Si se repite un órgano redactor de una nueva Constitución 100% electo para el nuevo proceso constituyente, no se llamaría Convención Constitucional. Eso es lo que al menos plantean algunos personeros que participan de las conversaciones entre partidos, por la asociación negativa entre el nombre de ese nuevo ente y el que terminó de funcionar este año.
"Incluso estamos pensando en cambiarle el nombre, porque cuando uno dice Convención, a todo el mundo se le paran los pelos todavía. De hecho sacó risas, ‘pongámosle asamblea’. Hasta Teillier se rió", dijo la semana pasada la presidenta de Evópoli, Luz Poblete, en entrevista con T13 Radio, hablando de las reuniones sostenidas con los partidos.
El debate sobre el nombre se retrotrae a las negociaciones del Acuerdo del 15N, cuando un sector de la centroderecha se resistió a llamar al órgano "asamblea constituyente" por la connotación que tenía para la izquierda, y se propuso en su lugar una Convención. Esto
generó varias críticas y terminó en un llamado de la Mesa de Unidad Social de entonces a marcar "AC" en la papeleta del plebiscito de entrada.
En efecto, asamblea constituyente es uno de los nombres más comunes para este tipo de procesos en las experiencias de otros países. Convención Constituyente también ha sido utilizado, por ejemplo en Argentina; y la figura de la "Asamblea Nacional" se repite en América Latina.
También hay nombres para otro tipo de mecanismos que buscan el mismo fin: en España se usan unos órganos llamados "Cortes Constituyentes"; en Siria hay un ente llamado "Comité Constitucional"; en varios países se ha acuñado el "Congreso Constituyente"; y en Islandia se creó un "Foro Nacional" para que la ciudadanía pudiera guiar los contenidos que deberían estar en una nueva Carta Magna.
El ex Presidente Sebastián Piñera propuso otro nombre la semana pasada, cuando dijo en T13 que la legitimidad del nuevo órgano era relevante "y eso requiere la participación y el voto de la gente, por tanto, tenemos que tener un consejo ciudadano elegido". RN, en tanto, propuso un "Consejo Constitucional".
¿Importa el nombre?
"En otros países se le ha llamado asamblea constituyente, pero no creo que se adopte ese nombre porque está asociado a un poder constituyente originario, que parte de cero y se dicta sus propias reglas. Creo que más importante que el nombre, es que esté sujeto a las reglas de procedimiento que le establezca la Constitución vigente y la composición que tenga", plantea la doctora en derecho y académica de la U. de los Andes, Soledad Bertelsen.
El profesor visitante del Centro de Justicia Constitucional UDD, Sergio Verdugo, coincide en que las características del órgano son más relevantes, pero asegura que su nombre "puede tener un valor simbólico".
"El límite es la prudencia política y la imaginación. Es cierto que, técnicamente, los académicos tenemos algunos consensos conceptuales que la literatura suele observar, pero las razones simbólicas que los políticos puedan invocar para llegar a un acuerdo suelen vencer dichos consensos. La última convención es un buen ejemplo. Se trataba, en sentido estricto, de una asamblea constituyente, pero el nombre reflejaba aspiraciones que no eran aceptables para todos. La idea de denominarla "Convención" fue un acuerdo pragmático", explica Verdugo.
Para el investigador del IES,
Daniel Mansuy, el cómo llamarlo es "un problema un poco secundario" pese al desprestigio del órgano previo. "Que llamen a un experto en marketing para que les proponga otros nombres, pero creo que es irrelevante porque la ciudadanía no se engaña con estas cosas. Si el cambio de nombre no va asociado a un cambio sustantivo en el diseño, no va a servir de nada", afirma.
"Si esto se hubiera llamado asamblea constituyente no creo que el curso de la historia hubiera sido distinto", responde Mansuy.
La cientista política e integrante de la Red de Politólogas, Javiera Arce, remarca que "Convención Constitucional" era el nombre del órgano 100% electo con las condiciones que se definieron en el Acuerdo del 15N y se ratificaron en el plebiscito de entrada. "Pero este nuevo órgano, dependiendo de la forma que tenga, es como se debería denominar. Quizás 'grupo constituyente', si no quieren decirle así", señala.
No obstante, critica que el punto sea materia de debate y comenta que el oficialismo no debería "pelear" el asunto, porque lo realmente relevante sería el porcentaje de personas elegidas, la paridad y los escaños reservados.
"Más allá del mal recuerdo, si fuera por eso tendríamos que ponerle ‘gato’ al Congreso para que tuviera más valoración, porque hace como 100 años que nadie los quiere. El Congreso goza de pésimo prestigio social y nadie piensa en ponerle ‘gato’ para no recordar su prestigio", dice.
Quien no coincide con el punto es el doctor en derecho y académico de Rutgers Law School, Jorge Contesse, que contesta que "no es algo especialmente relevante si se llama Convención Constitucional, o constituyente, o incluso asamblea constituyente, que es el nombre más tradicional. Pero creo que una de las lecciones del proceso que terminó con el triunfo del Rechazo es que para muchas personas los nombres sí pueden ser muy relevantes".
Para eso da varios ejemplos: "se dijo que se 'terminaba' con el Senado, aunque la cámara regional que se proponía tenía muchas de las mismas atribuciones. Lo mismo con el Poder Judicial, que pasaba a tratarse en un capítulo sobre 'Sistemas de Justicia'. En ambos casos, a pesar que el nombre no era determinante para las atribuciones, sí generó en mucha gente reticencia hacia la propuesta. Ello nos obliga a mirar con menos desaprensión el debate sobre el nombre del órgano que deba redactar la nueva propuesta", concluye Contesse.