A fines de 2022, el abogado José Luis Cea dio su última clase en la Facultad de Derecho de la UC, luego de más de 50 años de docencia. El mismo plantel, en marzo de este año, realizó un homenaje al también expresidente del Tribunal Constitucional y autor de más de una decena de libros y centenares de publicaciones.
Pero esto no significó su retiro. Por el contrario, Cea sigue escribiendo —está pronto a lanzar un nuevo libro— y se mantiene al tanto de cada detalle del proceso constitucional, desde la discusión al interior de la Comisión Experta —recomienda ver los debates porque “además de ameno, es instructivo escuchar a los comisionados”—, hasta las polémicas surgidas poselecciones. Por ejemplo, afirma que
“las palabras del diputado Kaiser no deben motivar mayor preocupación, porque él tiene que saber que está obligado, como todos, a cumplir la Constitución. No puede sentirse liberado de cumplir las bases porque no las suscribió. Esas bases son obligatorias”.
Es que no se le escapan detalles. El abogado incluso ha reflexionado respecto de si la Constitución debe tener un preámbulo y si Presidente y gabinete de turno deben firmarla pues, “las constituciones, en general, no llevan firma”, asegura.
—Cuando la Convención terminó su texto usted estaba pesimista, no le gustaba la propuesta. ¿Cómo se siente con este proceso?
—Yo creo que estamos en un camino muy distinto al de la Convención, porque se ha elegido un Consejo completamente diferente, se ha establecido una Comisión Experta que elabora un anteproyecto de gran importancia, tenemos un comité que controla el cumplimiento de las bases y un referendo de salida.
“El desenlace del domingo es realmente sorprendente y las sorpresas siempre dejan en situación de incertidumbre. Yo estoy consciente de que tenemos una gran prueba, pero que tenemos que ser capaces de responder. Todos tenemos que apoyar la realización de un plebiscito el 17 de diciembre que sea ampliamente legítimo, no controvertido y que resulte con una votación de aprobación del proyecto altamente mayoritaria, ojalá 60% o más. Necesitamos cerrar este proceso”.
—Ya hay sectores de izquierda que llaman a rechazar. ¿Sería conveniente tener un segundo proceso fracasado?
—Los procesos constituyentes son siempre difíciles. Generalmente las constituciones han surgido de regímenes de facto y se han ido consolidando con el paso de los años. No es así el caso notable de los pueblos anglosajones, particularmente Estados Unidos (…). Por ejemplo, Chile ha tenido 12 constituciones, descontando textos que fueron textos supremos, pero no tuvieron el carácter de códigos fundamentales de la República. De esas 12, salvo la Constitución de 1833, no hay en los anales de nuestro constitucionalismo experiencia para decir que se elaboraron constituciones siguiendo las normas que estaban preestablecidas en la misma Carta. Siempre hubo desplazamiento para seguir un camino distinto, de manera que el camino que estamos siguiendo no tiene precedentes.
“Yo creo que tenemos un tiempo duro por delante, pero estoy analíticamente optimista en el sentido que veo que la gran responsabilidad es de los republicanos, porque tienen que aproximarse mediante el diálogo a entregar su punto de vista con la voluntad de poder hacerse también cargo de otras posturas. Yo conozco mucho a los principales dirigentes del Partido Republicano. El líder, José Antonio Kast, fue alumno mío y es un demócrata. Él va a hacer lo posible por acercarse y creo que la actitud de los demás, especialmente del centro y de la izquierda democrática, es estar dispuestos también a acercarse”.
—Se ha repetido que los republicanos, UDI, RN y Evópoli podrían aprobar el texto que quisieran. ¿Usted ve disposición de abrirse al diálogo con los otros sectores?
—Está muy cerca la elección, de manera que cualquier juicio es preliminar. Con esa prevención, yo creo que sí. Sobre todo conociendo a las principales figuras del P. Republicano. Yo creo que gente como el consejero Luis Silva o el miembro de la Comisión Experta Carlos Frontaura son personas absolutamente democráticas y que se dan cuenta de que tienen una oportunidad. Las oportunidades pasan pronto, uno tiene que estar alerta para aprovecharlas. Estoy seguro de que están conscientes de que no pueden arrogarse posiciones de orgullo para actuar de manera torpe y hacer la tontera que hicieron los miembros de la Convención de arrasar con los puntos de vista opuestos.
“Aquí está subyacente un pueblo muy sensato. La gran lección que se saca del 4 de septiembre, más atrás incluso, del 25 de octubre de 2019 y de este 7 de mayo es que Chile es un país moderado. Es una ciudadanía que quiere progreso, cambio, justicia social, pero siempre adaptándose a los requerimientos que tienen los cambios sociales (...). Yo estoy seguro de que la colectividad triunfante por esa amplísima mayoría está abierta a conversar, está disponible y lo va a estar mucho más porque eso es lo que le urge realizar la inmensa mayoría ciudadana”.
—El Presidente Boric pidió al Partido Republicano no cometer “los mismos errores que cometimos nosotros”. A su juicio, ¿cuáles fueron los errores?
—Son innumerables. En un libro mío que está por aparecer yo hago un recuento, son 800 u 850 páginas. Voy a seleccionar algunos. En primer lugar, el intento de refundar Chile. Segundo: no estar dispuestos a oír, no querer ceder en busca de llegar a un punto de deliberación que permita acordar políticas comunes. En tercer lugar, una errada concepción de la plurinacionalidad. Chile es una nación (...). Se pensó que la nación chilena no existía, sino que era plurinacional con 12 grupos. En cuarto lugar, se llegó a una fórmula política confusa y enredada, que no iba a funcionar, consistente en rebajar la Presidencia de la República a un ente prácticamente subordinado a la cámara política y dejar al Senado en una situación completamente inerme.
—¿Cómo debe ser una Constitución transversal?
—Una Constitución tiene tres elementos esenciales, por lo menos en una definición que yo quisiera intentar aquí. Es un pacto social, político y cultural, diría, un entendimiento de una sociedad para vivir unidos y progresar. En segundo lugar, es un sistema de límites al poder. Y tercero, es un reconocimiento de que somos seres dignos, varones y mujeres, mayores y menores, chilenos y extranjeros, ricos y pobres, somos seres humanos iguales en dignidad, derechos y deberes esenciales. Si usted piensa en esos tres términos encontrará por qué yo creo que estamos buscando una Constitución que pueda satisfacer de la mejor manera posible esas exigencias: un acuerdo social y político que signifique restringir el poder para el bien común y con plenas garantías de derechos y deberes esenciales que van de la dignidad humana.
“Una Constitución se funda en el principio de igual dignidad de la persona humana. Yo en ese sentido disiento de quienes esgrimen la teoría de la identidad para avanzar en reivindicaciones: de los pueblos originarios, la igualdad de sexos entendida al extremo. Yo soy partidario de la igualdad de sexo, pero llevar las cosas al extremo se presta para situaciones absolutamente arbitrarias y que no resisten un test democrático. Yo no puedo creer que el expresidente de la CPC Juan Sutil haya quedado desplazado por una persona absolutamente respetable, no tengo dudas, pero que tiene una décima parte de sus votos. Eso no puede ser un régimen democrático”.
—A su juicio, ¿qué tanto espacio dejan para debatir las 12 bases? ¿Son discutibles?
—Discutibles no creo que sean porque son 12 puntos fundamentales para avanzar en un acuerdo. Si uno se ubica en la posición de debatir esos puntos y comenzar a rechazarlos, equivoca el camino. Son bases que tienen carácter de imperativas. Ahora, son lo suficientemente amplias para interpretarlas, para decir cuál es el sentido y alcance. Podemos ahí dialogar, ceder posiciones.
—El presidente del P. Republicano dijo que son partidarios de una función subsidiaria del Estado. ¿Es eso compatible con el Estado social y democrático de derecho?
—Ciertamente que sí. (...) Se habla mucho de subsidiariedad para denostarla sin entender que es un principio elástico. El egoísmo, la codicia, el lucro no son subsidiariedad, eso es enriquecimiento injusto que está castigado por el derecho hace miles de años. La compatibilidad entre la subsidiariedad y solidaridad con el Estado social y democrático de derecho se logra sobre la base de que todos deben participar en la realización del bien común, todos. A priori no se puede dejar afuera marginado a un sector, eso es antidemocrático. De manera que, si todos somos llamados a participar, todos tenemos que tener intervención en avanzar en la satisfacción de las demandas sociales, porque las demandas sociales, los derechos sociales, tienen que llegar progresiva y paulatinamente, como dicen las bases, a realizarse en beneficio de todos. (...) Solidaridad con subsidiaridad, porque de lo contrario, la pura subsidiariedad no sirve.
—¿Se debiese cambiar el sistema político?
—Sin duda que sí. En primer lugar, el sistema electoral. El que tenemos es desastroso. Yo no soy partidario, ni lo fui, del sistema binominal, pero soy mucho menos partidario de mantener el régimen que tenemos, que lleva a la ingobernabilidad. Chile es un país pluralista, pero no anárquico.
—¿Qué se debe hacer?
—La cláusula del 5% es irrebatible como mínimo para tener parlamentarios y para existir como partido político. Se tienen que terminar los pactos electorales, que son fatales porque permiten que pequeñas agrupaciones políticas se integren con otras y de esa manera terminan representándose de manera ilegítima o antidemocrática. Creo que se tendría que pensar seriamente si son mejores los sistemas mayoritarios o los de representación proporcional (...). ¿Por qué no pensar en un sistema como el alemán, de doble voto? Que una cámara se elija como debe ser, con representación de la población y una gran pluralidad de vertientes mediante un sistema de representación proporcional corregido, y la otra cámara se elija por distritos uninominales con representación paritaria y el mismo número de representantes por cada región. Eso es igualdad.
“Yo creo en el bicameralismo. En el país hay bicameralismo asimétrico porque las cámaras son simétricas en la potestad de legislar, pero asimétricas en sus facultades. Se pueden revisar las atribuciones, pero manteniendo la idea de facultades distintas. Hay que eliminar en lo posible cualquier injerto de tipo parlamentario porque eso es algo que tiende a ser abusado. Me parece a mí que las interpelaciones hay que reevaluarlas. Yo creo que es bueno que la cámara política tenga esta facultad, pero es fácil que se equivoque”.
—Una propuesta dice que la Cámara podrá hacer un examen de gestión a los ministros. ¿Ve atisbos de parlamentarismo?
—No se atreven abiertamente a decir las cosas como son, pero ahí está encubierto el parlamentarismo que tiene una muy mala experiencia en Chile, salvo lo que piensan algunos autores que dicen que aquí no hubo realmente un régimen parlamentario, sino que de asamblea y que se instaló también al término del gobierno del Presidente Piñera. No. Yo creo que hay que eliminar cualquier atisbo de parlamentarismo.
—Todavía no está la propuesta, pero ¿usted cree que se debe aprobar una nueva Constitución?
—En el primer tomo de mi libro yo digo que el Presidente Piñera no se hallaba en la obligación de entregar la Constitución como una ofrenda de paz y de entendimiento contra la violencia. La evidencia que se ha recogido es que eso no se logró, por muy buenas que fueron sus intenciones. Los males de Chile no están, por tanto, todos en la Constitución (...). Aclarado eso, este país ya se embarcó en un proceso nuevo y hay que respetar que siga adelante y esforzarse para que termine con éxito. Esa es mi posición, yo ya no miro hacia atrás. Estoy pensando en el futuro.
—¿Qué podría implicar un rechazo?
—El rechazo no está descartado, como tampoco está aprobada la Constitución. Va a depender mucho del texto. Si no es representativo de lo que hemos conversado, existe ese riesgo que no se puede desestimar. Si se rechaza, se termina el proceso, yo creo. Lo dice la última reforma a la Constitución.
“Sería bueno que cerráramos esto y que nos diéramos cuenta, comunistas, republicanos y todos los que están en medio, que ya no se puede seguir con este país cansado y fastidiado con temas de carácter constitucional y con plebiscitos que no terminan nunca. Se termina el proceso y seguirá vigente la Constitución actual con sus, en ese momento serán unas 70 o más reformas. O bien, como yo espero, insisto en esto, que se apruebe el proyecto por una amplia mayoría”.