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Columna de Astronomía | Los múltiples "talentos ocultos" de la astronomía

Aunque hoy ha aumentado positivamente la participación de las mujeres en el estudio del universo, también es cierto que mucho de ese trabajo ha permanecido escondido.

05 de Abril de 2017 | 09:33 | Por Leonardo Vanzi
Por Leonardo VanziAcadémico del Centro de Astro-Ingeniería de la U. Católica de Chile

Doctor en Astronomía en la Universidad de Florencia (Italia). Fue investigador postdoctorado en la misma universidad, en la Universidad de Arizona y en el Observatorio Europeo Austral. Fue astrónomo en los observatorios La Silla y Paranal y actualmente es profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile en el área de instrumentación astronómica. Dirige el Laboratorio de Instrumentación del Centro de Astro Ingenieria UC.

El Instituto de Astrofísica de la Universidad Católica cuenta con 17 académicos de planta. De ellos sólo dos son mujeres, el 12%. En la Universidad de Chile la situación es parecida, con 14% de astrónomas, en tanto que a nivel nacional esa cifra llega al 16%, no muy distinto del promedio Europeo, de 18%.

La Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt) realizó un estudio sobre la participación femenina en los proyectos de investigación financiados por esa institución. ¿El resultado? 30%.

La escasa presencia de mujeres en el ámbito científico y las razones de ello pueden ser tema de amplio debate. Sin embargo, lo cierto es que el aporte de ellas a la astronomía ha sido históricamente muy notable, aunque no siempre reconocido. Una de las primeras astrónomas profesionales, Caroline Hershel (1750-1848), es principalmente recordada como hermana del más conocido William Herschel, descubridor del planeta Urano. Sin embargo ella descubrió varios cometas y trabajó con su hermano en el primer mapa de la Vía Láctea. Otra mujer a la que tocó conformarse con un trabajo de asistente de su hermano fue la danesa Sofia Brahe (1556-1643), hermana de Ticho, célebre por realizar las observaciones que permitieron a Kepler formular las leyes sobre el movimiento de los planetas.

Lo cierto es que el aporte de ellas a la astronomía ha sido históricamente muy notable, aunque no siempre reconocido

Leonardo Vanzi
La recién estrenada película "Talentos Ocultos" nos emociona con la increíble historia de un grupo de valientes y dedicadas mujeres que fueron clave en el desarrollo del programa espacial de la NASA. Muchas de ellas trabajaban como computadoras humanas destacando por sus capacidades, confiabilidad y fuerza de voluntad. No se trata de un caso aislado. A principio del siglo pasado Henrietta Leavitt fue miembro de la computadora humana de la Universidad de Harvard y descubrió una ley clave para medir distancias en astronomía.

En ese mismo grupo, Annie Cannon realizó la clasificación que ordena las estrellas de acuerdo con sus temperaturas en las clases O, B, A, F, G, K, M. ¿Cómo recordarlas? Todos los astrónomos lo hacemos según indicado por la misma Annie, recordando la frase "Oh, Be A Fine Girl Kiss Me!"

La británica Cecilia Payne emigró a Estados Unidos en 1923 para realizar su tesis de doctorado integrándose al grupo de Harvard, allí sorprendió midiendo por primera vez la composición del Sol y demostrando que este contiene principalmente Hidrógeno y Helio. Otra estudiante de doctorado británica que asombró fue Jocelyn Bell, cuando en 1967 detectó por primera vez la señal radio de un pulsar, comprobando experimentalmente que las estrellas masivas, después de explotar como supernovas, se reducen a estrellas de neutrones. El descubrimiento valió un premio Nobel, pero ¡sólo para su director de tesis! Sólo unos años antes obtuvo su doctorado en astrofísica Adelina Gutiérrez, la primera mujer chilena en obtener ese grado y una pionera de la astronomía nacional. Finalmente podemos mencionar la astrónoma Estadounidense Vera Rubin cuyo estudio de la rotación de las galaxias ofreció evidencia de la materia oscura.

Muchos talentos que han enfrentado arduos caminos e innumerables dificultades.

En una conferencia en Edimburgo, en junio pasado, Jocelyn Bell relató como al ser la única mujer a la clase de física era recibida por los compañeros hombres con un humillante golpeteo de lápices en los escritorios. Afortunadamente los tiempos han cambiado y hoy la ciencia recibe con entusiasmo el aporte de todos, independientemente de género, raza, idioma y color siendo la ciencia una aventura que une la humanidad entera. Sin embargo, aún falta mucho para que todas las personas con capacidad y deseo de aportar a la ciencia tengan igual oportunidad de hacerlo.

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