El Mercurio (Archivo/Imagen referencial)
Cuando el asteroide que aniquiló a los dinosaurios se estrelló contra el planeta, el impacto provocó incendios forestales, tsunamis y arrojó tanto azufre a la atmósfera que bloqueó la luz del Sol, lo que causó el enfriamiento global que finalmente condenó a los dinosaurios.
La evidencia del inicio del evento ahora identificada incluye
trozos de carbón,
mezclas de rocas traídas por el flujo de retorno del tsunami y
azufre notablemente ausente. Todos son parte de un disco de roca que ofrece la mirada más detallada hasta la fecha de la catástrofe que dio inicio a la era que terminó con los dinosaurios, detalla
Sean Gulick, académico del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas en Austin.
La mayor parte del material que llenó el cráter a las pocas horas del impacto se produjo en el sitio o fue arrastrado por el agua de mar que volvía al cráter desde el Golfo de México circundante. Sólo en un día, explican los científicos, se logró un depósito de cerca de 140 metros de material, una cifra que se encuentra entre las más altas en el registro geológico.
Gulick lo describió como un infierno de corta duración a nivel regional, seguido de un largo período de enfriamiento global. "Los freímos y luego los congelamos", explica el investigador, agregando que "no todos los dinosaurios murieron ese día; pero muchos, sí".
Los expertos estiman que el asteroide golpeó con el poder equivalente a 10 mil millones de bombas atómicas. Dentro del cráter, los científicos encontraron carbón y un biomarcador químico asociado con hongos del suelo dentro o justo por encima de las capas de arena llevadas por el resurgimiento de las aguas.
La incógnita del azufre
Una de las conclusiones más importantes de la investigación es lo que faltaba en las muestras principales: el área que rodea el cráter de impacto está llena de rocas ricas en azufre, pero este elemento no se encontró en el núcleo.
Ese hallazgo respalda la teoría de que el impacto del asteroide vaporizó los minerales que contienen azufre presentes en el sitio y lo lanzó a la atmósfera, donde causó estragos en el clima de la Tierra.
Así fue que la luz solar no logró penetrar en nuestro planeta, causando una considerable baja en la temperatura. Los investigadores estiman que al menos 325 mil millones de toneladas métricas habrían sido liberadas por el evento.
Esta cifra equivale, aproximadamente, a cuatro órdenes de magnitud mayor que el azufre que se arrojó durante la erupción de Krakatoa en 1883, que enfrió el clima de la Tierra en un promedio de 1,2 grados Celsius durante cinco años.
La teoría más aceptada es que fueron estas consecuencias al impacto las que realmente terminaron con el 75% de la vida en el planeta debido al cambio climático que se vivió entonces.
"El verdadero asesino tiene que ser atmosférico", asegura Gulick. "La única forma de obtener una extinción masiva global como esta es un efecto atmosférico".