Columna de Astronomía | El "flower power" necesario para ver otras tierras
Una pantalla con la forma de un girasol nos permitirá, quizás, tomar la primera fotografía de otra Tierra.
28 de Diciembre de 2016 | 09:39 | Por Andrés Jordán
Por Andrés JordánAcadémico del Instituto de Astrofísica de la U. Católica de Chile
Doctor en Astronomía de la Universidad de Rutgers (EE.UU.), y fue investigador postdoctoral del Observatorio Europeo Austral (Alemania) y del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics (EE.UU.). Actualmente es profesor asociado del Instituto de Astrofísica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, miembro del Centro de Astro-Ingeniería UC e investigador del Instituto Milenio de Astrofísica y del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).
Tras más de veinte años descubriendo planetas orbitando otras estrellas hemos aprendido mucho. Sabemos que sólo en la Vía Láctea el número de planetas es de cientos de miles de millones, una cifra al menos tan grande como el número de estrellas que posee. Hemos observado como nuestro sistema solar pasó de ser el arquetipo, a ser uno más de entre miles de sistemas planetarios que nos han mostrado una diversidad asombrosa. Y hemos tenido que acuñar nombres nuevos para objetos que no existen en nuestro sistema solar, tales como planetas con tamaño entre la Tierra y Neptuno, llamados súper-Tierras.
Para muchos la mayor fascinación es encontrar planetas lo más parecidos a la Tierra y que, por ende, tengan ciertas posibilidades de tener un medio ambiente y albergar vida como la que conocemos. Sabemos que solo en nuestra Vía Láctea hay probablemente miles de millones de planetas con características similares a la Tierra, y gracias el telescopio espacial Kepler conocemos algunos ejemplos concretos de planetas que se acercan a lo que podemos llamar coloquialmente una "Tierra 2.0". Pero conocemos de la existencia de estos primos de nuestro planeta solo indirectamente, a través del efecto que producen al bloquear la luz de su estrella madre cuando la eclipsan regularmente. La profundidad y regularidad de estos eclipses develan la existencia y tamaño de estos mundos lejanos, y nos permiten caracterizar muchas de sus propiedades físicas. Pero queremos más que la sombra del planeta, eventualmente queremos una imagen directa.
Sabemos que solo en nuestra Vía Láctea hay probablemente miles de millones de planetas con características similares a la Tierra
Andrés Jordán
Tomar una imagen de un planeta como la Tierra desde una estrella cercana sería trivial si no fuera por la presencia de la estrella que la alberga, el Sol. La misma luz que permite la vida en nuestro planeta, arroja sobre él un velo luminoso que inundaría de luz a alguien tratando de tomarnos una imagen.
¿Pero por qué no tapar la luz de la estrella y así lograr tomar la foto de otra Tierra? Los que han tenido la suerte de ver un eclipse total de Sol han podido observar que cuando el Sol es tapado por la Luna, es posible ver la bella estructura de la corona que lo rodea, la que normalmente es imposible de observar. Simplemente tapar una estrella con una pantalla en forma de círculo frente a un telescopio, emulando así a un eclipse, no funciona tan bien desgraciadamente. De manera similar a como las ondas en una superficie de agua logran llegar detrás de un obstáculo, la luz difractaría en los bordes de ese círculo y una parte no menor de ella llegaría igual a velar la presencia del exoplaneta. Un problema no menor considerando que la luz de la estrella tendría que ser eliminada con una precisión de una parte en diez mil millones si queremos tomar esa foto.
Pero ingenieros de la NASA han logrado llegar a una potencial solución. Poner en el espacio una pantalla con forma de una flor, algo similar a un girasol. La peculiar forma hace que los efectos de la difracción sean minimizados, funcionando mucho mejor que tapar la estrella con un disco. Esta máscara, la cual mediría 34 metros de diámetro, sería puesta en frente de un telescopio espacial, a unos 50.000 km de este. Ella tendría que alinearse con alta precisión para tapar una estrella de manera perfecta. Aunque es un desafío de ingeniería de altísimo nivel, la recompensa será grande: poder tomar imágenes de un planeta como el nuestro que ahora sabemos existen en grandes números. Probablemente, hay uno esperando ser fotografiado en una estrella cercana.