia Gran Bretaña, ve excelentes sistemas públicos. Ahora, en la Argentina coexisten ambos sistemas, y se da una situación de mucha injusticia porque la parte de la sociedad que puede pagar un sistema privado tiene una excelente calidad de medicina, pero la sociedad que no puede pagarlo y tiene que ir al sistema público de salud, realmente tiene que pasar situaciones muy complicadas, errores, mala praxis, demoras. Creo que depende mucho de cómo el Estado maneje los recursos y cómo maneja la eficiencia de ese sistema sanitario. Si ponemos el ejemplo de los países nórdicos o Gran Bretaña, el sistema ha funcionado muy bien; si ponemos el caso de Argentina, el resultado es pésimo.
—¿Cuál debiera ser un buen sistema electoral y un buen régimen presidencial para un país latinoamericano como lo es Chile?
—Creo que el mejor sistema político es el parlamentario, porque esto permite una permanente rendición de cuentas por parte del Gobierno al Parlamento. Permite que se remueva al jefe de Gobierno en cualquier momento. El sistema presidencialista muy presidencialista solo ha funcionado bien en EE.UU., donde hay instituciones muy consolidadas capaces de frenar al presidente, como el Poder Judicial, como el propio Congreso. En Latinoamérica, el sistema presidencialista se ha confundido con el control unipersonal por parte del Presidente al Estado y se ha dado de una forma patética, como ha pasado con los Kirchner durante gran parte de su mandato. Con Menem también. Pero bueno, esto cambia cuando pierden la mayoría en el Congreso y este puede rechazar decisiones del Poder Ejecutivo. En estos momentos de debilidad parlamentaria de los presidentes que tienen una fecha de inicio y una de salida, los convierte en gobiernos muy débiles, muy frágiles. Por eso digo que a veces hacen inviable su vida política. En América Latina, o existe un presidente muy fuerte o existe un poder presidencialista muy débil. Creo que realmente América Latina ha elegido el peor de los sistemas, que es el de un presidencialismo muy fuerte, pero sometido, a su vez, a las relaciones de fuerza del Congreso.
—Respecto al proceso constituyente chileno, ¿es optimista, pesimista o escéptico?
—Yo prefiero confiar siempre en la seriedad con que los chilenos en general, su dirigencia política, sea de la tendencia que sea, ha manejado el Estado, ha manejado la institucionalidad, le ha dado seriedad a Chile en el mundo. En el mundo hay países que pesan por su peso económico, por su peso militar y otros que tienen una autoridad moral que les da un peso propio. Este es el caso de Chile. Y me parece que los chilenos no van a renunciar a eso; quiero creer que no van a renunciar a ese papel en el mundo.