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Del hobby al negocio

Practicar pilates, hacer joyas, cerámica y cocinar por puro gusto se transformó en una excelente inversión para cuatro mujeres, que supieron hacer de sus habilidades una empresa. Demostrando que todo lo que se aprende en la vida sirve a la hora de trabajar.

18 de Mayo de 2005 | 12:22 |
Inés Bouchon, comidas a domicilio:
La olla de la abundancia


¿Qué hace una traductora e intérprete de francés-inglés en un campo? Lo más probable es que el mugido de una vaca o los balbuceos de su hijo sean los únicos sonidos que Inés Bouchon haya llegado a traducir mientras vivía en Polpaico o Las Cabras. Pero lejos de quedarse sufriendo por lo que no podía hacer y lo difícil que le sería aportar al ajustado presupuesto familiar, se las ingenió en la cocina.

"Me casé con un técnico agrícola. Al principio vivía aislada del mundo y ahí partió el cuento de la comida, porque el gran panorama era cocinar para la gente que venía el fin de semana", cuenta Inés.

De chica ella también vivió en el campo en Curicó, y allá aprendió a cocinar, decorar las fuentes y poner la mesa. Sus primeros platos fueron objeto de risa entre sus hermanos, pues muchos resultaron "asquerosos", por tratar de hacer algo distinto. Pero en la innovación está el secreto que dejó encantados a sus comensales de fin de semana.

Un día, una vecina le pidió que le hiciera una comida para sus invitados, y así partió el negocio de la cocina a domicilio, hoy atiende a entre seis y ochenta comensales.

De la mano con las comidas en la casa, ha comenzado a hacer clases de cocina. Además un empresario exportador quiere llevar los platos de Inés fuera de Chile.

"Ahora me doy cuenta de que aprender un hobby es importante, todo lo que se practica en la vida sirve, y por eso creo que hay que darse el tiempo para desarrollar otras áreas. Mi hobby lo he transformado en algo más que útil", asegura Inés Bouchon.


Valeria Martínez:
Una "joyita" diferente


Una exposición cambió el rumbo de la vida de Valeria Martínez: una amiga la invitó a exponer sus joyas en su galería y ese día se dio cuenta de que lo que partió por entretención podría convertirse en negocio.

Mientras estudiaba licenciatura en arte en la Universidad Católica hizo varios cursos de orfebrería para entretenerse y cambiar el switch. Las piezas que fabricó en sus clases llamaron la atención por su estilo arquitectónico. Sus colgantes, collares, anillos y aros fueron un éxito rotundo.

Después de la muestra consiguió clientes que querían lucirlos y además le pidieron que hiciera clases. "Ahí me empecé a creer el cuento", dice Valeria y cambió definitivamente el arte por la orfebrería.

Sus alumnos suman unos treinta, jóvenes, señoras y también hombres. Periodistas, psicólogos, ejecutivos de bancos e incluso médicos.

Pero el negocio de Valeria no se restringe a las clases, también hace joyas a pedido, tocados de novia, bordados metálicos y accesorios.


Francisca Infante, pilates:
Pasión por el cuerpo


Lo de Francisca fue amor a primera vista. Cuando conoció pilates estaba metida 100% en la danza, que fue lo que estudió en la Universidad de Chile y lo que enseñó durante más de veinte años. Pero, al conocer esta disciplina por libros, quedó encantada, más aún cuando empezó a practicarla con Lita Riessenberg, la primera persona que trajo pilates a Chile.

"Apenas leí me gustó, era algo parecido al yoga, pero que tenía más que ver con mi vida común y corriente de occidental. Además, la conexión cuerpo, mente y espíritu que se logra me cautivó", cuenta Francisca.

Practicó en la escuela de Lita durante tres años este método de acondicionamiento físico, creado por el legendario entrenador Joseph Pilates hace casi un siglo. La disciplina que enfatiza la flexibilidad y la respiración fue en un principio "una forma de entretenerme, de hacer algo".

Entretanto jubiló como docente de la Universidad de Chile y decidió estudiar para ser profesora de pilates. Buscando llegó al Stott pilates, versión modernizada del clásico, en el que se perfeccionó y certificó.

"Partí haciendo clases en mi casa y cuando tuve la oportunidad de traer las máquinas de Canadá armé mi estudio", que abrió en marzo pasado.
El negocio está en etapa de inversión y espera comenzar a ganar el próximo año.


María Teresa Carmona, ceramista:
Un negocio hecho a mano


Años dedicada a sus hijos y pocas ganas de volver a trabajar llevaron a María Teresa Carmona a buscar algo que la entretuviera, "picoteé por muchos lados, hice un curso de paisajismo, bordé alfombras y aprendí policromía. Comprando materiales para esto, encontré la cerámica", cuenta.

"No era para nada artista, creo que eso estaba escondido y gracias a que tuve tiempo para dedicarme lo descubrí", dice María Teresa.

Guardados tiene cerca de 30 diplomas de diversos cursos. "Siempre hay cosas nuevas. Partí decorando solamente y desarrollé distintas técnicas, me fui interesando más y aprendí a hacer objetos con torno, a mano y con molde".

Estudiando, María Teresa descubrió que lo hacía bien, ya que compañeros le pedían que les hiciera clases, entonces desocupó el garaje de su casa, compró su primer horno y empezó a enseñar, hoy cuenta con orgullo que unos 500 alumnos han pasado por sus manos.

Después de 12 años, ya tiene su propio taller. Las paredes están repletas de platos, objetos tallados, tazas y jarros de gres, maceteros, azulejos decorados, todo hecho por ella. También hay cientos de bizcochos (artículos en bruto) listos para que otros pinten, especialmente alumnos de cursos municipales.

Otra área de su negocio es la venta de artículos a pedido como azulejos, maceteros y loza con el logotipo de empresas.
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