El Consejo Ministerial de la Agencia Espacial Europea (ESA), reunido en Sevilla dio su apoyo a Hera, una misión de protección planetaria que estudiará la posibilidad de desviar la trayectoria de asteroides peligrosos y evitar así su impacto.
Hera es una versión simplificada y más barata que AIM, un proyecto que en la pasada ministerial de la ESA de 2016 no salió adelante; desde entonces, empresas del sector, ingenieros y científicos se han afanado por adaptarla para lograr su aprobación.
El pasado jueves, los ministros vinculados a espacio presentes en Sevilla dieron el visto bueno a Hera, la cual forma parte de un proyecto más grande que la ESA llevará a cabo junto a la NASA. Se trata de AIDA (The Asteroid Impact & Deflection Assessment) y está formada por dos misiones: Hera y DART, un proyectil de la NASA.
El objetivo es llegar a Didymos, un sistema binario de asteroides —uno de 800 metros de diámetro y otro de 150 metros—; la idea es hacer colisionar en 2022 la nave DART en el menor de los dos asteroides para modificar levemente su órbita alrededor del asteroide primario. El impacto hará que cambie la duración de su órbita alrededor del cuerpo principal y observatorios terrestres de todo el mundo seguirán los acontecimientos.
Pero además, Hera llegará en 2027 para estudiar con detalle el asteroide; aunque su llegada sea cinco años después, podrá analizar prácticamente lo mismo que si hubiera ido a la vez, lo que estaba previsto en un principio, aseguran desde la ESA.
Y es que esta es una misión de demostración, en la que además de comprobar la tecnología capaz de desviar un asteroide, hay que ver cómo de eficiente es el resultado, es decir, si las cosas que ocurrirán en el asteroide son las previstas (por ejemplo: el cráter por el impacto). Por eso, el reto de Hera será
medir la masa, cohesión interna y órbita desviada y sus datos permitirán validar o perfeccionar los modelos numéricos, dejando así lista esta técnica de desvío de asteroides, por si fuera necesaria para salvaguardar la Tierra.
Los asteroides son los "ladrillos" con los que se formaron los planetas cuando se desarrolló el Sistema Solar y los que no lograron pegarse a uno de estos cuerpos viajan, desde entonces, por el espacio. Son millones y la comunidad científica ha logrado catalogar cerca de 680.000 de distintos tamaños. Los hay de centímetros, de metros y hasta kilómetros, y más o menos peligrosos.
De esa lista unos 21.500 están catalogados como NEOs -objetos cercanos a la Tierra-, lo que implica que sus órbitas pasan cerca, en términos astronómicos, de la órbita terrestre. Es en estos, por su posible peligro, en los que la comunidad científica de la llamada Defensa Planetaria están centrados.