NUEVA YORK.- Durante décadas se ha relacionado al Polo Norte con la imagen de Navidad, con un escenario nevado. Pero la zona no fue siempre el paraíso invernal que es hoy. Según científicos, hace sólo 90 millones de años, la zona era tan cálida como el sector más tropical de Estados Unidos.
Una nueva pista que respalda esta idea es un hueso de ala fosilizado que pertenece a una recientemente descubierta ave prehistórica encontrada en el Ártico canadiense. La criatura, del tamaño de un pato, parecía una mezcla entre una gaviota y un cormorán, pero con un pico lleno de dientes. Podía volar y zambullirse, y probablemente vivía entre tortugas, reptiles similares a los cocodrilos y muchos peces.
"Este fue un periodo hipercálido, un verdadero aumento en las temperaturas donde creemos que incluso durante el invierno no había agua congelada", indicó John Tarduno, geofísico de la Universidad de Rochester. "Tingmiatornis arctica contribuye a esta imagen que tenemos de un Ártico increíblemente cálido hace 90 millones de años".
Tarduno y su equipo publicaron sus hallazgos esta semana en la revista Scientific Reports.
Los expertos no están seguros sobre por qué la Tierra fue tan caliente durante millones de años en el periodo Cretácico, pero según Tarduno, la principal hipótesis es que la atmósfera estaba lleno de dióxido de carbono (que atrapa el calor), probablemente como resultado de una extraordinaria actividad volcánica. El efecto invernadero resultante habría transformado el ecosistema polar en un lugar donde Tiangmiatornis arctica y sus presas se podrían haber desarrollado.
Se estima que el periodo de calentamiento, conocido como la "Edad Turoniana", se desarrolló durante 4,1 millones de años, concluyendo hace 89,8 millones de años. En su momento más frío se estima que el Ártico llegó a una temperatura de 13,8°C.
En su periodo explorando las colinas llenas de nieve y los gruesos glaciares de Nanavut, en el Ártico canadiense, Tarduno se encontró con dos grandes huesos de alas pertenecientes a esta nueva especie de pájaro. Encontró el primer húmero en 1999. Era relativamente pequeño y no le prestó mucha atención hasta que encontró un segundo y más grande hueso algunos años más tarde. Pero incluso el segundo hueso no capturó su atención inicialmente. En vez, él y su equipo estaban ocupados con un gran caparazón de tortuga que estaba al otro lado de la misma roca.
"Lo llevamos de vuelta al campamento y dijimos 'oh, esperen, hay otro fósil espectacular al otro lado'", indicó el experto.
Después de encontrar los huesos, pidieron ayuda a su colega Julia Clarke, paleontóloga de la Universidad de Texas en Austin, para un mayor análisis. Ella sabía que los huesos pertenecían a un grupo de aves llamadas "orniturinas", que incluyen a todas las aves vivientes y sus parientes extintos más cercanos. Pero al estudiar las marcas únicas en los puntos de los huesos donde alguna vez había músculo, pudo determinar que el fósil pertenecía a una ave prehistórica distinta a todas las que se habían descubierto previamente.
Clarke también pudo determinar que el pájaro era un volador hábil por el tamaño y forma del hueso, y que probablemente se zambullía en el agua, por el grosor de la capa más exterior, conocida como el hueso cortical.
También dijo que el descubrimiento también podría ayudar a entender un misterio incluso mayor. "No podemos explicar por qué algunos dinosaurios voladores, que llamamos aves, se extinguieron con los otros dinosaurios", declaró, "y por qué sólo partes de las orniturinas sobrevivieron hasta ahora".
Al recolectar más fósiles de orniturinas como Tingmiatornis arctica, los paleontólogos pueden entender de mejor manera qué ayudó a este linaje de aves a sobrevivir el evento de extinción de hace 66 millones de años, cuando tres cuartos de toda la vida en la Tierra desapareció.