Hasta la Catedral Metropolitana, llegó este sábado el Presidente Gabriel Boric, para participar de la "Solemne Oración Ecuménica por el pueblo de Chile", dirigida por el arzobispo de Santiago, cardenal Celestino Aós. Ceremonia que estuvo marcada por críticas a la violencia, llamados al diálogo y mensajes a los gobernantes.
"Concede a su Presidente Gabriel Boric Font un próspero Gobierno, de modo que procurando en su gestión el bien de todos los chilenos alcance para el pueblo que le has encomendado el bienestar y la paz", señaló Aós en su oración.
Más adelante, en su Homilía, el arzobispo de Santiago planteó que "estamos aquí renovando nuestra convicción de que no podemos esperarlo todo de los gobernantes, sino que cada uno de nosotros es responsable del bien de todos. Hemos experimentado la tensión y el sufrimiento constatando que un grupo de compatriotas no estaba dispuesto a colaborar con las medidas sanitarias para combatir la pandemia. Que un grupo de compatriotas recurre a la violencia para conseguir sus objetivos, el hecho de creer en Dios y de adorarlo no garantiza vivir como a Dios le agrada".
"Hoy especialmente hoy, pedimos por usted señor Presidente, pedimos por ustedes autoridades, gobernantes, legisladores y jueces, como pidió Salomón, que Dios ilumine sus mentes para que conozcan lo que es bueno y malo, lo que es justo y lo que es injusto y para que puedan trabajar por lograrlo y aunar las voluntades en proyectos y causas comunes", sostuvo.
Además, recordó que "la pandemia del covid, y la contienda política, el estallido social y las manifestaciones violentistas, los atentados en La Araucanía y los delitos, han mostrado la cara sucia de nuestra patria, nos duele, nos inquieta, nos preocupa. Sembrar violencia no es vida, sino muerte, no es avance, sino retroceso".
"Hay formas disimuladas de violencia: también las expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad pueden desfigurarse y utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción. Y hay quienes utilizan el mecanismo de exasperar, exacerbar y polarizar. La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores", expresó.
Además advirtió que "junto a esos graves y complejos problemas de la violencia, de la droga, del crimen y de la delincuencia, de la inmigración, está este ambiente tóxico en el que los envenenamos con descalificaciones, insultos, acusaciones, juicios mediáticos sin pruebas. Lógicamente, quienes más sufren son los más débiles y vulnerables, los niños y los ancianos, los inmigrantes y las mujeres".
A su juicio, "es legítimo que tengamos y expresemos diferencias; pero necesitamos buenos gobernantes, buenos políticos. El político es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista, pragmática, más allá de su propio partido y aún más allá de su propio país. La buena política busca caminos de construcción de comunidades y en los distintos niveles de la sociedad, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para evitar sus efectos disgregantes".
Con ello, también apuntó que "no hay punto final en la construcción de la paz social de un país, sino que es una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Chile nos necesita como artesanos de paz, como ejemplos de diálogo, dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia. 'Señor, haz de mi un instrumento de tu paz'".
"Quien está en el gobierno tiene la responsabilidad de conducir al país, de procurar que haya vida en todos, que vayan creciendo los frutos de bondad. El gobernante es responsable de la vida del país. Y bien sabemos que la vida es más que la economía, por muy importante e imprescindible que la economía parezca. No solo de pan vive el hombre. Los individuos y las sociedades han de procurar la maduración en los distintos valores morales que lleve a un desarrollo integral. Aún más: la verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no solo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en épocas críticas", apuntó.
Con ello, precisó que "la política no puede renunciar nunca al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo. Lo verdaderamente popular, porque promueve el bien del pueblo, es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo".