El profundo interés sobre cada aspecto de lo que sucedía en la Universidad de Chile durante la Unidad Popular se explicaba por la trascendencia de lo que estaba en juego: “Se definiría si en el futuro la Corporación continuará autónoma con respecto al Gobierno o deberá plegarse a su tendencia, dentro de un verdadero compromiso político”, era una idea que se repetía una y otra vez en los editoriales y columnas en “El Mercurio”.
Y es que ninguna otra casa de estudios simbolizó mejor la confrontación por la que atravesaba el país, dividido en dos bloques irreconciliables. La Universidad de Chile fue un centro de la batalla política, antes que un lugar de creación profesional e intelectual. Como sostiene Joaquín Fermandois: “Planteada como una pugna entre el rector y el Consejo Universitario, en las formas fue una pugna despiadada entre las fuerzas de la Unidad Popular y las de la oposición, combinándose los argumentos universitarios con los netamente políticos” (“La Revolución Inconclusa”, Tomo II).
“Fueron años en que cualquier espíritu reformista se vio mezclado con la política contingente, con su creciente carácter revolucionario, en medio de una polarización que terminó afectando a la Universidad de Chile y al sistema educacional en su conjunto” (“Historia de Chile 1960-2010”, Tomo 6, CEUSS, obra dirigida por Alejandro San Francisco).
La Escuela de Pedagogía era uno de los bastiones tradicionales de la izquierda —el caso que posteriormente relatara el historiador Ricardo Krebs, que se vio forzado a salir del Departamento de Historia del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, tras ser enjuiciado públicamente por el Centro de Estudiantes por “no ser marxista”, estuvo lejos de ser el único—, que como contrapartida tuvo a la influyente Escuela de Derecho, convertida en el principal emblema de la oposición.
Tras años de intensos debates, el 4 de junio de 1971 culminó el proceso de reforma universitaria con la promulgación del
nuevo Estatuto de la Universidad de Chile, el cual fortalecía su autonomía, entre otros principios. Según informaba “El Mercurio”, se trató de un difícil proceso para abrir paso a distintas modalidades de poder y entregarlo a sectores cada vez más vastos.
El conflicto, sin embargo, estuvo lejos de terminar; la violencia, amenazas y paros se agudizaron.
En ese escenario, el rector Edgardo Boeninger Kausel copó las portadas de los medios en muchísimas oportunidades, debiendo enfrentar en las elecciones a figuras como Eduardo Novoa Monreal, Felipe Herrera Lane y Andrés Pascal Allende.
Boeninger versus Novoa Monreal
El 11 de junio de 1971 fueron las elecciones de rector de la institución. El economista Edgardo Boeninger, quien en ese entonces ejercía ese cargo, se enfrentaba al candidato de izquierda, el destacado abogado Eduardo Novoa Monreal. Estaban en juego cuestiones de fondo, toda vez que entre otros aspectos el programa de Novoa Monreal postulaba que “la docencia universitaria deberá ejercerse en condiciones tales que abran la posibilidad real de fortalecer en los estudiantes una conciencia y una sensibilidad adecuadas a las exigencias que surjan en un país que marcha hacia el socialismo” (Punto Final, junio de 1971).
Resultó reelecto Boeninger por un estrecho margen: “Del total de votos académicos, no académicos y estudiantiles, acumuló a su favor el 51,42 por ciento, y Eduardo Novoa Monreal, su oponente, 48,24 por ciento”, se informaba en “El Mercurio”. Cabe destacar que el candidato derrotado hacía dupla con Ricardo Lagos Escobar, ambos partidarios de la Unidad Popular.
Junto con Boeninger fue elegido secretario general su compañero de fórmula Raúl Bitrán, profesor e investigador de la Facultad de Química y Farmacia. “La elección puede exhibirse como ejemplo de una contienda académica en que se ejercitaron todos los derechos y pudieron expresar su sentir, sin excepción, la totalidad de los que desempeñan funciones en los diversos niveles. En este sentido, permite hablar por primera vez de democracia universitaria auténtica en la Universidad de Chile”, se leía en un editorial.
Luego de conocer los resultados, el rector agradeció el fuerte respaldo recibido en todos los estamentos, resaltando la alta votación obtenida entre los estudiantes y los no académicos, ya que sus directivas gremiales habían sido los más activos dirigentes de la campaña de su contrincante. Igualmente, hizo un llamado a la unidad de la comunidad para poner al servicio de la sociedad chilena una universidad nueva: “Llamamos a todos los universitarios a deponer los enconos, porque debemos trabajar en conjunto nuestra tarea universitaria. Los conflictos internos no harían sino perjudicar a nuestro pueblo, pues la universidad no estaría en condiciones de hacer el aporte que Chile espera de ella”.
En julio de ese año, Jaime Guzmán criticaba duramente a la DC por lo que consideraba una conducta contradictoria entre la llevada a cabo por ese partido en la Universidad Católica (su apoyo al proceso de reforma de Fernando Castillo Velasco) y su postura ahora en la Universidad de Chile: “Fue esta (la DC) la que primero politizó las federaciones de estudiantes (...). Lo que ha dicho el señor Novoa en su campaña electoral no difiere en nada de lo que sostuvo por varios años la Democracia Cristiana, cada cual para su propia ideología. Lo que postuló el señor Boeninger, por su parte, no se diferencia fundamentalmente tampoco en nada de lo que siempre defendió el gremialismo universitario” (“Obras Completas de Jaime Guzmán”, Tomo III).
Conflicto se extiende a la Facultad de Derecho
“Durante todo el día de ayer permaneció ocupada dicha facultad de la Universidad de Chile a raíz del acuerdo del Consejo Superior Normativo del plantel en orden a formar una Facultad de Ciencias Jurídicas, Económicas y Sociales, suprimiendo la de Derecho”, se leía en “El Mercurio” el 21 de octubre de 1971. El secretario de Estudios de la Escuela, profesor Máximo Pacheco, daba cuenta del riesgo que suponía esta decisión: “Manifestamos nuestro más profundo desagrado por este acuerdo, porque con la nueva estructura el Derecho es absorbido por otras disciplinas, lo que debilita la formación jurídica de los futuros abogados (...). En este momento parece una aberración suprimir la Facultad de Derecho, que como tal existe en casi todos los países del mundo, sean socialistas o capitalistas”.
Por su parte, en un editorial del diario se advertía que una de las finalidades de esta sorprendente medida era “el control político de la Universidad de Chile, objetivo que la Unidad Popular pretende conseguir a toda costa y con menosprecio irresponsable del contenido de las disciplinas, así como de la necesaria armonía de los planes y programas de estudio”.
Nueva elección de rector
Por tercera vez en menos de cuatro años, estudiantes, académicos y no académicos de la Universidad de Chile concurrían a las urnas para votar por rector y secretario general. Además, la comunidad debía elegir a los 100 miembros del Consejo Normativo Superior y pronunciarse entre dos alternativas de plebiscito.
Era el 27 de abril de 1972 y tal como mencionaba “El Mercurio”, pocas veces se había registrado mayor expectación en el país por un acto universitario, lo que por momentos se tradujo en hechos de violencia, como la agresión con piedras y otros elementos que sufrió en Arica el rector Edgardo Boeninger, quien repostulaba al cargo, representando al Frente Universitario, y con el secretario general Raúl Bitrán como compañero de fórmula. Por la Izquierda Universitaria y con el respaldo del Gobierno iban el expresidente del BID Felipe Herrera y Fernando Vargas. En tanto, Andrés Pascal Allende y Daniel Moore eran los candidatos del MIR y Frente de Estudiantes Revolucionarios. Por último, Luis Vitale y Jorge Palacios postulaban por el Partido Comunista Revolucionario, el Frente Revolucionario y Espartaco.
En el diario se leía que “la crisis que durante meses paralizara la Casa de Bello durante 1971 se ha resuelto con una consulta a las bases”, y tras una jornada que se caracterizó por la alta participación, Boeninger se impuso por amplio margen de votos a su más cercano contendor, Felipe Herrera. El Frente Universitario ganó también la mayoría de los cargos en el Consejo Normativo Superior.
El tercer lugar de las preferencias lo obtuvo el abanderado de ultraizquierda Andrés Pascal Allende, quien días antes había señalado que no reconocería la victoria de Boeninger porque ello implicaba entregar la universidad al fascismo. Dijo que era “necesario llevar la lucha de clases a la universidad, ya que el año pasado, ante la debilidad de la izquierda tradicional, la derecha supo utilizar la universidad para sus fines”. El rector reelecto, no obstante, restó importancia a dichas afirmaciones, calificándolas como “producto de una mera reacción emocional”. Y adujo su victoria a que se comprendió cuál era el problema de fondo planteado en las elecciones: “Se trataba de decidir entre una Universidad libre y una Universidad dogmática”.
La lucha se extiende a la televisión
Solo 48 horas después de que inició sus emisiones, funcionarios armados de Investigaciones ingresaron a las instalaciones del Canal 6 de la Universidad de Chile, para impedir que este siguiera operando. Para sorpresa de los estudiantes y trabajadores que protegían las oficinas, a las 6:30 de la mañana del 19 de junio de 1973, los policías —acompañados por 30 carabineros— ingresaron violentamente al local, destruyendo sus instalaciones técnicas y deteniendo a 31 personas que estaban dentro, informaba “El Mercurio”. La acción había sido ordenada por el intendente de Santiago, Julio Stuardo, y autorizada por el ministro del Interior, Gerardo Espinoza.
El día antes, “se publicaba en el diario que la salida al aire del canal era “el secreto mejor guardado” por la comunidad universitaria. Debido a la “toma” de la antigua señal (Canal 9), decidieron tener una nueva. Utilizando equipos antiguos o reciclados y realizando todo tipo de malabares técnicos, cumplían el sueño de volver a contar con una estación de televisión representativa, “un órgano de difusión pluralista”. Sin embargo, el propio rector Edgardo Boeninger admitía que avizoraba probables interferencias en su frecuencia y no descartaba atentados extremistas.
De ahí que era necesario protegerlo. Lo cierto es que aunque la casa de estudios había informado al Consejo Nacional de Televisión y a la Superintendencia de Servicios Eléctricos, el gobierno tachó el lanzamiento de Canal 6 como ilegal. “Se ha violado la autonomía universitaria (...). Se ha negado a la universidad la posibilidad de tener su propio canal, lo que está garantizado por la Constitución Política. Este es el hecho más grave ocurrido en la historia de la Universidad de Chile. Nunca nadie antes se había atrevido a destruir un canal universitario, a detener a estudiantes dentro de un local universitario”, dijo el decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Máximo Pacheco.
Boeninger agregaba que “hay una intención de silenciarnos y eso no lo conseguirán jamás”.
Ante la gravedad de los hechos, al día siguiente se suspendieron las actividades académicas y los alumnos, trabajadores y profesores efectuaron una masiva marcha de protesta. Los partidos Nacional y Demócrata Cristiano acordaron acusar constitucionalmente al ministro del Interior, por atentar contra la libertad de expresión (fue aprobada por el Senado un mes después). Con todo, el 7 de julio, el diario informaba que Canal 6 reanudaba sus transmisiones. El rector de la U. de Chile concurrió personalmente a La Moneda para darle la noticia al nuevo ministro del Interior.