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Columna de Astronomía | El pez ciego y el color de las estrellas

Nuestros ojos están optimizados para detectar la luz emitida por nuestra estrella maestra, el Sol, pero esta especialización no sería la única opción en el universo.

25 de Mayo de 2016 | 09:02 | Por Márcio Catelán
Por Márcio CatelanAcadémico del Instituto de Astrofísica de la U. Católica de Chile

Doctor en astronomía de la Universidad de São Paulo (Brasil), y fue investigador postdoctoral del Centro Espacial Goddard de la NASA y de la Universidad de Virginia (EE.UU.). Actualmente es profesor titular del Instituto de Astrofísica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, miembro del Centro de Astro-Ingeniería UC, lidera el área “Vía Láctea y Grupo Local” del Instituto Milenio de Astrofísica y es investigador del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).

Hace unos días, mientras recorría los pasillos de la interesante exposición Selva Viva con mi hija Gabriela, nos encontramos frente a una creatura muy curiosa: un pez que, a la simple vista, parecía igual a los otros peces, pero que no tenía ojos. Se trataba de una de las varias especies de peces ciegos, los cuales suelen habitar aguas profundas, donde no alcanza a llegar la luz del Sol. Para esos animales, los ojos serían inútiles por no haber luz que detectar, y causarían un despilfarro de energía. La solución evolutiva natural: su completa eliminación. En cambio, para nosotros, que vivimos en la superficie del planeta, la naturaleza encontró que sí valía la pena implementar y mantener un sofisticado sistema de detección de radiación electromagnética ("luz"), justamente nuestros ojos.

Naturalmente, el Sol siempre ha sido la fuente luminosa más importante para nuestra especie. Aunque emite radiación en muchas "longitudes de onda" distintas, desde las de radio hasta los rayos X, no somos realmente capaces de "ver" todas esas ondas. Además, la atmósfera de la Tierra bloquea la mayor parte de la radiación que llega desde el espacio, particularmente en el ultravioleta, rayos X, infrarrojo y ondas de radio con longitudes de onda muy largas. De hecho, la atmósfera, debido a sus características físico-químicas, posee solo algunas pocas "ventanas de transparencia" que dejan pasar radiación procedente del espacio. Son ellas las que los astrónomos tratamos de explotar desde los observatorios astronómicos – especialmente desde lugares como el norte de Chile, donde se ven especialmente limpias y transparentes–. Por otro lado, para realizar (digamos) astronomía ultravioleta, es indispensable realizar observaciones con satélites, para evitar la atmósfera.

Ahora bien, cuando uno examina en detalle esas ventanas atmosféricas, se percata que hay una especialmente importante para nosotros: la que deja pasar la luz visible (que está formada, básicamente, por los colores del arco iris). Y es justamente en la región visible del espectro, entre el verde y el naranja, que el Sol emite con más intensidad.
Márcio Catelán:
La atmósfera, debido a sus características físico-químicas, posee solo algunas pocas 'ventanas de transparencia' que dejan pasar radiación procedente del espacio

¿Y qué pasa con la eficiencia del ojo humano para detectar la luz? Resulta que, al menos durante el día, el ojo humano es particularmente sensible a ese tipo de luz emitida con mayor intensidad por el Sol, y para la cual la atmósfera de la Tierra es más transparente.

Pero esto no sería igual en todo el universo. Una inspección del cielo revela que no todas las estrellas tienen el mismo color. Eso se explica por sus distintas temperaturas: las estrellas más azules son más calientes (emiten más en el ultravioleta) y las rojas las más frías (emiten más en el infrarrojo). Entonces, ¿cómo sería la visión de una especie de otro planeta orbitando alrededor de una estrella con un color distinto al del Sol? Muy probablemente, lo que nos sugieren los peces ciegos y nuestra misma fisiología de la visión es que sus ojos estarían optimizados para la detección de radiación más azul o más roja, conforme sea el caso. Incluso, uno podría plantearse, en el caso de estrellas muy frías (las que son, a propósito, blanco recurrente de las búsquedas por planetas extrasolares habitables), que esos ojos quizás alcanzarían a evolucionar, dependiendo de las propiedades de la atmósfera del planeta en cuestión, de forma a ser capaces de "ver" la radiación infrarroja, pero posiblemente manteniéndose ¡ciegos a la luz "visible" (para nosotros)! Se trata de una predicción real de la astrofísica y la biología evolutiva combinadas, pero que quizás jamás alcancemos a comprobar en la práctica... excepto en algún buen libro de ciencia ficción.

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