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Lo bueno de tener la cabeza en otro mundo

La imaginación durante la infancia es clave para construir al adulto que el niño será en el futuro.

27 de Julio de 2005 | 17:20 |
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"¡Nosotros necesitamos ver para creer!", dice a coro un grupo de alumnos de tercero básico. "¡Sí, no creo en nada que no haya visto con mis propios ojos!", agrega una de las compañeras, como un juez que da por cerrado el caso.

Pareciera que la imaginación y la fantasía no son parte importante en la vida de estos niños, pero a medida que la conversación avanza y los prejuicios se disipan aparece ese "recurso maravilloso que les permite crear un mundo a través de imágenes sacadas de la realidad y hacer de su entorno algo más amistoso".

Así define el imaginar la sicóloga Malva Villalón: "Son evocaciones construidas con imágenes reales, a diferencia de la fantasía, que no está en las posibilidades de lo real". Se trata de una característica tan vital como poco valorada "en un mundo dominado por el sistema científico", como ocurre actualmente.

"Mis papás dicen que mi mente no se tiene que llenar de pura imaginación", cuenta Valentina (8), intentando explicar por qué no juega a ser hada, exploradora o princesa, como el resto de sus compañeras.


Demasiada realidad

Comúnmente, explica la sicóloga, los padres tienden a "separar la verdad de la mentira asociándola con lo que se puede tocar y con lo que no". Lo que no saben es que, sin quererlo, les están impidiendo a sus hijos desarrollar una herramienta fundamental tanto en la infancia como en la adultez.

De primera fuente
Benjamín Goycoolea, 8 años
"Me encanta leer historias de hadas y duendes. Me imagino todo lo que pasa en el libro como si fuera real, pero cuando lo veo en la película se pierde todo porque sé que son puros efectos especiales."

Natalia Fernández, 7 años
"La imaginación es lo más bonito que existe. Cuando estoy aburrida, me imagino que tengo una amiga que juega conmigo y le converso. Si no, pienso que viene un hada y me concede mis deseos".

Benjamín Mouat, 8 años
"Yo sé que existe el Viejo Pascuero. Nunca lo he visto, pero una vez tomé los binoculares de mi papá y vi unas luces volando mientras se escuchaban las campanitas".

Tamara Cabrera, 8 años
"Me encanta La Caperucita Roja. Cuando mi mamá me la cuenta imagino que va a ver a la abuelita al hospital, que el bosque es la calle y que el lobo la está esperando en la micro y es el chofer".


Tan importante como que a través de ella los niños se protegen de la vulnerabilidad e indefensión que sienten frente al mundo. "Se identifican fácilmente con las chicas superpoderosas, el hombre araña y todos los personajes con poderes como una manera de sentirse más seguros".

Además, cumple la función de catalizar sentimientos como la rabia y la frustración. "Si está muy enojado con una persona puede decirle todo lo que quiera a través de su imaginación, lo que obviamente no puede hacer en la vida real", afirma la sicóloga infanto-juvenil María Elena Montt.

Esta poderosa herramienta se asemeja a una especie de "maqueta" de lo que será su vida a futuro. "Los niños juegan lo que les gustaría o lo que les va a tocar hacer cuando sean adultos y así se entrenan", agrega la especialista.

"¡Síííí! -dice Camila Sánchez (8)-, mi juego favorito es ponerme anteojos, disfrazarme y creerme una exploradora".

Otros, en cambio, son más realistas: "Yo siento a mis hermanos chicos en sillas y jugamos a que soy el profesor", dice José Huerta, de siete años.

Pero muchos nombran como sus juegos predilectos los de computador o consolas de video. ¿Algún otro favorito? "Ni uno más", responden.

Nada de auspicioso, porque en ese tipo de actividad "les dicen qué hacer, cuándo y por qué, con lo que el trabajo mental del niño queda reducido al mínimo", explica Malva Villalón.

Pero tampoco se trata de caer en el pesimismo. Según la sicóloga, el factor modernidad ha modificado la conducta imaginativa infantil: la ha hecho "menos autoiniciada que antes", cuando los libros eran la única fuente de entretención de los más chicos.

Aunque no ha desaparecido. "La enorme cantidad de estímulos como los videojuegos, la televisión e internet no son enemigos de la 'imaginería' infantil si son bien encauzados", agrega.

Criterio y orientación son claves para hacerlo. "Es como con la comida, si no existen restricciones y guía el niño va a terminar obeso. En el caso de la televisión y el computador, el resultado es poca imaginación".


Espacios mágicos

Pero no sólo la TV e internet sin restricciones atentan contra ella, sino también los padres. Frases como "no pajarees", "aterriza" o "tienes la cabeza llena de fantasías" no ayudan a estimular el pensamiento imaginativo y le dan un sentido peyorativo innecesario. "Si se está haciendo el perrito o el indio hay que seguirle el juego y tratarlo como tal", opina Villalón.

Darle acceso a disfraces y máscaras también puede ser útil, señala María Elena Montt. Si no se tienen los recursos, siempre hay solución. "El niño puede jugar a la guerra usando un palo de escoba como espada; siempre se las arreglan". Los cuentos son otros colaboradores que no pueden faltar. "A través de ellos el pequeño se crea todo un mundo interior de imágenes y recibe gran parte de su cultura".

Un error típico de los padres es que se preocupan más del desordenque de lo que aprenden sus niños a través del juego. "Muchos no dejan que sus hijos se pongan los zapatos del papá y hay que dejarlos, porque están desarrollando su mente", dice la sicóloga.

No sólo eso; su capacidad intelectual y su creatividad están directamente relacionadas con la imaginación. "Si la han tenido pueden abstraerse de la realidad, mirarla desde afuera y resolver los problemas más fácilmente", afirma Malva Villalón.

"Ser imaginativo implica tener muchas imágenes mentales, lo que potencia la creatividad", afirma María Elena Montt.

El exceso de imaginación puede jugarle malas pasadas al niño. Por ejemplo, suele ser causa de muchos de los miedos infantiles que los atormentan. "No es que le teman a la oscuridad en sí misma, sino que a través de imágenes la van llenando de cosas que les pueden resultar terroríficas", explica la sicóloga Malva Villalón.

Asimismo, puede llevar al niño a abstraerse de la realidad a tal nivel, que no sea capaz de relacionarse con ella. "En esos casos los padres deben evaluar si el entorno del niño le ofrece estímulos como para que se interese en él y no se evada", acota.

Pero tanto si sobra como si falta, la imaginación siempre indica lo que está pasando al interior de la mente del niño. "Si repite un juego o una conducta en forma reiterativa, hay que fijarse. Lo mismo si a través de ella manifiesta ansiedad en torno a la muerte u otro tipo de situaciones".




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