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"Ya más arriba no puedo llegar"

Después de "Destinos Cruzados" este actor parece dispuesto a darse un respiro y descansar un poco de la televisión. Por eso, a los 40 años, ya no hará un protagónico y se concentrará en otras cosas.

15 de Marzo de 2005 | 09:52 |
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El humor negro, ese que descoloca, es su mejor arma. Lo utiliza con sutileza para evadir algunos temas y en forma directa cuando se siente relajado.

Muchas de sus afirmaciones, por lo mismo, tienen una segunda lectura, una más profunda. Como cuando se le consulta si sufre de la doble personalidad que se le atribuye a los Géminis, su signo, y su respuesta, seria y divertida a la vez, es: “No. Soy un caso excepcional. Tengo entre cinco y siete”.

Alvaro Rudolphy Fontaine es un encantador de serpientes. Con su estilo natural y sencillo, muy lejano al de un galán asumido, logra rendir a las mujeres al grado de ser considerado “el yerno ideal”.

Para sus seguidoras, este año será distinto. Renovó contrato con TVN sólo a partir de 2006 porque quiere dedicarse por completo a dos proyectos ad portas: una película y una obra de teatro. Aún así, cabe la posibilidad de que en este mal llamado año sabático aparezca en algunos capítulos de la telenovela del 2° semestre o en la nocturna.

“No va a ser un protagónico, pero nada que ver con un año sabático. Algunos creen que me van a pagar por no hacer nada, pero ¡nada que ver! Voy a estar haciendo otras cosas”, aclara.

La “oveja negra” de la familia, como él se define, pasó su infancia y adolescencia entre Concepción y Viña del Mar acompañado de su madre Ivonne y sus dos hermanos mayores.

Debe ser uno de los pocos afortunados en Chile que estuvo sólo once años en el colegio debido a que, estando en 2° básico, inexplicablemente, fue promovido a cuarto. De esos años recuerda como si fuera ayer a un profesor que con mucha parsimonia lo tomaba de las patillas y levantaba del suelo mientras lo regañaba en francés.

Nunca se rebeló y como era tímido y mateo, no tuvo problemas para salir del colegio a los 16 años.

Sin embargo, tanta maravilla tuvo sus efectos. Como no tenía clara su vocación, estudió un año licenciatura en francés en la UC de Valparaíso y después, un año de ingeniería en alimentos. Ahí, un compañero lo dateó de un taller de teatro y a los 18 años, el “loco Rudolphy” (sobrenombre que se ganó en el colegio por hacer cosas fuera de lo común) descubrió la profesión que hoy lo tiene convertido en uno de los rostros de TVN.

-Siempre estás haciendo bromas. ¿Es una veta innata de tu personalidad?
“Creo que es un poco hereditario. Mi viejo era cara de chiste y cuando niños nos contaba cuentos negros. Para que almorzáramos nos narraba historias como que iba un hombre caminando y al cruzar la calle se empezaba a hundir en el asfalto; cuando llegaban los de la municipalidad, en vez de sacarlo, lo hacían firmar papeles y terminaba muriendo por culpa de la burocracia”.

-¿Tiene un toque de ironía?
“Creo que sí, el humor negro lo tiene. Con mis amigos jugamos mucho con eso y la amistad se ha dado porque hemos encajado en esa tecla. Creo que la afinidad con las personas se produce si tienes alguna complicidad y entre las parejas, la seducción también tiene humor”.

-¿Te llama la atención el humor de “Morandé y Compañía”?
“Para nada. Yo no me río con la talla de doble sentido y tampoco soy bueno para contar chistes”.

-Esta faceta tuya simpática es un poco contradictoria con la imagen de solitario que has proyectado.
“Hay algo de eso, pero lo que pasa es que no creo ser el rey de la fiesta. No soy muy sociable, soy reservado. Ahora, esto no quiere decir que no tenga humor o que sea apático. Al tipo solitario siempre lo califican de ermitaño gruñón y no es así. Soy un tipo que le gusta compartir, pero que también busca sus momentos de soledad”.

-¿Eres celoso de tu privacidad?
“Sí. Mi departamento no está hecho para recibir gente. Por ejemplo, no tengo comedor”.

-¿Todavía?
“No, eliminé el espacio. Tengo ahí un escritorio. Tengo muy buenos amigos, pero no soy de los que hacen asados todos los fines de semana en su casa”.

Rudolphy dice que no ha cambiado, pero termina reconociendo que antes “era enrollado y ahora no”. Claramente no abandonará algunas manías, vinculadas fundamentalmente con su orden mental, pero anda por la vida más relajado.

Por eso, no se complica cuando proclama a los cuatro vientos que está en “la crisis de los 40” que en su caso, obviamente, tiene que ser especial. Más que deprimido, está motivado, cuestión que lo impulsa a enfrentar varios desafíos al mismo tiempo.

Se le ve contento con su “oficio” como define a la profesión de actor. Descarta que el término sea peyorativo. “Es como ser un artesano. Se crea, moldea un personaje con las manos”, afirma.

Y a estas alturas ya ha moldeado bastantes en sus más de 14 teleseries, incluida la exitosa “Amores de mercado”, y las películas “El entusiasmo”, “Tierra del Fuego” y “Sexo con amor”.

-¿Fuiste de los que alguna vez renegó de la televisión porque la consideraba de segunda categoría?
“Cuando estudiaba lo único que quería era hacer teatro, era lo único válido, pero en eso influyó mucho el momento político. El canal estaba en manos de un milico, la universidad en manos de un milico. Era otro país y trabajar en la tele era hacerles la fiesta”.

-¿Era un aversión ideológica o creías que la tele era superficial y fácil?
“Las dos cosas. Ahora, la televisión puede ser superficial, pero fácil, no.

-¿Maduraste?
“El Chile de esa época (los ochenta) era muy polar. Eso te llena de prejuicios y ves las cosas en blanco y negro cuando la vida tiene todas las gamas. Los prejuicios te ciegan y te hacen ser sesgado. La maduración pasa por el conocimiento de la verdad toda y cuando estudiábamos unos tenían una verdad y otros, otra”.

-¿Perdiste el idealismo?
“No necesariamente. Tengo 40, estoy en la crisis de los 40, y estoy más idealista que antes”.

-¿Cómo es eso de la crisis?
“Siento que con esto, llegar a los 40, estoy arriba y la única posibilidad que me queda es bajar, porque ya más arriba no puedo llegar. Es como estar en la mitad del camino, como que me quedan los descuentos y todo se define ahora. Por eso me dan ganas de hacer cosas, hacer televisión, hacer cine, hacer teatro. Hacer clásicos o comedias pelotudas... hacer ”Otello” o “Juanita nalgas de oro” sin que se me cruce por la mente que eso puede ser un poco puéril”.

-¿Qué vas a hacer cuando abandones la actuación?
“Ese es un tema recurrente. No es para más adelante, tengo que solucionarlo ahora. Tengo que encontrar ya qué es lo que voy a hacer en la mitad de vida que me queda porque no quiero que terminen haciendo una colecta para pagarme el cajón, como ha pasado con el 80% de los actores que se han muerto”.

-¿Eres ordenado con tus platas?
“Sí. Este es un oficio similar al de los futbolistas. Te puedo nombrar cientos de actores que están para la cagada como Walter Kliche o Marcelo Romo. A uno se le olvida y por eso hay que diversificarse”.

-¿Te angustia?
“Todavía no. Me preocupa, sí”.

-Los actores proyectan la imagen de estar más conectados con lo sensible que con lo material. ¿Tú buscas seguridad?
“Soy Géminis. Uno (él) es muy terrenal y el otro, etéreo. Y el terrenal me dice que para poder ser etéreo tengo que tener un cable a tierra, una base sólida para poder pegarme la volada”.

-¿Eres particularmente aprensivo?
“Lo soy, pero también soy como el “Pepe Grillo” que les anda diciendo a los otros que tenemos que hacer algo, montar una productora o algo por el estilo”.

Bromea con que va a poner una pizzería, pero entre risas, se le escapa que ha invertido en algunos bienes raíces. Tampoco descarta montar su sala de teatro, pero el proyecto lo tiene congelado por no ser un buen negocio hoy. “El mercado no da para una sala más”, dice.


“Los que perduran en el medio mantienen cierta reserva”

Un antigalán convencido


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