Los cometas son los que contienen el material más viejo del Sistema Solar.
Archivo El Mercurio
WASHINGTON.- Científicos informaron hoy que identificaron por primera vez en un cometa dos moléculas orgánicas complejas, o "ladrillos de la vida", lo que arroja nuevas luces sobre el origen cósmico de planetas como la Tierra.
Según la investigación divulgada en la revista especializada Science Advances, los expertos detectaron moléculas de alcohol etílico y de un azúcar simple conocido como glicolaldehído en el cometa Lovejoy.
"Estas moléculas orgánicas complejas pueden ser parte del material rocoso con el cual se formaron los planetas", señala el estudio.
Ya se habían observado moléculas orgánicas en núcleos de cometas. El caso más reciente fue el del cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko, en el cual el robot Philae de la agencia espacial europea halló varias, algunas de las cuales nunca antes habían sido detectadas en un cometa.
Como los cometas contienen el material más viejo y primitivo del Sistema Solar, los científicos los estudian como si fueran cápsulas del tiempo que ofrecen pistas sobre cómo comenzó todo, hace 4.600 millones de años.
Desde hace años se debate si los cometas que se estrellaron contra la Tierra millones de años atrás la alimentaron de los componentes necesarios para la vida.
Si bien este último estudio no sella la cuestión, sí añade nuevos elementos al debate, asegura Dominique Bockelée-Morvan, coautor de la investigación y astrofísico del centro francés para la investigación científica.
"La presencia de una molécula orgánica compleja grande en el material de un cometa es un paso fundamental hacia la mejor comprensión de las condiciones que prevalecían en el momento en que emergió la vida en nuestro planeta", dijo a la AFP.
"Estas observaciones significan una posible explicación para el origen de la vida en nuestro planeta", detalló.
Lovejoy interesa especialmente a los científicos porque "es uno de los cometas más activos en la zona orbital de la Tierra", dijo el estudio.
La investigación se hizo gracias a un telescopio de 30 metros de largo del Instituto de Radioastronomía Milimétrica en Sierra Nevada, España, en enero de 2015, cuando el cometa estaba en su momento más brillante y productivo.