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Entre las pasiones del amor y del derecho

15 de Marzo de 2005 | 09:35 |
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No cabe duda de que la pasión es una de las características más fuertes de su personalidad y así se descubre al desnudar al Álvaro Escobar de carne y hueso, el que se esconde detrás de los personajes y el imparable contador de historias.

Una de sus primeras pasiones fue la actriz Amparo Noguera. Recién había empezado a estudiar teatro y entre sus profesores estaba Rodrigo Pérez, que pertenecía al elenco de “La Manzana de Adán”.

“En esa obra figura esta mujer, a quien yo, estando en el colegio, el año 84, vi en “Ardiente paciencia” y me enamoré de ella, en ese mismo momento. Yo estaba pololeando y le dije a mi pareja: Discúlpame, pero desde hace 6 años que vi a esta actriz que se llama Amparo Noguera, y estoy enamorado de ella. Fui treinta y tantas veces a ver la función, que era para 20 personas, tanto que Alfredo Castro –el director- le dijo a la Carmen Romero, que estaba haciendo sus primeras producciones, Por favor, no le cobren más la entrada a ese niño. Y le iba a dejar flores y le dejaba notas…”

-Ah! Todo súper romántico.
“No, si era a la antigua, era una cosa muy linda, muy bonita”.

El año 1996, ya separado hace tiempo de Amparo Noguera, la pasión desbordante le jugó una mala pasada: “Estuve empastillado hasta la pared del frente, para bajar la ansiedad, la angustia, lo que la gente llama crisis de pánico y es un eufemismo de mierda para decir que tenís una crisis existencial, todos estos años conviviendo con un señor que yo veía en la televisión y que me devolvía el reflejo de otra persona que no era yo, de no sentirte ése que estás viendo, que eres en alguna parte…”

-Pero era un personaje.
“Pero soy yo en alguna parte. Pasé de ser un dirigente estudiantil -con encendidos discursos sobre la dignidad de la persona humana, sobre la necesidad de libertad, justicia, para los jóvenes de mi generación, que queríamos democracia para Chile-, en un corte casi directo, si hubo fundido fue muy leve, a ser el galán de moda.
“¡Báncate esa hueá. Fue un año de crisis, iba a decir de mucha oscuridad, pero fue finalmente de mucha luz. Terminé de grabar la teleserie esa, donde se iba mi pareja, que era la Javiera Contador y yo lloraba. Me gustaría volver a ver esa escena de nuevo, porque fue la última…”

(Se lleva las manos a la cara y se emociona, se le quiebra la voz y solloza)
-¿Qué pasó?
“Fue la última escena que hice de ese año de mierda, en el que me tenía que levantar y decir ya vamos, que tienes responsabilidades que cumplir.
“Terminé la teleserie y tenía que llorar, porque yo pensaba que ella llegaba para irse conmigo, pensé que ella llegaba a decirme que se quedaba y no, sólo llegaba a despedirse y yo lloré en esa escena, lloré, lloré, lloré y creo que lloré durante los 20 minutos que siguieron al corte y lloraba por el contenido de la escena, porque sentía que una vez más yo me iba, que mi vida había sido un poco así”.

-¿Simbiosis del personaje y la vida real?
“Lloraba también, porque era la última escena de la teleserie y la última escena mía, de ese año… crecedor a fin de cuentas”.

-Pero no lo sentías así.
“No, no lo sentía así y dije terminé, a fin de cuentas, lo pude hacer…terminé, terminé y lo pude hacer”.

-Fuerte grabar una teleserie con crisis de pánico.
“Y empastillado y tenía que irme solo a mi casa, no tenía pareja en ese momento. Conocí a la Coca (Gómez) a finales de ese año, era amiga de mi hermana y llegó a ver a mi madre que era el círculo donde yo me estaba apoyando.
“Había escuchado hablar mucho de ella y me habré enamorado, seguramente. Tengo dificultad en saber qué es el amor, porque siempre lo he asociado al sufrimiento, pero no creo que sea eso, pero es la experiencia que he tenido. Entonces prefiero decir que no he estado enamorado nunca, porque no puedo creer que el amor sea sufrimiento, no puede ser”.

-¿Por qué sufres con el amor?
(Silencio largo). “No sé. Creo que ha habido muchos celos…”

-¿Tuyos o de la Coca?
“De la Coca nunca. Jamás, jamás, jamás. No, en mi matrimonio – que duró un año y medio- yo venía de vuelta de esto que es sufrimiento, de esto que era apasionado, que era posesivo de mi parte. Venía de la relación con la Amparo, bueno esa es la más conocida, pero tuve otra relación con una diseñadora gráfica y después una soltería activa, digamos”.

-¿No será que no quieres entregar espacios?
“Es muy probable. Ahora vengo de una relación muy hermosa de dos años a la que llegué así como usted me ve y la echo de menos. Le abrí mi casa pero no había preparación del otro lado.
“Llegué a ella a los cuarenta, sin hijos, después de tres perdidas, ¿o ella llegó a mí?, o nos juntamos en un momento en que ella estaba sanando esas heridas y donde el cierre, generalmente, produce incomunicación. Es curioso eso, pero yo no pierdo la esperanza de que podamos juntarnos”.

-¡Que bonito eso!
“Si yo creo que sí. Hay paciencia”.

-¿Paciencia? ¿Con lo hiperkinético que eres?
“Sí, ahora sí. Esto me ha enseñado mucho, llegó en un momento muy lindo”.

- Aparte de esperar por el amor ¿cuáles son los desafíos para el futuro?
“La reforma procesal penal no tenía por qué ser ahora; podría haber sido, no sé, cuando yo fuera un viejito, más adelante. Pero no, es justo ahora, entonces aparece nuevamente el escenario, el telón de fondo, para que yo haga mi práctica. Aparece ese modelo de abogado con el que uno se crió, aparece un modelo de justicia que hace posible la justicia, porque la hace más transparente, donde uno puede mirar a los testigos a los ojos, al juez y no tiene que mandarle unos escritos que probablemente se van a perder y que son mediatizados por el actuario. Aparece la posibilidad de hacer una justicia rápida, eficiente, transparente y, por lo tanto, hacer feliz a otro”.

-Entonces, después de todos estos años, finalmente serás abogado.
“Así es”.
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