ALBUQUERQUE, EE.UU.- Los pueblos primitivos no dormían más que las sociedades industrializadas, según concluye un estudio de investigadores estadounidenses publicado en la revista especializada "Current Biology".
Un equipo dirigido por Gandhi Yetish, de la Universidad de Nuevo México, investigó el comportamiento del sueño de tres grupos étnicos primitivos que siguen existiendo: los hadza de Tanzania, los san de Namibia y los tsimane de Bolivia. Los cazadores y recolectores duermen una media de 6,5 horas por noche, según el estudio.
Con ello, se sitúan incluso en los últimos lugares de la escala de sueño de las naciones industrializadas. "El corto periodo de sueño en esas culturas cuestiona la suposición de que las horas de sueño se redujeron considerablemente en el mundo 'moderno'", señala Jerome Siegel, coautor y de la Universidad de California.
Los expertos habían atribuido hasta ahora a tres factores la supuesta reducción del tiempo de descanso en los países industrializados: la invención de la televisión, de Internet y de la luz eléctrica, que prolonga artificialmente el día.
Pero pese a la falta de luz eléctrica, los cazadores y recolectores no se dirigían por la puesta y la salida del sol, sino que al caer la noche permanecían despiertos una media de tres horas en plena oscuridad. Y se despertaban ya con la primera luz de la mañana.
En realidad, es más probablemente que la temperatura fuera el verdadero factor regulador del sueño: sencillamente se iban a dormir cuando se acababa el calor.
Sin embargo el estudio tiene un inconveniente: "No desvela ninguna conclusión directa sobre el valor reparador del sueño", destaca Alfred Wiater, presidente de la Sociedad Alemana de Investigación y Medicina del Sueño. Ese poder quedaría limitado en las naciones industrializadas por ejemplo por los turnos de trabajo o por el ruido del tráfico.
Los científicos tampoco investigaron si las personas estudiadas que viven en la naturaleza necesitan quizá dormir menos que quienes pasan muchas horas sentados ante computadoras o conduciendo coches.
Miembros de pueblos primitivos apenas duermen una siesta entre horas, algo que en general depende de la época del año. En invierno, la media en que lo hacen es del 4 por ciento de los días y en verano del 22 por ciento.
Sin embargo, sí se constató una diferencia importante en los trastornos crónicos del sueño, que afectan muy poco a los pueblos primitivos, al contrario de las sociedades industrializadas, en las que se calcula que afectan a entre el seis y el diez por ciento de los adultos, según Wiater. De hecho, en los pueblos primitivos no se encontró ni una referencia a transtornos del sueño.
Los científicos ven también en los pueblos primitivos un importante punto de partida para una terapia: "Recrear aspectos del entorno natural en los que viven esos grupos podría ser efectivo en el tratamiento de determinados trastornos modernos del dueño", señala Siegel.
Eso significaría por ejemplo evitar por la noche elementos innecesarios que puedan influir en el ritmo del sueño, como una luz demasiado fuerte, navegar en las redes sociales o jugar a videojuegos por la noche, concreta Wiater.
Los investigadores estudiaron el comportamiento de 94 miembros de pueblos primitivos durante 1.165 días. Como el comportamiento de los tres grupos étnicos estudiados resultó muy similar, concluyeron que se trataba de un patrón general. De ahí se pueden derivar también conclusiones sobre nuestros predecesores, señalan los autores, ya que en el origen de los san y hadza estuvieron también los primeros hombres.
Esa argumentación no es sin embargo concluyente. "La comparación con nuestros predecesores es problemática porque sólo se dispone de datos médicos amplios sobre el sueño desde el siglo pasado", opina Wiater.