Ya se comienzan a conocer los primeros balances de la afectación al ecosistema natural que dejó el megaincendio en Viña del Mar, y que se propagó por la quebrada Rodellillo o Quinta Vergara Alto. Según un catastro de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), un total de 1.661 ejemplares de palma chilena fueron alcanzadas por el siniestro.
De ese universo, 831 palmas están al interior del Santuario de la Naturaleza Palmar El Salto, que abarca 326 hectáreas en sus cuatro polígonos; de ellas, 82 corresponden a Rodelillo, el escenario del siniestro, según consigna El Mercurio.
"La afectación final de esta palma chilena la sabremos con el paso del tiempo, al ver cuáles se regeneraron y cuáles no fueron capaces de regenerar", sostuvo al respecto Claudio Ilabaca, jefe del departamento de Conservación de Bosques y Formaciones Xerofíticas de la Conaf. El organismo, además, ya está impulsando un comité regional de restauración de la zona siniestrada, que incorpora al gobierno regional, académicos y dueños de terrenos.
Y es que el proceso de la recuperación de una zona siniestrada es complejo, pues requiere incorporar una mirada de cambio climático urgente frente a un nuevo régimen de incendios que abre desafíos transversales. Una de las claves, es entender la historia de afectación del lugar, para evaluar daños pasados y luego los presentes, de tal modo de administrar de mejor forma los esfuerzos.
Investigar el impacto en el suelo
La Dra. Susana Paula, académica de la Universidad Austral de Chile e Investigadora del Centro del Fuego y Resiliencia de Socioecosistemas de ese plantel, subraya que "la experiencia nos dice que, en general, la palma se recupera muy bien, pero antes de lanzarse a plantar nuevamente, hay que hacer una investigación del impacto del incendio en el suelo, porque no somos dioses, no podemos generar suelo".
Por eso, cuando ocurren incendios tan dramáticos como el de la semana pasada, la materia orgánica del suelo se quema y se destruye, y es ésta la que finalmente entrega estructura, y permite que la vegetación se airee y retenga agua. "Debemos tratar a ese ecosistema quemado como si fuera de cristal, con cuidado, y evaluar el daño. Si plantas sin más, puede que se haga sin que sea necesario, o incluso romper el suelo que no se puede regenerar", complementa la investigadora.
"Debemos tratar a ese ecosistema quemado como si fuera de cristal, con cuidado, y evaluar el daño. Si plantas sin más, puede que se haga sin que sea necesario, o incluso romper el suelo que no se puede regenerar".
Dra. Susana Paula, investigadora U. Austral
A ello, hay que sumar el antecedente de que la zona sufre con relativa frecuencia este tipo de siniestros, y cuando eso ocurre, "la capacidad de regeneración de las plantas, disminuye. Entonces se debe tomar la decisión si es necesaria o no la regeneración, en función de la historia del fuego", complementa la también investigadora del Instituto de Ecología de la U. Austral.
¿Y cómo saber el estado del suelo post incendio?, Paula explica que si aún es posible observar restos vegetales, como hojarascas, "es probable que quede materia disponible", pero si eso ha desaparecido, se deben tomar muestras de suelo, para evaluarlo. Esas evaluaciones las pueden hacer los mismos propietarios del lugar -intruyéndolos en los procedimientos-, o que la propia administración pública, a través de expertos, haga el chequeo.
La investigadora además recalca que su preocupación está en que si bien muchas plantas leñosas son capaces de regenerarse, pero también hay que poner atención a aquellas especies herbáceas que son menos resistentes al fuego y que terminan destruidas. "Muchas personas de buena voluntad ven que se destruyeron boldos, por ejemplo, entonces van y plantan boldos, cuando éste tiene la capacidad de regenerarse; y sin recuperar estas especies herbáceas", enfatiza.
La recomendación de Susana Paula es que en los ecosistemas de Chile central, luego de estos siniestros, se ponga foco en "cuidar el suelo; si no es necesario restaurarlo, entonces protegerlo, no pisarlo; hacer esfuerzos en control de especies invasoras; sembrar semillas de plantas herbáceas que no son resistentes y ojalá especies que tengan la capacidad de cubrir el suelo, para que éste se proteja y no se erosione con las lluvias".
El desafío ante el "nuevo régimen del fuego"
Este tipo de afectaciones, asociadas al cambio climático abre además un desafío transversal y multidimensional. "Si hubiera incendios muy ocasionales, estoy convencida que los saberes actuales pueden ayudar, pero hay que tener en cuenta que nos estamos enfrentando a una situación nueva, a un nuevo régimen del fuego, y si nos movemos de manera independiente, no hay información suficiente para poder reaccionar", sostiene Paula.
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Si aunamos esfuerzos, quizás podemos desarrollar herramientas de emergencia para poder soslayar esta situación", remarca.
En la misma línea, la Dra. Olga Barbosa, también investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad del plantel, sostuvo que es importante que esas herramientas apunten a la planificación territorial bajo la premisa de entender que "estamos ante un periodo que no va a retroceder, donde el cambio climático y la mayor incidencia de eventos climáticos extremos, llegaron para quedarse; hay que entender que esta es la nueva normalidad".
Por eso, estos desastres, comenta, ocurren porque "no tenemos ese tipo de planificación territorial; claro que tenemos que pensar dónde vamos a instalar a todas las personas que vivían allí, y esta es una oportunidad urgente para ello".
Barbosa enfatiza en que sí es posible avanzar hoy en estrategias que permitan modelar los territorios en base a la probabilidad de que ocurran incendios, y en la necesidad imperiosa de contar con un "instrumento flexible" que otorgue este tipo de herramientas, más acorde al cambio climático, "dejando de pensarlo como separado de la naturaleza", zanjó.