El uso de bombas lacrimógenas en todo el país ha sido una de las grandes críticas en el actuar de Carabineros para reprimir las manifestaciones que se realizan día a día en diversos puntos del país, siendo uno de los lugares insignia del movimiento la Plaza Italia, en Santiago, sector que ha recibido sustancias lacrimógenas durante 33 días consecutivos. Sin embargo, no es la única localidad que ha vivido esta realidad.
Es por esto que un equipo de científicos de la Universidad de Valparaíso, con la tutoría del doctor Aníbal Vivaceta, director del área de Salud Pública de la casa de estudios, realizó un informe "sobre el uso de gases lacrimógenos por agentes del Estado". La publicación llega en la semana que se cumplió un mes desde el estallido social que se ha mantenido en las calles de todo el país.
Parte de la preocupación de los investigadores es que además de los síntomas instantáneos que se presentan ante estos químicos como "irritación de ojos, nariz, boca, piel y vías respiratorias, el informe da cuenta del serio riesgo que corren las personas que sufren de enfermedad pulmonar obstructiva crónica, que son aproximadamente un séptimo de la población mayor de 40 años en Chile. También se encuentran en esta situación quienes padecen hipertensión arterial, que equivalen al 20% de la población mayor de 40 años".
El trabajo destaca que si bien "no es posible conocer en su totalidad las especificaciones técnicas" de los gases utilizados por Carabineros en las manifestaciones, ya que esta información es considerada como "seguridad nacional", sí se saben algunos detalles que permiten el análisis científico y entregar alertas desde la preocupación de la Salud Pública.
"El uso de gas lacrimógeno en disturbios o caso de desorden civil a gran escala podría resultar en exposiciones prolongadas, repetidas o altamente concentradas, que representan una amenaza mayor para la salud respiratoria de las personas", detalla el informe. Incluso, reportes de su uso en Seúl en 1987 registran casos de personas fallecidas y víctimas de infartos agudos al miocardio. A raíz de esto, Corea del Sur prohibió su uso en situaciones para dispersar a la población.
Entre los efectos a largo plazo, los analistas advierten que estos químicos pueden "provocar síntomas respiratorios graves, como síndrome de disfunción reactiva de las vías respiratorias, hemoptisis o, incluso, edema pulmonar agudo".
Otro de los puntos que destaca el informe es la dosificación en estos productos o la mezcla de CS (químico utilizado en lacrimógenas comúnmente) y gas pimienta (OC). Situación que, explican, muchos fabricantes detallan, pero que no siempre es considerada. A esto se le suma la baja estandarización de los productos, ya que según el fabricante, los componentes pueden variar.
El informe también destaca que ciertas personas pueden tolerar de mejor manera los síntomas bajo circunstancias como estar bajo los efectos del alcohol o de drogas, así como algunas patologías mentales, sin embargo, esto no significa una inmunidad a los efectos: "La persona soporta más la molestias, pero su organismo sufre el daño de la misma manera".
Los científicos destacan que existe un efecto de "espiral ineficacia-aumento de dosis" que se produce generalmente frente a manifestantes constantes, o como se le ha denominado en este movimiento "la primera línea", que al estar más expuesto a los gases lacrimógenos, sus organismos no reaccionan de la misma manera, haciendo un efecto de "inmunidad" que recibe "una respuesta habitual de las fuerzas policiales de aumentar la dosis", lo que puede llevar "a daños severos, sin controlar los desórdenes e, incluso en ocasiones, exacerbándolos", destaca el documento.
En el trabajo participaron los investigadores nacionales Diego Encalada, Sebastián Estay, Sebastián Estrada, Paolo Fuentes, Javiera Leiva, María Ignacia Mandiola, Diego Martínez, Pablo Olguín, Luna Sánchez, Axell Tepper, Mario Vargas y Valentina Villanueva.