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Hambre de buey

El Centro de Salud Mental, Cesam, continúa su ciclo de columnas destinadas a que reflexionemos sobre las cosas que nos pasan en nuestro diario vivir.

08 de Junio de 2005 | 10:19 |
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www.cesam.cl

Comer y luego vomitar para algunas personas puede parecer una locura, sin embargo, muchas adolescentes lo hacen día a día en el más silencioso ritual.
La bulimia nerviosa es una enfermedad que se caracteriza por episodios repetidos de ingesta desproporcionada de alimentos y una preocupación excesiva por el control del peso corporal. Estos dos factores llevan al enfermo a adoptar medidas extremas para compensar el exceso de ingesta de alimentos como vomitar, ayunar, consumir laxantes o duiréticos en exceso o hacer mucho ejercicio.

El término “bulimia”, quiere decir literalmente "hambre de buey". En esta enfermedad la persona realiza “atracones” de comida, que se definen como comer cantidades mucho más grandes de alimentos de las que se consumirían normalmente, en un período corto de tiempo (generalmente menos de dos horas). Los enfermos que padecen este trastorno en un solo atracón pueden llegar a consumir de 10.000 a 40.000 calorías. Las persona no tiene control sobre la ingesta, y es tal la ansiedad que creen que no puede parar de comer, incluso puede que no sientan ningún placer al comer, sólo buscan saciarse. Estos atracones pueden presentarse con una frecuencia de varias veces al día durante muchos meses, y se acompañan de una sensación de pérdida de control y posteriormente de culpa y autorechazo.

Las personas que padecen esta enfermedad están conscientes de que su patrón de alimentación es anormal, pueden experimentar miedo o vergüenza, y de regla este comportamiento se esconde. Usualmente los pacientes bulímicos “atacan” el refrigerador cuando están solos en casa o de noche. Además la bulimia por sí misma, a diferencia de la anorexia nerviosa, no produce pérdidas importantes de peso; por lo que habitualmente resulta muy difícil descubrir esta enfermedad.

Generalmente, en la bulimia la autoestima del enfermo es baja y la identifica con su cuerpo. Los bulímicos se ven gordos, incluso cuando su peso es normal; se avergüenzan de su cuerpo y lo rechazan, por lo que intentan hacer dieta en todo momento. Puede tratarse de personas que dan una imagen de fuerza, independencia, ambición, perfección y autocontrol; lo que contrasta con la real imagen que tienen de sí mismas: se sienten vacías, con un estado de ánimo pesimista y depresivo, con sentimientos internos de inseguridad, vergüenza, culpa e ineficacia.

Esta enfermedad afecta principalmente a los jóvenes y se manifiesta con más frecuencia en las mujeres. La media de edad de inicio se sitúa en los 19 años y las personas que han sido obesas, han sufrido anorexia o han realizado dietas sin control tienen un mayor riesgo de sufrir esta patología.
Se pueden distinguir dos subtipos de bulimia nerviosa: purgativo, que es cuando el enfermo recurre a los vómitos u otros métodos purgativos para evitar el aumento de peso y no purgativo, que es cuando el enfermo utiliza métodos no purgativos para evitar el aumento de peso, como el ayuno o el ejercicio físico compulsivo, pero no recurre a los vómitos.

Las consecuencias físicas producidas por este trastorno se relacionan principalmente con los vómitos y son, entre otras: problemas gastrointestinales (reflujo, colon irritable, gastritis y esofagitis), lesiones en los dientes, deshidratación y disminución de los electrolitos en la sangre (lo que puede provocar arritmias cardíacas, debilidad muscular, confusión, falta de concentración, hipotensión y problemas renales).

Se desconoce la causa exacta de la bulimia, pero se piensa que intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales como problemas familiares, comportamientos perfeccionistas y un excesivo énfasis en la apariencia física. La bulimia frecuentemente puede estar asociada a la depresión.

En cuanto al tratamiento médico, en virtud de la gravedad del cuadro se puede recurrir a un tratamiento ambulatorio o a la hospitalización. El primer objetivo es evitar los vómitos y normalizar el funcionamiento metabólico del enfermo, se debe realizar además un plan nutricional con una dieta equilibrada. Junto a este tratamiento, encauzado hacia la recuperación física, se desarrolla el tratamiento psicológico con el fin de reestructurar las ideas irracionales y corregir la percepción errónea que el paciente tiene de su propio cuerpo. El tratamiento también implica la colaboración de la familia, ya que en ocasiones el factor que desencadena la enfermedad se encuentra en su seno. Los medicamentos (normalmente antidepresivos o medicamentos contra la ansiedad) pueden ser útiles si el paciente que tiene bulimia está también ansioso o deprimido.

Los padres, esposos o amigos que observen síntomas de bulimia en algún ser querido pueden ayudarlo buscando una evaluación médica y tratamiento tempranos. El tratamiento temprano puede prevenir a menudo mayores complicaciones y la cronificación de la enfermedad.



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