El principal problema que aqueja al debate constitucional —más precisamente a quienes integran el Consejo y en especial a los republicanos— es la necesidad de elegir.
Veamos.
Si bien la actual composición del Consejo favorece a la derecha, y dentro de ella a los republicanos, todos saben o al menos sospechan, que esa adhesión no es ideológica, no es una adherencia, por llamarla así, del electorado a las ideas de los republicanos. Y la izquierda, por su parte, sospecha, que la baja votación que obtuvo al elegirse el Consejo, no es un rechazo definitivo a lo que ella postula. Ambos, en suma, saben que el resultado del plebiscito puede ser sorpresivo, que así como la ciudadanía apoyó abrumadoramente a los republicanos a la hora de elegir el Consejo, rechace luego una propuesta constitucional que recoja fielmente las ideas de estos últimos, y saben que si bien la ciudadanía restó su voto a la izquierda, ella podría recuperarlo si el proyecto es unilateral y partisano y sus integrantes llaman a rechazarlo.
En suma, si los republicanos logran imponer sus ideas constitucionales, podrían vencer en el Consejo, pero perder en el plebiscito. Y si ello ocurre, la izquierda habrá perdido en el Consejo, pero ganado en el plebiscito. Por eso, y aunque suene sorprendente, a la izquierda le conviene que los republicanos insistan en sus ideas primigenias porque así se hace más factible el rechazo que este sector haría suyo, y a los republicanos les conviene que no todas sus ideas aparezcan en el proyecto porque de esa manera aumenta la probabilidad de que se apruebe, un triunfo que los republicanos harían aparecer como suyo.
Y entre ambos, quien tiene la decisión en su poder —la decisión acerca de qué escenario es el que se configurará— es el P. Republicano. Los republicanos tienen pues que decidir si quieren que sus ideas se recojan con fidelidad en el proyecto constitucional arriesgando su rechazo, o si quieren que el proyecto se apruebe y mostrarse como una fuerza componedora en la política chilena.
Lo uno o lo otro.
"En los republicanos habitan personas que creen que sus ideas han rozado la verdad, o que la atesoran, y estiman que renunciar a ella es una suerte de apostasía"
Carlos Peña
Como se sabe, una de las características de la elección, de cualquier elección, es, como recuerda Isaiah Berlin, que no se puede ganar en todo. Y es que elegir es perder. Usted elige esto y renuncia a lo demás. Decir sí a esto, es decir no a aquello y viceversa. Usted vive un tipo de vida que excluye a todas las demás, y estas últimas que dejó de lado lo pueden acompañar como un recuerdo nostálgico o como un sueño; pero no como una realidad. Este rasgo de la condición humana conforme a la cual estamos obligados a perder es especialmente acusado en la política. Por eso Raymond Aron solía decir que la única actitud racional en política consiste en eludir lo detestable. No pensar tanto en lo que se quiere lograr, como identificar aquello que es urgente eludir.
¿Qué es lo detestable para los republicanos, aquello que debiera guiar su decisión de ceder o en cambio no hacerlo?
Para los republicanos lo más detestable sería perder el plebiscito, que el proyecto cuya composición han liderado, fracase. De ser así, perderían el plebiscito y quedaría muy poco tiempo para recuperar fuerzas y disponerse a la competencia presidencial.
Esa es la alternativa que debieran eludir. Y para ello tienen que ceder en la composición del proyecto.
Pero eso, que parece fácil, no lo es. Y ello por dos razones. La primera es que en los republicanos habitan personas que creen que sus ideas han rozado la verdad, o que la atesoran, y estiman que renunciar a ella es una suerte de apostasía. La segunda es que la izquierda (el Frente Amplio, los socialistas) saben que lo menos detestable para los republicanos es que se apruebe el texto, algún texto. Y como saben eso, establecen exigencias crecientes y amenazan con el rechazo.
Sí, es verdad, a menudo se piensa que la política se parece a un diálogo racional en busca de lo mejor para todos. No es cierto. Cuando se la mira de cerca se parece más bien a un juego de póker.