Más de cinco décadas como académico en la Universidad Católica. 21 mil exalumnos egresados de ese plantel y de la Universidad de Chile. Un centenar de ayudantes, hoy convertidos en profesores... Los números que resumen la trayectoria de José Luis Cea son elocuentes.
Considerado uno de los constitucionalistas más destacados del país, protagonista de distintos procesos de reforma y expresidente del Tribunal Constitucional, se apronta a agregar otro hito con el próximo lanzamiento de la quinta edición del primer tomo de su Derecho Constitucional Chileno: un trabajo de más de 600 páginas, actualizado para abordar incluso el proceso constitucional en marcha.
Pero aunque a sus 81 años Cea tiene motivos para estar satisfecho,
su ánimo es de preocupación. "La conversación nos ha llevado por un panorama que no puede ser alentador", dice cuando ya está por concluir esta entrevista, resumiendo su inquietud por el curso que ha seguido el trabajo de elaboración de una nueva Carta. Porque el académico no oculta su desconcierto frente a las disposiciones ya aprobadas por el pleno y las que avanzan a serlo. Su cálculo es que bien podría llegarse a unos 600 artículos.
—¿Eso va a tener nuestra Constitución?
—Es que no va a tener eso, yo creo que no puede ser aprobada. Porque si usted lee este documento con buena fe, usted dice en qué momento se han escrito estas disposiciones y se han aprobado por dos tercios. Aquí casi no hay reserva de ley, está todo dicho... ¡hasta los bomberos aparecen con tres artículos! Los grupos de interés, los grupos de presión, los grupos de tensión prácticamente se hicieron de este texto. Para qué decirle los pueblos originarios... Una especie de complicidad entre los constituyentes y los pueblos originarios en virtud de esta actitud tan irreflexiva de los plebiscitos y referendos del año 2020.
¿Cómo se llegó a esta situación? Lo aborda en su libro. La tesis es que durante el último medio siglo ciertos sectores han promovido una demolición institucional que si primero tuvo como blanco las instituciones de la Constitución de 1925, después se expresaría en el cuestionamiento de la transición democrática, denostada por quienes agrupa bajo el concepto de "autoflagelantes" y que han logrado instalar la visión de un Chile expoliado bajo el "neoliberalismo" más brutal. Los sucesos de 2019 les dieron la ocasión para imponerse.
Este último punto también lo analiza. Está convencido de que aquel 18 de octubre el país vivió una "asonada" de violencia, pero que nunca tuvo la fuerza suficiente como para haber puesto efectivamente en riesgo la continuidad democrática. "Mi hipótesis es que no hubo en Chile un movimiento revolucionario y deduzco inmediatamente una consecuencia: se equivocó el Presidente Piñera".
—¿En el tema de la Constitución?
—Meridianamente se equivocó. Y todos estos reconocimientos ex post que ha hecho, en cuanto a que una Constitución mala no debiera aprobarse, son una cierta justificación de lo que fue un error craso. El 15 de noviembre de 2019, cuando se firmó ese acuerdo, fue un triunfo notable de esos sectores. La Constitución aparecía en el decimonoveno lugar de las preferencias de la ciudadanía, pero esa noche estaban todos felices con la nueva Constitución y el fin de la violencia, los dos pilares del acuerdo. El Presidente creyó que con eso iba a descomprimir la situación y se iba a hacer paz en el país. Pero la paz nunca existió; los autoflagelantes jamás dejaron de ejercer su presión hasta el día de hoy.
—La gran apuesta era que la Constitución permitiría encauzar y resolver nuestros problemas. ¿Fue una ilusión?
—Nunca las Constituciones han sido solución para las asonadas. Las asonadas son derivaciones de una patología política. La política es noble y legítima, y tiene mucho que ver con solucionar el problema, pero no una Constitución, que es una hoja de papel. Si esa hoja de papel —como decía Jean Jacques Rousseau— no está grabada en el alma de la gente, no sirve para nada, es un libro. Hay que rescatar la política, en el sentido legítimo que tiene gobernar el país con respeto de la dignidad humana, la idea de progreso y de cambio como esfuerzo común... Yo no veo eso hoy. El proceso político está lleno de patologías. Este país está muy carcomido por el terrorismo. Yo fui un admirador y amigo de Jorge Millas, y leo y releo su librito sobre la violencia. Dice: no me confundan el ejercicio de la autoridad firme con violencia. Aquí, sin embargo, se confunde el ejercicio de la autoridad con la violencia y eso lleva a que se paralice el orden público.
"No es que yo sea partidario de la Constitución de 1980, o de la Constitución de 2005, o de la que ya tiene 61 reformas. Lo que digo es que una Constitución tiene que ser enraizada, tiene que ser, en un acto de introspección colectiva, como decía Jaime Eyzaguirre, internalizada en el espíritu de la gente. Entonces, por defectuosa que sea, usted perdona muchos defectos de la Constitución y aboga por las reformas, por los cambios. Pero, ¿cómo usted arraiga una Carta Fundamental que se va a terminar de escribir a tontas y a locas?".
—¿Qué impresión le deja leer los artículos ya aprobados?
—Hay un secreto que no he terminado de descubrir: ¿quién redacta estos artículos? En un momento pensé que conocidos míos por quienes tengo gran aprecio como Agustín Squella, Felipe Harboe, incluso la Patricia Politzer, la Constanza Hube, serían los que estarían redactando. Pero al parecer no es así. Es otro grupo de personas que vienen con este arrastre de cambiarlo todo. Los encuentro mal redactados y sustantivamente equivocados.
—¿No es solo un problema de forma?
—Decir que Chile es un Estado social de derecho es falso. ¿En qué consiste el Estado social de derecho si se suprime la subsidiariedad y no se declara ahí mismo, en la primera cláusula, que el Estado social de derecho es subsidiario y solidario? Eso invita a la sociedad civil a participar, obligadamente si es necesario, a compartir, para que la lección que significa el 18 de octubre no se repita. Pero Estado social de derecho, como se concibe, sobre la base de aplaudir que se termina la subsidiariedad y se declara una “república solidaria”, son errores conceptuales.
"Para qué decir lo que se ha hecho con el Senado. El Senado, que no lo vamos a liberar de críticas, tiene en general una trayectoria ampliamente legitimada. De allí han salido las mejores figuras de la política chilena. Ni siquiera lo transforman; lo eliminan y arman una institución, más bien una organización, que queda al margen del Congreso Nacional. Que no es nada en definitiva".
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Y la justicia, ¿cómo está quedando.
—En el orden macro, desaparece el Poder Judicial. En todas partes se llama "Poder Judicial" porque lo dignifica, lo realza, lo lleva a su lugar... Pero aquí se habla de “sistemas de justicia”, ¿por qué? Por otra parte, ¿dónde queda la igualdad ante la justicia si existen pluralidad de sistemas, con jueces propios, con ordenamientos procesales propios, con códigos sustantivos diferentes? ¿Cómo entonces va a ser un régimen de justicia que cumpla con el canon esencial de la igualdad y del proceso justo, que debe ser común a todos? Además, con una Corte Suprema jibarizada al extremo, con todos los jueces convertidos en jueces temporales. Con un Consejo de la Judicatura... Yo estudié el tema a petición de don Patricio Aylwin hace cuarenta años, pero no le voy a alargar mi respuesta. Simplemente me refiero a Antonio La Pergola, que fue presidente del Consejo Constitucional de Italia y de la Comisión de Venecia. Él estuvo en Chile y yo lo invité a una cena con constitucionalistas. Uno de ellos le preguntó: ¿y qué le parece el Consejo de la Judicatura? No hagan tal, fue su respuesta: el de España ha funcionado muy mal y el de Italia, peor... hasta esa fecha no se había podido constituir. Yo no soy tan derogatorio porque creo en la necesidad de que la Corte Suprema se libere de todas esas cargas administrativas. Pero llevarlo al extremo que quieren aquí, en que prácticamente se subordina todos los tribunales a lo que se diga políticamente por el Consejo de la Magistratura...
—En este proceso se han incorporado nuevos términos, como la plurinacionalidad, el enfoque de género, etc. ¿Qué le parecen?
—Me parecen, por calificarlos moderadamente, inexactos, inadecuados , inconvenientes, extraordinariamente polisémicos y que va a ser muy difícil llevarlos a la práctica. Va a haber una judicialización extrema de la vida en Chile, con los problemas que eso tiene y con un Poder Judicial que va a estar buscando su identidad y mirando al Consejo de la Magistratura a cada rato porque lo va a fiscalizar.
—Hay quienes han dicho que, independientemente de estas polémicas, la gente va a adherir a la nueva Constitución porque tendrá todo un extenso catálogo de derechos sociales.
—La extensión del catálogo de derechos sociales no significa que la Constitución sea socialmente comprometida con el bien común. Se pueden incluir fácilmente numerosos preceptos de derechos que después no se puedan llevar a la práctica. Y, por el contrario, existe el peligro de que se explote maliciosamente un catálogo extensísimo de derechos sociales con el objeto preconcebido de captar votos a través de lo que es demagogia y populismo. Hay que estar alerta y denunciarlo.
—¿Es corregible todo lo que usted advierte?
—El curso de los acontecimientos no tiene corrección. Esto, con un país demolido y que sigue siendo objeto de demolición por la incapacidad total de hacer imperar el orden público, y donde también el populismo ha tenido un rol decisivo. Pero en ese ambiente, que no es de optimismo, hay que hacer un esfuerzo al estilo de lo que fue el Acuerdo Nacional. Llamar a crear ese consenso básico y fundamental de unas cien, doscientas personalidades que puedan efectivamente decir: Chile merece ser reencauzado. Y entonces, en una decena de ideas matrices que se pueden encuadrar en dos o tres páginas, se tracen las ideas fundamentales de un nuevo proceso constituyente. Expresar qué esperamos del Estado de Derecho, qué entendemos por Estado social de derechos, por qué abogamos por una subsidiariedad con solidaridad, por qué estamos en favor de una regionalización, pero no por una atomización de la soberanía nacional, por qué creemos en un Poder Judicial único y legítimo, e igual para todos, y así sucesivamente. Ese grupo de ideas matrices, planteadas resueltamente por un elenco de cien, doscientas personalidades llamando en todo el país a seguir el proceso constituyente, no a detenerlo, no a quebrantarlo, pero a reencauzarlo. Y que entonces se piense que una eventual derrota en el referendo del 4 de septiembre no significa, como se ha dado a entender por algunos, la entronización de la violencia. Al contrario, es rescatar las ideas que ya se han puesto en el proceso constituyente para seguir adelante.
"Pero esto hay que hacerlo pronto, no ex post. Que en ese decálogo quede plasmada la esencia de la tradición democrática y constitucional del país. Ya se perdió una gran oportunidad en este proceso constitucional caro y largo. Yo creo que esto no se salva ya, a menos que venga a última hora una gran rectificación en la comisión de Armonización. Pero esta tiene muy pocas facultades. Hay que ir creando el ambiente, la convicción de que el 4 de septiembre no es el fin de Chile ni es el desorden ni la anarquía, ni la violencia, sino que es una nueva oportunidad para pensar lo que debe ser el país en el futuro".
—¿Y quién debería continuar el proceso constituyente?
—Debe ser el Congreso actual. Sé que hay gente que dice que este Congreso no. ¿Por qué? ¿Vamos a elegir otro Congreso? ¿Otra Convención? Eso es denotativo de que siguen los 40 años de arrastre de ese proceso de demolición del que hablo. Pero el país debe entrar en un ambiente de entendimiento.