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"Si abrí la boca más de la cuenta fue por necesidad"

"Encantador", es una palabra recurrente en el vocabulario de este conocido actor y que además sirve para definirlo. Más que puntual, llega 20 minutos antes a la entrevista, con el pelo amarrado- que se suelta para posar en la sesión fotográfica- y con unos anteojos de sol puestos en la cabeza a modo de cintillo; responde relajadamente a las preguntas mientras fuma un cigarro tras otro y toma un café cortado.

12 de Abril de 2005 | 10:39 |
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Se podría decir que Francisco Melo, a los de 38 años, vive su momento de gloria. Goza de una estabilidad laboral que otros actores no tienen, “reconozco mayor interés en los canales en darme pega, y eso me tranquiliza; esta sensación de estabilidad muy pocos la tienen: tengo un contrato que me da seguridad”.

No le molesta su fama de galán obtenida gracias a la televisión, es más, le acomoda cuando lo reconocen y lo piropean en la calle.

Tampoco evade ningún tema, incluso sus publicitadas relaciones amorosas, aunque no menciona por su nombre la separación con su ex polola Amparo Noguera; lo llama eufemísticamente “ese momento”.

Por estos días trabaja de lleno en el Teatro a Mil con dos obras: “Psicosis 448”, junto a Claudia Di Girolamo, y “Lear en el mar” con Aranzazú Yancovic. Simultáneamente, analiza otros montajes para este año y empieza a prepararse para la nueva teleserie nocturna de Televisión Nacional, que saldrá en marzo.

Su personalidad es singular y se devela en cada detalle. Como que en el pasado le gustaba desarmar motos y hoy le encanta comprarse autos antiguos. De hecho, tiene un Volvo del año 60. “Soy cachurero, me gustan las antigüedades”, dice.

Antes de teatro, Francisco Melo estudió tres años de ingeniería en ejecución mecánica, porque -explica- siempre tuvo una afición por este tema y por el trabajo manual. Se ríe y cuenta que buscó la posibilidad de estudiar una carrera profesional para pasar “más allá de ser un maestro carpintero”.

“Por alguna razón, que nunca he definido, quise ser actor”. Al principio trató de combinar la actuación (ése era el consejo de su padre), con una carrera más rentable, pero la combinación fue imposible: “estudiar teatro es muy absorbente”. Así, se involucró cada vez más en la actuación, lo fue pasando bien y “me quedé ¡Gracias a Dios!, porque me siento un profesional de mucha suerte y he tenido buenas oportunidades”.

“Esta es una pega muy diversa, uno ve muchas cosas durante el día. Esos elementos hicieron que me cambiara al teatro, sin tener mucha conciencia, porque no lo conocía; pero esta posibilidad de meterse a un mundo ficticio, escaparse un poco de la vida común, es encantador”.

Melo asegura que hay mucho de él en sus personajes. Aunque tiene muchos métodos para construirlos, siempre es él mismo, con su historia, con sus gestos. Afirma que puede estar o no de acuerdo con las características del papel que debe representar, pero de todas formas defiende a sus personajes, porque “ese es el desafío”. Agrega que las herramientas y las experiencias vividas llevan a desarrollar con más potencia un determinado papel.

Según él, en los actores se produce un juego bastante esquizofrénico de quién es quién; se quedan cosas de los personajes, algún modismo. “Pese a hacer un trabajo analítico, al fin y al cabo, prevalece la intuición”.

-¿Tu vida personal ha traspasado a tus personajes?
“Sí, siempre es uno el que está física, espiritual y sicológicamente, hay que cargar con eso. No se dejan los problemas en el escenario, pero sí hay que ser capaz de transformarlos. Algunos días puedo andar más irritado o feliz pero el público no lo va a notar, quizás sí la gente con que trabajo; en el teatro uno repite obras a diario y todas resultan diferentes. Es una cosa perversa, si uno anda deprimido y hace una escena triste es liberador, como una terapia, pero si te toca una escena en que eres el príncipe de la fiesta, la cosa se hace más pesada”.

-Hoy eres un actor establecido, ¿cómo fue tocar puertas para conseguir trabajo?
“Al salir de la escuela estuve un año cesante, hacía clases pero no tenía ninguna propuesta para teatro ni para la tele. Hacía castings, fui a dejar currículum a todas partes, tenía ciertos contactos para la TV, pero me costó harto, fue angustiante. El teatro no te da para vivir y no es estable, dura poco y el sueldo es paupérrimo, es un esfuerzo sobrehumano que no tiene gratificaciones -salvo los aplausos-, pero hay que comer y ese es el plus que da la TV: un sueldo fijo que dura más tiempo.
"Yo vivo gracias a ella, nunca he vivido gracias al teatro. La tele me ha dado la oportunidad de tener una vida más relajada, teniendo seguro el arriendo, el colegio de los niños, vivir más tranquilo”.

-Si es tan inestable, ¿cómo vives esa inseguridad?
“En este período de mi vida siento que está cada vez más lejana. La inseguridad se produce cuando sabes que tu pega va a terminar, vuelves al vacío por un tiempo ilimitado, pero si te contratan y lo haces bien, puedes armar carrera. Ahora veo mayor interés en los canales en darme pega por más tiempo y eso me tranquiliza, me siento más estable que hace 6 años y esta sensación la tienen muy pocos actores, yo tengo un contrato que me da seguridad”.

-Te sientes privilegiado entonces...
“Exacto, es un situación muy cómoda, tengo la posibilidad de arriesgarme y de hacer proyectos que no sean rentables y me da la posibilidad de elegir un teatro más bien alternativo”.

Su carrera en el teatro le apasiona, pero reconoce, entre risas, que una de sus mayores frustraciones tiene que ver con no haber aprovechado sus aptitudes manuales. “Me encantaría ser un gran maestro carpintero, manejar todos los tipos de madera y hacer ensambles perfectos”. Sin embargo, hay factores que el actor agradece del teatro, como los aplausos, el prestigio y la fama…

-¿Te ha perturbado la fama en algún momento? ¿Cómo la vives?
“No, me ha ayudado mucho, la gente me reconoce en la calle, me piden autógrafos y les gusta fotografiarse conmigo, y eso no me molesta, de hecho me parece encantador.
"Eso sí me interesa más el asunto del prestigio, que reconozcan mi trabajo. Si alguien me saluda en la calle, porque vio una obra mía y me felicita, es profundamente gratificante. Pero la fama tiene que ver con la tele, así te conoce la gente. Si yo viera a Michelle Pfeiffer me pondría nervioso y me gustaría sacarme una foto con ella, porque es parte del fenómeno en que todos participamos, pero en realidad es una pelotudez”.

-¿Cómo te ha afectado convertirte en un personaje de la farándula?
“Me he farandulizado porque pertenezco a un medio donde ésta se nutre, entonces la gente sabe de mi vida privada, se corre la voz o porque hablo más de la cuenta y todo se agranda; pero no me importa ya que eso se desvanece y no me influye en mi vida más intima. Me reconozco figura pública, salgo todos los días a las 7 en muchas casas, me invitan a programas faranduleros y me hacen entrevistas, entonces uno es parte de la farándula, pero yo soy parte de ella no porque quiera. Quiero ser parte de la cultura de este país, eso sí me interesa, aunque estos caminos se crucen”.

Pero la fama no siempre es de color rosa; Melo asegura que ha tenido que pagar un precio alto por hacer públicas sus experiencias amorosas, como la ruptura con su ex pareja, la actriz Amparo Noguera, la que fue muy comentada por los medios, y él apareció varias veces dando entrevistas y relatando lo sucedido.

“El problema fue que repercutió más del tiempo necesario, fui muy criticado por cercanos. Pero si abrí la boca en algún momento más de la cuenta fue por una necesidad personal, necesitaba decirlo, y si alguien me preguntaba yo lo iba a decir por honestidad; tomó mayores dimensiones y esa es mi mayor molestia”.

-¿Te arrepientes?
“No me arrepiento, existía una razón muy valedera para hacerlo, pero no fui a buscar a los medios para contarlo; alguien me preguntó y dije lo que me pasaba. En ese momento, era lo que me nacía decir, por eso no me arrepiento, tampoco quise maquinar algo como para lograr salir en la portadas. Se me fue de las manos, pero no tanto, tomó más vuelo y no me dio miedo, porque decir que uno lo está pasando mal, me pareció lo más honesto”.

-¿Te sientes galán? ¿Te percibes sexy? ¿Te crees el cuento?
(Suelta una carcajada) “Mira, todo este tema tiene que ver con mi entrada a la TV. Al comienzo, todos mis papeles iniciales fueron característicos, tipos feos. Hubo algunos que potenciaron cierto atractivo masculino, especialmente el de la Isla de Pascua (“Iorana”), era sensual, tenía barba y pelo largo y en la calle me empezaron a piropear. No soy un tipo feo pero tampoco soy bonito.Tengo cierto atractivo, pero la tele potencia esta imagen del galán, y especialmente en esta última etapa, porque he estado sensible por lo sucedido hace poco… Pero hay una cosa del ego personal, a todos nos gusta que nos griten “”m´hijito rico”” y que nos digan que andamos guapos”.

-Entonces te acomoda el papel....
“Por supuesto, me entretiene. El punto es que me la crea y ande haciendo comerciales de calzoncillos, por ejemplo, ahí estaría perdiendo el rumbo (ríe). Pero también tiene que ver con que me tocó a esta edad, no es que me sienta viejo pero ya tengo un camino recorrido importante. Si me hubiera pasado a los 20 quizás me hubiera importado ser más bonito, cosa que ahora no me interesa”.

-Ahora te piropean en las calles.
“Sí, pero no siempre, a veces me gritan y ¡pucha que es cariñoso!”

-¿Y no te pones nervioso ni te da vergüenza?
“No, digo gracias...”

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