Columna de Astronomía | ¿Radioastronomía o televisión? Esa es la cuestión
El desarrollo de las comunicaciones inalámbricas se está volviendo una amenaza para los radiotelescopios, ocultando valiosos secretos del universo.
02 de Agosto de 2017 | 09:37 | Por Rolando Dünner
Por Rolando DünnerAcadémico del Instituto de Astrofísica de la U. Católica de Chile
Ingeniero eléctrico de la Universidad Católica y doctor en astronomía y astrofísica en esta misma institución, desarrollando su tesis doctoral en la Universidad de Princeton. Actualmente es profesor asistente del Instituto de Astrofísica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, miembro del Centro de Astro-Ingeniería UC e investigador del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).
Cada vez resulta más frecuente escuchar a los astrónomos pidiendo controlar la contaminación lumínica de las ciudades. Pero este no es el único tipo de contaminación que les preocupa. Para los radioastrónomos —aquellos que usan luz de longitud de onda larga— ya casi no quedan lugares libres de contaminación en el mundo. Es que el espectro de radiofrecuencias está cargado de señales de telecomunicaciones —subdividido y licitado en bandas comerciales, privadas y militares—, ocultando así la delicada información que nos llega del Universo exterior.
La luz visible es tan solo una pequeñísima fracción del espectro electromagnético, el cual se extiende desde ondas de radio kilométricas hasta los minúsculos rayos gamma. Distintas longitudes de onda pueden llevar información independiente —como un canal— delatando así diferentes propiedades de un objeto astronómico, de la misma manera que múltiples sistemas de telecomunicaciones pueden ser montados sobre el espectro electromagnético. Por lo general, estos sistemas ocupan ondas largas, las cuales se reflejan y difractan en objetos "inundando" todos los espacios y llegando a todas partes.
Para los astrónomos todo el espectro es interesante, ya que cada "canal" porta distintos secretos del cosmos. Las ondas de radio son muy importantes porque delatan procesos de bajas energías, como son los asociados a la vida o aquellos extremadamente distantes y antiguos, que son claves para entender cómo se formó el universo. Por lo mismo se trata de señales sumamente débiles, requiriendo telescopios ultra sensibles para detectarlas.
¿Existen lugares en Chile lo suficientemente remotos y libres de señales electromagnéticas que permitan extender nuestro liderazgo astronómico a estas longitudes de onda?
Rolando Dünner
Los chilenos nos sentimos orgullosos de poder ofrecer uno de los mejores lugares para la astronomía en el mundo, el Desierto de Atacama. Sin embargo ¿es también así para la radioastronomía? La sequedad y altura del altiplano otorgan condiciones únicas para radiotelescopios como ALMA, de longitudes de ondas milimétricas, pues son frecuencias altas para ser afectadas por los sistemas de telecomunicaciones. Sin embargo, a longitudes de centímetros en adelante, todo queda en manos de la presencia o ausencia de señales de telecomunicaciones. Ondas de radio y televisión, teléfonos celulares, redes WiFi, y cualquier otro sistema inalámbrico, todo contamina el espectro de radiofrecuencias. Por ende, se requieren lugares realmente remotos e incivilizados, habiendo muy pocos disponibles.
¿Existen lugares en Chile lo suficientemente remotos y libres de señales electromagnéticas que permitan extender nuestro liderazgo astronómico a estas longitudes de onda? Ésta es la pregunta que está intentando responder un equipo de radioastrónomos chilenos liderados por el profesor Ricardo Bustos, de la Universidad de la Santísima Concepción, y su proyecto "Medidor Autónomo de Radio Interferencia" (MARI). Este dispositivo mide el espectro electromagnético entre 50 y 200 MHz, el cual es particularmente interesante para el estudio de las eras iniciales del universo.
Con él se probaron una serie de potenciales sitios radioastronómicos en Chile, determinando que al menos uno cuenta con características casi inigualables para este tipo de experimentos. Hoy su equipo se encuentra desarrollando el telescopio MARI-2, el cual será el primero en aprovechar las condiciones únicas de este sitio.
Amamos la astronomía porque, basada en tenues señales electromagnéticas, nos enseña los secretos del cosmos. Sin embargo, paradójicamente, el desarrollo humano amenaza con coartarse a sí mismo al contaminar el medio ambiente con luz y ondas de radio. Espero que tengamos la sabiduría de respetar estos sitios únicos libres de contaminación, ya que son un patrimonio de nuestro país y de la humanidad.