MADRID.- Gélidos recordatorios de una ola de frío de varios siglos, la última registrada en el planeta, pueden apreciarse hasta hoy en las profundidades del océano Pacífico. Así lo asegura un estudio publicado en la revista Science que detalla que el Pacífico profundo aún se está ajustando al enfriamiento de la superficie que se produjo durante la Pequeña Edad de Hielo, y que se prolongó entre los siglos XIV y XIX.
La anomalía climática de la era común -conocida como la Pequeña Edad de Hielo- produjo promedios de temperatura durante todo el año significativamente más fríos en muchas partes del mundo, y es posible observarla en registros paleoclimáticos e históricos de todo el mundo.
Los eventos climáticos históricos de este tipo, impactan en las temperaturas de la superficie del mar y, debido a la forma en que circula el océano, se ha teorizado que las señales relacionadas con anomalías como la Pequeña Edad de Hielo, quizás se conserven como restos en las aguas que se mueven por las profundidades del Pacífico.
Sin embargo, aún no está claro si estas señales son predecibles o detectables, y mucho menos si caracterizan con precisión las condiciones de la superficie del pasado, según los autores.
Geoffrey Gebbie, de la Institución Oceanográfica Woods Hole, y Peter Huybers, de la Universidad de Cambridge, combinan un modelo de circulación oceánica con medidas modernas e históricas para detectar y cuantificar la influencia del enfriamiento de la Pequeña Edad de Hielo en el interior profundo del Pacífico, y encontrar así que el enfriamiento observado actualmente en la zona puede explicarse por la introducción continua de aguas más frías.
La predicción del modelo de Gebbie y Huybers se ve corroborada en gran medida por los cambios de temperatura identificados entre las mediciones tomadas durante la expedición 'HMS Challenge' de 1870 y las observaciones de temperatura modernas.
Además, los resultados subrayan el papel del océano profundo en el presupuesto de calor planetario y sugieren que la pérdida de calor en el Pacífico profundo desde 1750, compensa casi una cuarta parte de la ganancia de calor global en el océano superior, según los autores.