Eran las 22:46 del pasado domingo, a pocas horas de que la Navidad llegase a su fin, cuando la alarma se activó en una bodega del Banco Central ubicada en Ricardo Cumming 852, en la comuna de Santiago.
Rápidamente, personal de la 3ª Comisaría de Carabineros acudió al lugar, pero no encontró a absolutamente a nadie. Sí se observaban los vestigios de los trabajos realizados por un grupo indeterminado de antisociales quienes intentaban acceder a la bóveda desde una maestranza vecina, algo que no pudieron concretar pese a que no se fueron con las manos vacías.
"Durante la noche, sujetos ingresaron a la maestranza logrando robar algunas especies, y además, se personal de Carabineros se percató que había un tipo de forado en la bodega del Banco Central", señaló al respecto el teniente de Carabineros, Claudio Herrera.
Esta no es la primera vez que se intenta robar una dependencia del Banco Central, aunque en al menos dos oportunidades el ladrón se encontraba en el en el corazón del edificio principal del ente emisor.
El gato cuidando la carnicería
En septiembre de 1961 Fernando Jaramillo Phillips sumaba al menos 20 años desde que comenzó a trabajar en el Banco Central como auxiliar de la Sección de Cambios, y por entonces figuraba como subtesorero.
Su despacho, de acuerdo con una investigación realizada por el medio La Segunda, quedaba en la bóveda principal, lugar en que Jaramillo vigilaba y mantenía, de manera regular, cerca de 15 millones de escudos, dinero que tenía como fin último ser entregado a otros bancos de Santiago.
No obstante, de la noche a la mañana, pasó de ser un honorable empleado, a ser el hombre más buscado en todo Chile, luego de robar, en aquel año, 264.900 escudos desde el Banco Central.
Dicha cifra era más que millonaria para la el Chile de la época.
Jaramillo tenía dos grandes aficiones, las que según la prensa de entonces fueron las motivación para realizar los robos: junto con su trabajo en el Banco Central era también presidente de la rama de fútbol de Green Cross.
El club se encontraba al borde de la quiebra luego de que durante un accidente aéreo falleciera prácticamente todo el equipo. Con el botín ayudó a pagar no solo las deudas del club, sino también los sueldos de los jugadores y sus viajes.
Además, pese a ser casado y tener un hijo, mantenía una relación extramatrimonial con Clemencia Garrido, de 22 años, quien trabajaba como contadora en el mismo lugar.
Un escape frustrado
Por entonces, el método de Jaramillo permaneció simple pero efectivo: sacaba fajos de billetes de 10 escudos y los reemplazaba por unas cartulinas blancas que poseían las mismas dimensiones. Así, los inspectores no se daban cuenta de los gruesos espacios faltantes entre los miles y miles de billetes ordenados unos sobre otros.
Llevaba años en eso, algo que parecía un crimen perfecto. No obstante, un arqueo más detallado de la bóveda por parte de un inspector de la entidad desencadenó el descubrimiento: varios funcionarios fueron detenidos e interrogados por las autoridades.
"Las diligencias judiciales se iniciaron a consecuencia de que un cajero no concurrió a sus labores durante tres días y se comprobó que faltaban nueve mil escudos en el estado de su caja. Luego se encontró en cajones de una secretaria de tesorería un fajo de papel recortado de la misma dimensión de los billetes desaparecidos", publicó por entonces El Mercurio.
Sin embargo, por entonces aún no se tenía un balance real de lo sustraído, aunque con el correr de los días, las autoridades comenzarían a dibujar de manera más clara la magnitud del robo.
"Las agencias cablegráficas internacionales reclamaron de sus corresponsales el máximo de informaciones sobre este hecho, presumiblemente sospechando que el monto de lo robado pudiera ascender a cifras siderales... Todo esto ocurre en medio de los esfuerzos que hace el país para que lo tomen en cuenta los jerarcas de la Alianza para el Progreso", escribió en la Revista Ercilla un cronista de la época, de acuerdo con la investigación publicada en La Segunda en 2003.
Su ausencia a su trabajo por más de tres días lo delató. Poco después, durante aquella primavera del 61, en un sector del Cajón del Maipo, fue detenido junto a Clemencia, con quien pensaba escapar y casarse en Buenos Aires.
"La señorita Garrido había sido detenida por un corto tiempo el miércoles y luego quedó en libertad. Posteriormente se dirigió a La Matancilla, donde se juntó con don Fernando Jaramillo para trasponer un paso cordillerano hacia Argentina. Tenían contratado para ello a tres baqueanos de la zona, los que también fueron detenidos ayer", consignó por entonces El Mercurio.
Las autoridades del Banco Central hicieron uso de un helicóptero con el fin de evitar que escapara Jaramil, quien estuvo a punto de morir congelado en su intento de escapar del país.
Su amante, fue condenada por entonces a una pena menor, pero el subtesorero no sufriría la misma suerte: El ministro en visita de la época, Israel Bórquez, lo condenó a 12 años y 180 días de cárcel.
Años más tarde, en 1990, Jaramillo moriría producto de un paro cardiorrespiratorio.
Reconocer lo hecho
Casi dos décadas después del fallecimiento de Jaramillo, en 2012, otro intento de robo tendría lugar en el Banco Central.
El 25 de julio cuatro funcionarios del ente emisor intentaron apoderarse de cerca de $45 millones de pesos mientras realizaban la destrucción de billetes en mal estado, lo cual se realiza varias veces al mes en el lugar.
Durante la audiencia, por entonces, el fiscal a cargo del caso, Felipe Olivares, señaló que día anterior, cerca de las 11 de mañana, las cámaras de seguridad del recinto registraron a los hoy en día extrabajadores sustrayendo parte de los billetes destinados a ser destruidos.
De acuerdo con consignado por la prensa, al ser descubiertos, los cuatros sujetos imputados entregaron de manera voluntaria el dinero robado, el que escondían en las mangas de sus chaquetas, aunque, de manera posterior, fueron encontrandos gran cantidad de billetes escondidos en sus casilleros.
Según la declaración de uno de los imputados, de acuerdo a lo informado por La Segunda, esto era algo que hacían desde mucho antes, pero solamente con las nuevas cámaras habrían quedado en evidencia.
No obstante, la repercusión de este caso trascendió lo anecdótico, ya que el por entonces gerente general del instituto emisor, Alejandro Zurbuchen, anunció el paso del rudimentario sistema de eliminación de billetes antiguos a un sistema automatizado, en el cual participarían menos personas, algo que cambió la forma de trabajar que se llevaba entonces.